Los señores obispos matizan: ellos no sostienen que sea moralmente reprobable dar el voto a un partido que haya «dialogado» con terroristas; lo inaceptable -dicen- es votar a un partido que haya «negociado políticamente» con terroristas. Se ve que sus eminencias estaban pensando en el Gobierno de Adolfo Suárez, que negoció la desaparición de ETA […]
Los señores obispos matizan: ellos no sostienen que sea moralmente reprobable dar el voto a un partido que haya «dialogado» con terroristas; lo inaceptable -dicen- es votar a un partido que haya «negociado políticamente» con terroristas. Se ve que sus eminencias estaban pensando en el Gobierno de Adolfo Suárez, que negoció la desaparición de ETA político-militar concediendo a sus integrantes contrapartidas políticas. Porque, que yo sepa, los demás gobiernos de España han hablado con ETA de todo un poco (en Argel, en Zúrich, en Bayona, en Escandinavia, en Santo Domingo…), pero sin llegar jamás a nada concreto.
De todos modos, ¿quién establece dónde termina el mero diálogo y empieza ya la negociación política? ¿La Conferencia Episcopal?
Durante años tuve en la pared de mi despacho una vieja fotografía -muchos estudiosos de la Guerra Civil la recordarán- en la que se ve a varios generales y oficiales franquistas posando en la entrada de una catedral acompañados de unos cuantos obispos y clérigos que levantan el brazo (los obispos y los clérigos, no los militares) haciendo el saludo fascista. En total hermandad. Nadie puede acusar a la jerarquía católica española de entonces de haber negociado políticamente con una banda de golpistas criminales: se echó en sus brazos por puro amor, sin negociar nada. Pero, en cambio, el Vaticano sí negoció, y mucho, y muy políticamente, con las autoridades del III Reich. ¿Será inmoral votar a un partido que se lleva a partir un piñón con una Iglesia que negoció políticamente y colaboró con un régimen genocida?
He conocido a lo largo del tiempo a muchos curas, e incluso a varios obispos. Sé que entre ellos hay de todo: desde gente excelente y entregada a las causas más nobles hasta personajillos repulsivos, a quienes, si les das la mano, lo mejor que puedes hacer es ir a lavártela cuanto antes. No generalizo.
En castellano, la palabra «anticlerical» tiene dos posibles sentidos. Es anticlerical quien se enfrenta al clero en masa, sin distingos. No es mi caso. Pero también se define como anticlerical a quien rechaza que el clero trate de condicionar los asuntos políticos. Ése sí es mi caso.