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Entrevista con Paco Ignacio Taibo II

«Solo debe escribirse lo que significa un reto»

Fuentes: Rebelión

Liborio Noval, Victor Junco (La Jiribilla)

Al escritor mexicano español Paco Ignacio Taibo II lo apasionan las biografías. Aunque lo considera un género peligroso, porque dice que una biografía implica romper las leyendas, y afirma que para hacerlo se debe tener una empatía muy fuerte con el personaje, una relación de amor y curiosidad; lo cierto es que su biografía sobre el Guerrillero Heroico titulada Ernesto Guevara, también conocido como el Che ―presentada en Cuba en la Feria del Libro de 1998― y la que ahora trajo a La Habana, Pancho Villa. Una biografía narrativa, se cuentan entre los mejores ejemplares del género.

Junto con la presentación de Pancho Villa. Una biografía narrativa, Paco Ignacio ha traído a La Habana la noticia de la próxima entrega a la imprenta de una semblanza sobre el revolucionario cubano Antonio Guiteras, que se titulará Un hombre guapo. De los tres personajes biografiados hasta ahora, Guiteras es, según sus propias palabras, con el que más se ha identificado. Sobre el proceso de escritura de este texto Paco Ignacio ha contado: «empecé una biografía de Guiteras, luego se me cruzó con la historia de Rubén Martínez Villena, después con la de Pablo de la Torriente Brau, a continuación con la de Batista joven y más tarde con la de Summer Wells, el embajador norteamericano en Cuba. De hecho lo que me salió es una biografía de biografías con Guiteras como columna vertebral y la Revolución del 33 como centro».

Paco Ignacio afirma que existen tres o cuatro personajes más de la revolución en América Latina a los cuales le gustaría biografiar en el futuro, entre los que se encuentran Rodolfo Walsh y Augusto César Sandino.

Este escritor es reconocido además como periodista y autor de novelas policíacas entre las que pudieran citarse Cosa fácil (1977), Héroes convocados (1980), Revolucionario del pasaje (1986), La misma ciudad, la misma lluvia (1989), La bicicleta de Leonardo (1993), El año en el que no estuvimos en ningún sitio (1994), Con cuatro manos (1995) o Retornamos como sombras (2001). Paco Ignacio ha recibido entre otros reconocimientos el Premio Grijalbo de Novela en 1982, el Premio Café Gijón y el Premio Internacional Dashiell Hammett en tres ocasiones. Actualmente dirige la Asociación Internacional de Escritores Policíacos, así como la Semana Negra de Gijón, un encuentro que desde finales de los 80 reúne a escritores, editores y lectores aficionados al género negro.  

Sobre la Biografía de Pancho Villa usted ha dicho que quería explotar las anécdotas del personaje y prácticamente durante varios años convivió con él, ¿está conforme con la vida que logró insuflarle al personaje?

Sí, estoy contento con las dos biografías que he escrito, con la del Che y la de Pancho Villa, me parecen libros muy rigurosos en lo informativo y bastante bien logradas en lo narrativo. Estoy contento con lo que hice. Espero que el de Guiteras esté a la altura de estos dos primeros. Ahora me voy de vacaciones a la novela.

Estos tres personajes, el Che, Pancho Villa y Antonio Guiteras, representan prototipos de héroes diferentes.

Absolutamente diferentes. Lo único que los une es la Revolución y América Latina.

Pero de algún modo los tres tienen en común esa aureola de personajes duros.

Sí. Duros, mágicos, que provocaban adhesiones absolutas.

¿Por qué perseguir entonces ese lado humano de sus biografías?

Cuando empecé a escribir, la biografía era un género pecaminoso, el marxismo neandertal que estaba de moda en mi época decía que la biografía era poco correcta socialmente, porque era centrar en el personaje, y no en las anónimas masas sociales, la producción del hecho social; pero todo depende de cómo hagas eso, porque la biografía te permite, a través de la profundidad en el personaje, buscar la profundidad en la época.

¿Cree entonces que las personas como individuos aislados sí definen el curso de los acontecimientos políticos y sociales?

