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Sostiene Zapatero

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El día 9 de septiembre a Zapatero se le saltaron los controles y durante unos breves minutos, tal vez irrepetibles, se dedicó a exponer verdades de Perogrullo. Defendió Zapatero la retirada de las tropas españolas de Iraq con un: «sobre todo porque era querida por la inmensa mayoría del pueblo español» que parecía reservarse otros […]

El día 9 de septiembre a Zapatero se le saltaron los controles y durante unos breves minutos, tal vez irrepetibles, se dedicó a exponer verdades de Perogrullo.

Defendió Zapatero la retirada de las tropas españolas de Iraq con un: «sobre todo porque era querida por la inmensa mayoría del pueblo español» que parecía reservarse otros argumentos más generales, y además afirmó que si «hubiera más decisiones en la línea del pueblo español, se abriría una perspectiva más razonable».

Después de proclamar entre líneas lo que hoy en día es una evidencia cuya manifestación está sin embargo poco menos que prohibida: la retirada de las fuerzas de ocupación -incluidas, desde luego las estadounidenses y las británicas- es el único comienzo de solución para Iraq, un pueblo castigado hasta lo inconcebible, Zapatero también afirmó que en la invasión de Iraq se había aplicado «la lógica de la fuerza militar» que había sido negativa para el conflicto en Oriente Próximo.

Lástima que la pérdida de controles no le llevase un paso más allá hasta el centro mismo de la verdad en el que aparecen los motivos indignos de una guerra de dominación y saqueo, sus métodos criminales y los engaños masivos que la hicieron posible.

Zapatero reduce en gran parte el efecto clarificador de sus palabras cuando sitúa falsamente la guerra dentro de la «estrategia de lucha antiterrorista» -de los Estados Unidos, se sobreentiende-, y no de la de dominación del mundo. Una estrategia, eso sí, según sostiene Zapatero, inservible, porque «multiplica la violencia».

No es de extrañar que las declaraciones del presidente del gobierno fuesen cínicamente censuradas por el Partido Popular, corresponsable y animador de la destrucción masiva, la ocupación violenta, y el saqueo sistemático de Iraq, que acusó a Zapatero nada menos que de atentar contra la legalidad internacional al boicotear la resolución 1456 de las Naciones Unidas.

Más puede sorprender a algún ingenuo incorregible el ataque frontal que ha recibido Zapatero de El País. El periódico de los «progres» -que compite en cinismo, con ventaja, con los sucesores de Aznar- comparte con el PP la acusación de inoportunidad del presidente del gobierno al recordar que en estos momentos «los secuestradores de dos cooperantes italianas exigen que Berlusconi retire sus tropas». Pero los argumentos principales son mucho más sustanciosos. Para los chicos de Polanco el problema se centra en «democratizar Iraq y evitar que se hunda en un desastre todavía mayor», algo, dicen, que «nos interesa a todos». El País asume que tales son los objetivos planificados por Washington y puestos en ejecución por la pareja Negroponte-Alaui.

El problema de Iraq -sigue argumentando El País– creado por una «torpe gestión del equipo de Bush» -torpeza, error, equivocación, son los términos que utiliza la prensa «liberal progresista» para referirse a la guerra de agresión, la destrucción planificada de un país y la matanza de sus habitantes- no va a resolverse con «una retirada en tropel, sin calendario ni negociaciones».

Uno o dos minutos de lucidez de un Zapatero fuertemente contradictorio -se está ultimando la preparación de un fuerte contingente de tropas para su envío a Afganistán y uno más pequeño a Haití, ambos en claro apoyo de la política imperialista de Washington- provocan la irritación de un sistema político que tiene muy claros los «intereses generales» del país, los límites de la soberanía y el carácter fantasmagórico de cualquier referencia al respeto a otros pueblos o a la propia dignidad colectiva.