No hace mucho, los fumadores podían encender sus cigarrillos en cualquier parte de Canadá y Estados Unidos. Ahora, están confinados a unos pocos espacios al aire libre. Como consecuencia, fuma mucha menos gente.
«Hubo un cambio importante en los valores relativos al hábito de fumar», dijo Anthony Leiserowitz, director del Proyecto sobre Cambio Climático en la Universidad de Yale.
Las leyes contra el tabaquismo, los impuestos más elevados y el conocimiento sobre los impactos en la salud del fumador activo y pasivo fueron, entre otros, los factores que condujeron al cambio, señaló Leiserowitz a IPS.
La mayoría de la población está preocupada por el cambio climático, pero lo ven como un problema abstracto y no logran establecer la conexión con eventos climáticos como el huracán Katrina, que devastó el meridional estado estadounidense de Lousiana en agosto de 2005, agregó.
Eso también podría estar cambiando. Australia, que padece sequías sin precedentes, cambió el partido de gobierno en 2007, en parte porque la ciudadanía rechazaba al hasta entonces primer ministro John Howard se negaba a tomar medidas contra las emisiones de dióxido de carbono.
«Podría decirse que John Howard fue el primer gobernante en perder el cargo a causa del clima», expresó Leiserowitz.
Howard podría tener mucha compañía en los próximos años, a medida que el público mundial abra los ojos ante los impactos del cambio climático, a veces sutiles, a veces dramáticos.
Los dramáticos serán decisivos, equivalentes al del ataque terrorista que el 11 de septiembre de 2001 dejaron 3.000 muertos en Nueva York y Washington y que aparejó enormes cambios políticos y sociales.
Paradójicamente, la inminente recesión en Estados Unidos puede estimular un deseo de acción más fuerte, según Leiserowitz.
Cuando el público percibe, en general, que la economía marcha bien, la ciudadanía es mucho más reacia a los cambios. «Si percibe que el sistema está roto, entonces hay una mayor apertura», explicó.
Por lo tanto, éste es un buen momento para imponer los tres principios de la seguridad climática: reducir el consumo de combustibles fósiles en todo el mundo, eliminar todas las actividades y productos no esenciales que involucren esa fuente de energía, y exigir a las empresas y el gobierno que minimicen su uso en el transporte y la producción.
Las oportunidades para reducir costos y emisiones son frecuentes en la vida diaria. Comprar alimentos producidos localmente reduce sustancialmente el combustible que se quema al embarcar mercaderías que recorren grandes distancias.
Y si los alimentos de la localidad en la que uno vive son más caros que los que viajan miles de kilómetros, los consumidores pueden inquirir a las autoridades y productores por qué ocurre eso.
Por otra parte, el público no pueden elegir los medios públicos de transporte si no existen o son de mala calidad. De ahí la necesidad de exigir un transporte público cómodo, barato, eficiente y fácil de usar.
«Volverlo fácil» es un ingrediente crucial para crear un cambio masivo, enfatizó Leiserowitz.
Actualmente, algunas aerolíneas incluyen en la compra de un pasaje la opción de compensar el dióxido de carbono emitido por el vuelo. De ese modo, el pasajero paga una pequeña tarifa destinada a plantar árboles que absorban su parte de las emisiones.
La mayoría de los clientes no lo hace, pero no por el costo o la falta de preocupación por el cambio climático, sino porque tienen que tomar una decisión, dijo.
Si esta cuota de «compensación de carbono» fuera parte del proceso normal de venta de pasajes aéreos –y aunque los viajeros pudieran optar por no pagarlo sin ser sancionados– casi todos compensarían sus emisiones, alegó. Pocos tomarían la decisión de no pagar esa pequeña suma.
«Los políticos y líderes empresariales necesitan reconocer cómo funciona la gente», opinó. «El cambio social puede ocurrir de un modo extremadamente rápido.»
Por ejemplo, hace 10 años pocos habrían pensado en una prohibición de fumar en lugares de trabajo, restaurantes, bares y otros espacios públicos interiores. Ahora, esas regulaciones son parte normal de la vida en decenas de países.
La transición a la nueva norma de un «estilo de vida climáticamente segura», como lo llama el escritor Dan Bloom, no será suave.
Incluso después de iniciado el cambio –lo que puede haber ocurrido ya–, pasarán muchos años de eventos climáticos extremos que dejarán por el camino los mejores esfuerzos por reducir las emisiones. Esa perspectiva resulta desalentadora.
La atención de los ciudadanos deberá ser dirigida hacia un cambio social positivo, destacó Susanne Moser, científica investigadora del Instituto para el Estudio de la Sociedad y el Ambiente en el Centro Nacional para la Investigación Atmosférica en Boulder, en el central estado estadounidense de Colorado.
«Necesitamos darle a la gente una visión positiva de que vale la pena luchar por… Y eso será mirando a una comunidad sustentable donde hay mucha interacción social, donde nos encanta estar con el otro, a pesar de un clima difícil, a pesar de un mundo difícil», dijo Moser en un «podcast» –informe en audio al que se accede a través de Internet– publicado por la Universidad del Estado de Oregon.
El cambio climático empeora cada día. Las acciones individuales son importantes. ¿Puede la comunidad mundial actuar a tiempo para evitar lo peor?
* Este artículo integra una serie de cuatro sobre los cambios psicológicos y de comportamiento necesarios para reducir la temperatura del planeta.