El papel del individuo en la historia tiene un margen muy superior al que le atribuyeron algunos pensadores marxistas en los orígenes. Esta idea de que los márgenes de maniobra del personaje en la historia son menores está contradicha por la propia historia. Hay una reflexión de Trotsky que encontré en los últimos años, diciendo que se debía volver a revisar el papel del personaje en la historia porque este se había estado subestimando. Es cierto que los grandes rasgos generales construyen el marco de la historia; es cierto que la rebelión contra Machado es producto de una combinación de elementos como la absoluta desazón de la clase trabajadora cubana sometida a condiciones de súper explotación, con la crisis del azúcar; eso está ahí y es el motor dinamo social, pero también el motor dinamo social es la construcción de la rebelión estudiantil, y esta construcción de la rebelión estudiantil no tiene claras explicaciones dentro de un esquema tradicional clasista, si no pones a Mella en el lugar. Al poner a Mella todo cambia. Entonces hay un espacio de maniobra del personaje en el centro de la historia, pero también es cierto que la historia crea en determinados momentos los personajes que necesita para moverse. Villa es un hijo de su tiempo, Mella es un hijo de su tiempo y el Che es absolutamente un hijo de su tiempo.

Decía que la biografía del Che lo había compulsado a ir siempre más allá, a huir del lugar común, ¿pero no han sido siempre estas constantes en su literatura?

Afortunadamente, pero a mí el Che me reeducó, me reeducó muchas cosas: en la batalla continua contra el privilegio y la jerarquía, contra la burocracia, contra las falsas normas, contra el abuso del poder. He sido reeducado por el Che, y no tanto por su discurso como por sus pequeños actos.

Ha dicho que sus maestros éticos fueron Robin Hood, Sandokan, El Conde de Montecristi y Los tres mosqueteros, ¿considera entonces la literatura ―en este caso la literatura infantil― como una formadora de valores?

Es «la» formadora. Todo el discurso formal incide, incide, crea una capa y rebota. De repente lees Los tres mosqueteros y recuerdas el sentido del honor. Esa es la clave. Mis compañeros de generación que estudiaban El capital como si fuera La Biblia terminaron todos trabajando para el Fondo Monetario Internacional, mientras que quienes leímos Los tres mosqueteros seguimos todos en la disidencia política, por algo será.

Usted ha sido siempre un referente político de izquierda; pero aún así su literatura llega a todas partes del mundo, de hecho ha dicho que ha encontrado público inteligente en todas partes y no hay que subestimarlos.

Para nada. No solo eso, hay que aprovechar las contradicciones de los sistemas para publicar en todos lados, en EE.UU. mis libros los publica Warner Times y en Alemania los publica una editorial anarquista y no me crea ningún conflicto, las dos tienen maravillosa distribución.

Cuando va a presentar los libros en esos lugares, ¿cómo dialoga con esos públicos tan diferentes?

Les cuentas historias y a ellos les gusta. No son tan diferentes, son diferentes, pero no «tan» diferentes. La literatura es un material que atraviesa diagonalmente el planeta. Un día estaba en Milwaukee, en una conferencia en una librería especializada en novelas policíacas y se sentaron en primera fila una docena de muchachos relativamente jóvenes, barbudos, muy blancos, como vikingos, y pensé: son representantes del poder blanco en Milwaukee y me vienen a reventar la conferencia, y al final sacaron de debajo de las sillas cajas de cerveza, eran trabajadores de la cervecería de Milwaukee, fans de mis novelas policíacas y venían a regalarme ―a mí que no bebo― cajas de cerveza. Ahí se armó una parranda y se emborrachó todo el mundo, menos yo que era el único que no bebía. Eso era lo último que me esperaba. Otra vez estaba en una librería parisina muy elegante en el barrio latino y las primeras filas estaban ocupadas totalmente por senegaleses, jóvenes estudiantes que eran aficionados a la biografía del Che y que fueron con su ejemplar para que se los firmara. No somos tan diferentes.

Aunque usted está considerado como un escritor de novela negra, ha dicho que le interesa comenzar a escribir una novela que mezcle géneros, ¿está ya trabajando en eso?

