Hermosa, casi me atrevería a decir que sublime, la campaña de sensibilización de la Oficina de Atención a la Inmigración del Gobierno de Navarra. Y especialmente oportuno en su literaria retórica el eslogan con el que se define la campaña y que sirve de título a esta columna. Lo que no acabo de entender del […]
Hermosa, casi me atrevería a decir que sublime, la campaña de sensibilización de la Oficina de Atención a la Inmigración del Gobierno de Navarra. Y especialmente oportuno en su literaria retórica el eslogan con el que se define la campaña y que sirve de título a esta columna.
Lo que no acabo de entender del todo es la confianza que merece a sus patrocinadores la efectividad de la propuesta a desarrollar a través de los medios de comunicación. Y es que mis dudas tengo sobre si tan hermosas palabras puedan cautivar a la audiencia de un periódico en el que, a la derecha o a la izquierda del eslogan, un reputado articulista llame «macaco» a un ciudadano; o sea en el cuerpo de la noticia con la que el anuncio del Gobierno de Navarra comparte página donde, directamente, se llame «orangután» al mismo ciudadano, por demás, extranjero.
No me parece que pueda generar solidaridad una campaña de sensibilización en la radio con respecto a los inmigrantes, cuando antes o después del anuncio vamos a encontrarnos, tal vez, a la misma voz, llamando «mono», al extranjero de antes, precisamente, latinoamericano. El esfuerzo por sensibilizar a la audiencia se deslegitima cuando la audiencia oye todos los días, a través de esos medios, llamar «gorila» a un caribeño para más señas.
La televisión, el otro medio al que va a ir a parar el poético anuncio del Gobierno de Navarra, también dispone de un amplio surtido de espacios en los que se puede llamar «mico» o «chimpancé» a Hugo Chávez, por ejemplo.
Ignoro si en el entendido de que Chávez no es igual, no es diferente o no es persona, al presidente venezolano se le puede insultar gratuitamente y se le viene insultando desde hace tiempo. Y entre los muchos medios y autoridades que han apelado al insulto racista contra Hugo Chávez, Evo Morales o Correa, los hay navarros.
El propio presidente del gobierno navarro, Miguel Sanz, es un insultador consuetudinario, aunque de justicia sea reconocer que nunca ha limitado sus agravios racistas a la población latinoamericana. Y bien lo sabe la ciudadanía vasca en general y los propios navarros que hoy son «inmigrantes» en su propio país.
De ahí que, sin ánimo de querer echar por tierra los esfuerzos de esa oficina y de ese gobierno, y al margen de lo poco que ayudan los medios de comunicación a la pretendida campaña, puestos a buscar un eslogan que sensibilice al reino de Miguel Sanz al respecto de inmigrantes ajenos y propios, hubiera bastado recoger alguna de las frases premiadas en el concurso «Navarra en una frase» y que Miguel Sanz clausuró haciendo entrega de banderas navarras y otros típicos souvenir del reino a los 41 jóvenes argentinos y chilenos que participaron en julio de este año.
Los eslóganes «Navarra. Muralla de las tradiciones con puentes al futuro» de Luisina Valor o «Cuando vine al mundo no pude elegir; ahora que puedo, Navarra hasta el fin» del también premiado Facundo Lucero, parecen mucho más idóneos que ese, en el fondo y en confianza, galimatías de «somos iguales, somos diferentes», que podrá tener, quizás, la elegancia del texto, o la belleza literaria al uso, pero que no tiene ese gusto a la tierra, que carece de sabor, que echa en falta nutrientes del piquillo en un eslogan demasiado frío como para calar en el corazón de los súbditos navarros.
Hasta hubiera sido suficiente para garantizar el éxito de la campaña, apelar al eslogan más navarro y castizo que recuerde la historia foral, aquel «Si se hunde el mundo que se hunda, Navarra siempre p´alante» que, de hecho, nadie representa mejor que Miguel Sanz.