La criminalización de los «ongi etorri», por cierto sin apologías detectadas por agentes centrales o autonómicos, es un apartado minúsculo dentro de una gran estrategia destinada a deshumanizar a los presos políticos vascos, a sus familias y a todo el movimiento solidario que ha generado en las últimas décadas. En un verano donde el racismo […]
La criminalización de los «ongi etorri», por cierto sin apologías detectadas por agentes centrales o autonómicos, es un apartado minúsculo dentro de una gran estrategia destinada a deshumanizar a los presos políticos vascos, a sus familias y a todo el movimiento solidario que ha generado en las últimas décadas.
En un verano donde el racismo se convierte en señal prioritaria de identidad de la derecha, donde el patriarcado defiende su estatus a través de violaciones y abusos más visibles que nunca, donde los yihadistas demuestran hasta qué punto la deriva religiosa afecta a lo público, donde la multipolaridad avanza hacia un conflicto bélico de nueva magnitud, donde la Ertzaintza patina volviendo al siglo XIX y aconsejando a las mujeres no salir del hogar para evitar tentaciones, donde los calores anuncian desastres ambientales desconocidos hasta ahora… la caverna mediática alumbra un único tema: los llamados «ongi etorri».