Sí, aunque tengo un problema en estos momentos, tengo más proyectos que años de vida para realizarlos, necesito vivir 107 años de vida según mis cálculos, para poder terminar todo lo que tengo empezado y creo que no me va a dar la vida tanto como para 107. Entonces tengo un problema con definir las prioridades de todas las cosas ya comenzadas; pero tengo en el armario una novela que me tiene muy motivado. Solamente aquello que significa un reto desde el punto de vista del escritor merece la pena escribirlo, lo demás que lo escriban otros. Esta es una novela que intentaría combinar todo lo aprendido en estos años sobre novela de aventuras, de acción, social, histórica, policíaca… una novela rara de aventuras, que sucede en África en el siglo XIX y voy a inventarme el África del siglo XIX totalmente, basándome en los relatos de época, de los exploradores, en libros de etnología, en Tristes Trópicos, de Lévi-Strauss y quiero hacer «la» novela, la novela de las novelas, de 3 mil ó 4 mi páginas, esa es la tentación. Quiero hacer una novela de aventuras que haga a un adolescente dedicar seis meses de su vida a leerla y que no vaya a clases para hacerlo.

Tal como hacía usted cuando pequeño, cuando se inventaba enfermedades para no ir a la escuela y quedarse leyendo, y aún así ha dicho que tampoco le va a alcanzar la vida para leer todo lo que tiene pendiente, hábleme del Paco Ignacio lector.

Digamos que mi cálculo racional dice eso, pero luego la irracionalidad avanza. Leo todos los días 100 páginas desde tiempos inmemoriales. Últimamente me he vuelto discriminador, si un libro no me captura en las primeras 30 páginas lo boto, cosa que no hacía antes, antes era disciplinado: libro que empezaba, libro que terminaba. Ahora ya no, ahora le doy 30 páginas de permiso para que me cautive y si no, lo tiro.

A los compañeros de La Jiribilla agradeciendo lo útil
que fue su portal en el libro de Guiteras

También es reconocido como periodista, ¿de qué manera ha cambiado en su opinión el periodismo luego de la irrupción del digital?

Tendría que pensarlo. Es evidente que soy un consumidor de digital y he empezado a encontrarlo donde no lo estaba encontrando. En los últimos dos años en medio del volumen que llega a mi buzón y me pone nervioso, suele haber tres o cuatro cosas que me mandan amigos de todo el mundo ―ahí sí la ruptura de fronteras ha sido potentísima― en los tres idiomas que leo (español, inglés e italiano), interesantes y muy variados, es como una especie de revista de revistas, pero necesito el filtro de mis amigos, no puedo andar navegando muchas horas, tengo muchas cosas por escribir para volverme un navegador profesional en Internet y el problema de Internet es el filtro y el exceso. Sería necesaria la creación de La revista de las revistas, pero se necesitarían tres directores magistrales trabajando juntos, de muy buen nivel, en cualquier lugar de América Latina, porque al fin y al cabo no importa, juntando La revista de las revistas.

A propósito de América Latina, ha dicho que las sociedades de la injusticia generan odios potentes y revueltas sociales maravillosas, ¿qué opina de los procesos que vive Latinoamérica hoy?

Dicen que no saber es un síntoma de inteligencia, porque cuanto menos sabes más dudas tienes, más preguntas te haces y es entonces cuando eres más listo. Si es así debo ser tremendamente listo en estos últimos años, porque solo tengo dudas y preguntas. El péndulo neoliberal tocó límite y en respuesta a eso surgió el fenómeno bolivariano en Venezuela, la respuesta de Evo, los regímenes socialdemócratas más o menos moderados en otro montón de países, la reaparición de los sandinistas, la revuelta antipriista en México, pero el factor común denominador de todos estos movimientos, es más el no que el sí, y no alcanzo a distinguir ni las profundidades ni las posibilidades. Me atrae profundamente el nuevo momento que está viviendo América Latina pero tengo un defecto, lo he vivido como mexicano, y en México nos derrotaron, y esta derrota ha sido sangrienta porque ha impedido que México se sume al fenómeno de darle la vuelta al péndulo neoliberal. Entonces mi percepción mexicana me convierte en observador de lo que pasa afuera sin poder aportar lo que tenemos dentro. Es un momento muy complicado para mí en particular y para los mexicanos en general.