«El libro negro del Ejército español» se titula la última publicación del exteniente del ejército de Tierra, Luis Gonzalo Segura (LGS), y editado por Akal. Ya había sacado antes otros títulos, como «Un paso al frente» (2014) y «Código rojo» (2015) que le valieron arrestos, desprecios, castigos, y finalmente la expulsión. Como dice, es el […]
«El libro negro del Ejército español» se titula la última publicación del exteniente del ejército de Tierra, Luis Gonzalo Segura (LGS), y editado por Akal. Ya había sacado antes otros títulos, como «Un paso al frente» (2014) y «Código rojo» (2015) que le valieron arrestos, desprecios, castigos, y finalmente la expulsión. Como dice, es el libro que nadie más quiso escribir. Totalmente recomendable, casi obligatorio y muy significativo que no sea noticia en casi ningún medio. A pesar de la verdad que muestra, no ha sido denunciado por nadie, por ello es muy singular; cuenta a su manera, la historia oculta del Desastroso Ejército español, que ha dado en los últimos 2 siglos más de 50 golpes de estado.
Se suele discutir a menudo, la rentabilidad de la Seguridad Social (S.S.) para meternos en la cabeza, de manera machacona el NO… ¿Por qué nadie discute si son rentables las FAS, Fuerzas Armadas Españolas? ¿Existe complicidad del mundo del periodismo, empresarial, político o bancario? El ejemplo más significativo de puertas giratorias es el Señor de la Guerra, Pedro Morenés, que facturaba a su empresa Instalaza, desde su puesto de ministro Defensa, cantidades de hasta 115 millones, pero es tan sólo un eslabón de una terrible realidad. Puertas que vienen de la época de Franco, «cuando pagaba los servicios prestados a unos hombres que convenía tener contentos y tranquilos»
Una buena metáfora de las FAS es el desfile. Lo que mejor saben hacer (marcar el paso) es algo intrascendente, carísimo, obligatorio, no hay que pensar, y quien se sale de la norma, la paga. La disciplina y la adulación, los valores más repetidos en las FAS, son una trampa mortal, como una bomba con retardo, al ocultar la verdadera cara castrense: un mundo impenetrable, que juega con vidas humanas, para enriquecerse. Es sabido que los gastos militares se «reparten» y camuflan hábilmente entre varios ministerios de una manera que es casi imposible seguirles el rastro, del mismo modo que el dinero se desliza entre paraísos fiscales.
No solo es carísimo de por sí el ejército. Existe, según el autor, una corrupción generalizada, algunxs dirán: «casos aislados«… ¿les suena la frase?… Mudanzas, comida, ropa, adquisiciones, combustible, formación, huérfanxs… aparte de las armas, claro. Cualquier elemento es susceptible de generar ingresos extras; si usted ha hecho la mili, sabe que un simple sargento o brigada puede trampear las cuentas de la cantina. Un teniente realizaba en un solo año, unas 500 mudanzas falsas, por un coste medio de unos 3.500 €uros. En los 5-6 años que una sóla empresa realizó los traslados, se generó un montante de unos 10 millones de euros… En 1995, desaparecieron…¡4 millones de litros de gasoil!… en el barco Marqués de la Ensenada. En 1997 se planificaron compras por valor de 30.000 millones de €uros, para un armamento mayoritariamente innecesario y deficitario.
26.05.2003: accidente del Yak-42 causa la muerte de 62 militares españoles, más otros 12 ucranianos y 1 bielorruso. En 30 años, entre 1949 y 1978, fallecieron 227 pilotos, no por guerra, sino por siniestralidad interna y negligencia. Más de 400 en los últimos 80 años, pero no importa, la indemnización de un militar raso cuesta tan sólo 23.000 €uros. Aviones que no vuelan, paracaidistas lanzados al vacío con una caja de herramientas, armas que no funcionan y explotan al usuario, carros de combate Pizarro que no disparan, submarinos S-80 de bonito color que no flotan… los chistes de Gila se quedan cortos ante la ineficiencia de nuestras FAS. El Tribunal de Cuentas detectó en 2016, de una muestra de 55 contratos adjudicados, por valor de 296 millones de €uros, que en ninguno de ellos existía justificación del importe asignado.
El portaaviones Príncipe de Asturias no llegó a entrar nunca en combate; desde su botadura en 1982 hasta su desmantelamiento en 2013, costó unos 1.800 m €uros al contribuyente entre la compra, mantenimiento, sueldos y otros gastos. El submarino S-80 tenía un exceso de peso de 75 toneladas y 4 unidades nos costaron 2.100 m € para Navantia. Abengoa, Santa Bárbara, Indra, EADS CASA, ITP, Aorenova, Tecnovit, Electroop, Amper, empresas beneficiadas. Pero gracias a amenazas reales o inventadas, a seguir en la OTAN, creada para combatir al comunismo soviético, al juego de velar por nuestra seguridad y al miedo creado por el sistema, la ciudadanía acepta indirectamente, el enorme coste de las FAS, aunque es lo menos rentable del costo público.
En definitiva, «no deberíamos haber adquirido sistemas de armas que no vamos a utilizar, para escenarios de confrontación que no existen, con un dinero que no tenemos, y lo que es más grave, que en muchos casos no funcionan». El trasvase de dinero entre la empresa privada y el estado es una cantidad inmoral, cuando se dan infinidad de recortes en necesidades básicas de la ciudadanía. Más de 32.000 millones destinados al gasto militar y al control social en 2018, el 2,75% del PIB en España, aunque en el presupuesto oficial figuren tan sólo unos 9.256 millones. LGS eleva esta cifra a los 40.000 millones. La cantidad dobla aproximadamente a la que se detrae cada año de los fondos de la S. Social. Propongo un plan a 10-20 años que sustituya un gasto por el otro.
La implicación de los bancos españoles en la industria de armas es tan extensa e importante, que el disparate de esta compra les ha reportado unos beneficios obvios y magníficos, con las repercusiones que ello tiene en los fondos privados de pensiones y otros valores en bolsa. Si las armas, la guerra y el miedo se imponen, la cultura y el pensamiento desaparecen. No vuelvan a decirnos que la S. Social no es rentable, resulta muy insultante. Léanlo este verano. En Salou, en Zarauz, en su casa del pueblo o de la Rotxa. A pesar de la modorra estival, les abrirá unos ojos como platos…
Manuel Millera es arquitecto
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