La novela social de las últimas décadas tiene en Belén Gopegui la figura más destacada y públicamente más reconocida. Autora de planteamientos vitales, con interrogantes que vertebran nuestros días de vida trabajadora, interrogantes para responder cada uno de manera particular, levanta preguntas de choque que son el fruto de los antagonismos que a uno […]
La novela social de las últimas décadas tiene en Belén Gopegui la figura más destacada y públicamente más reconocida. Autora de planteamientos vitales, con interrogantes que vertebran nuestros días de vida trabajadora, interrogantes para responder cada uno de manera particular, levanta preguntas de choque que son el fruto de los antagonismos que a uno le habitan. Su última novela «El padre de Blancanieves», con seguridad de lo mejor que se ha publicado últimamente, es una de esas a las que no escapas, lector, en ella perseguirás con inquietud tu propia huella en el mundo, y sentirás bien dentro, en la conciencia, que se te desatan las fuerzas pensantes y que te cambian.
Antes de comenzar la narración encontramos un párrafo de Jacques Lacan y dos preguntas -comprendidas en una declaración sobre lo que ha de saber un futbolista, «para qué juega y para quién juega. Es lo que debe preguntarse y responderse»- nos advierten de la tempestad que se va a desatar al pasar la página.
Una agresión patronal muy frecuente a los trabajadores, el despido, pone en marcha la maquinaria novelística. La respuesta inmediata del trabajador despreciado es exigir responsabilidad a quien ha sido, sin saberlo, la palanca de su nueva existencia en precario, «Llevar las consecuencias de los problemas al lugar donde se originan», que no es ni más ni menos que una mujer que hace un pedido a un hipermercado, y debido a las condiciones de trabajo, falta de personal, repartos draconianos, se considera maltratada por el último eslabón de la cadena al entregarlo más tarde de lo previsto. Todo empezará a darse la vuelta mientras empiezan a desprenderse en el proceso narrativo síntesis del conocimiento práctico y propuestas, «quien trabaja no puede intervenir en la elección de lo que hace, ni en la elección de para qué lo hace y para quién… deberíamos cuestionar ya la normalidad, cuestionarla con actos … en el camino podremos aprender algo sobre como producir … otro horizonte».
Entre tanto, un niño con parálisis cerebral convulsiona y reconduce la vida de una familia; el hermano, bajo la presión, al cabo del tiempo memoriza el poema del poeta Roberto Fernández Retamar titulado «Felices normales»: «Felices normales, esos seres extraños. // Los que no tuvieron una madre loca, un padre borracho, un hijo delincuente, // …»
Por otro lado, colectivos de jóvenes que tienen el propósito de hacer algo para cambiar el mundo, trabajadores, estudiantes, profesionales, cuestionan el sentido de sus conocimientos, el fin último de su puesta en práctica, y el por qué y el para qué de todo ello, discuten problemas generales ejemplificando con los particulares.
Trabajadores que se ven traicionados por los sindicalistas y les hacen perder «las dos cosas, la lucha y la dignidad. Debe ser como que te violen.»
Estudiantes y profesionales que ponen en funcionamiento un sistema de ahorro energético probado pero que los empresarios y las instituciones no ven interés para sus cajas registradoras.
La mujer que ha puesto en marcha la novela empieza a sentir parte de culpa en el despido del trabajador y la situación personal y familiar que el otro le plantea hace que busqué en la profundidad de su conciencia, lee «Diario de la fábrica» de Simona Weil y descubre la presión que ejercen sobre su voluntad sus límites de clase, que se derrumban, y se interna en el mundo de la clase obrera queriendo ser honesta conocedora y solidaria de la realidad que hay al otro lado.
En todos los ámbitos buscan el por qué y el para qué de sus quehaceres. Un constante cruce de cartas, intervenciones, escritos en cuadernos, comunicados, desbrozan dialécticamente las acciones puestas en marcha, en un ejemplo magnífico de puntos de vista, de conciencias distintas interviniendo, el progreso narrativo que como una tempestad cambia a los personajes, cambia su manera de hacer en el sistema.
A todo esto, el título «El padre de Blancanieves» ¿qué quiere decir? ¿a quién se refiere? ¿quién es el padre de Blancanieves? En el cuento tradicional el padre prácticamente desaparece, está elíptico, no interviene en ninguna circunstancia por muy terrible que sea para Blancanieves, que es el personaje más débil, su vida queda bajo el poder y la intención de decidir de la madrastra, el padre, quien tiene el poder en sus manos no lo ejerce, ha abandonado su responsabilidad dejando a la parte más ajena a sí mismo el poder de decidir, tal y como hace la mayoría social en ésta sociedad, que la enajena de sus propios intereses, gente que se quiere creer que lo que ocurre a su alrededor no tiene nada que ver con ella, que se da la vuelta ante los atropellos que lleva a cabo la madrastra de Blancanieves sobre unas partes u otras del conjunto social, que es inactiva ante los atropellos del poderoso capitalista, que vive temerosa o hinchada del individualismo insolidario e irresponsable. ¿Somos la mayoría como el padre de Blancanieves?
Conforme el lector se interna en la novela puede que se haga preguntas semejantes a éstas sobre las condiciones en que vivimos: ¿Hay mercado de trabajo? ¿cómo es que el trabajo está en el mercado? ¿el medio de vida está expuesto a la libre competencia, a la ley del más fuerte? entonces ¿el más fuerte tiene libertad para imponerse al débil? luego ¿no hay trabajo, hay mercado, y cuando elegimos gobierno elegimos administrador? ¿podríamos elegir un sistema distinto, un modelo en el que el trabajo y los beneficios estén a disposición de la sociedad, sociedad en la que las normas estén dispuestas para beneficio de la mayoría?
Enfrente tendrás durante toda la lectura al antagonista de todos estos planteamientos, que responde con los argumentos que hacen las vidas contradictorias hasta el relativismo más hipócrita.
Belén Gopegui nos entrega una novela que expresa el mayor de los respetos por el lector, de tal manera que después de haberla leído puede que te vuelvas a preguntar ¿qué lecturas del mundo me proponen la mayoría de los escritores? ¿cuál es el camino de vida por el que me incitan a andar? ¿ son audaces en sus planteamientos, son críticos, me dan la posibilidad de cambiar, o me distraen de lo que me enseña mí experiencia y me alejan de los conflictos que me atañen? y si es así ¿ese alejamiento de mi entorno no me vacía la conciencia, no me deja sin voluntad de unirme a quienes se interesan por cambiar el estado cosas? ¿voy a seguir inerme?
Belén Gopegui ha escrito una gran invitación a cambiar las reglas, nos hace saber que no hay nada acabado, nos enseña a preguntarnos y a ver cómo a través de la acción se modifica el entorno, que cada acto nuestro distinto lo modifica, y que visto en perspectiva se aprecia mejor.
Enfrente se arma el individualismo contra la organización y la ciencia, la opinión contra la prueba, el subjetivismo contra la objetivación, el relativismo como forma de desacreditar el conocimiento y el interés por las circunstancias, por los motivos.
Si lo integrado no produce ningún pensamiento porque ya forma parte de lo establecido, la novela de Belén Gopegui produce pensamiento, energía que impulsa al lector a ver el mundo desde un punto de vista en el que es protagonista, contestándose a las preguntas que vendría a sustentar la novela: Si yo fuese el padre de Blancanieves ¿la abandonaría a su suerte en manos de la madrastra que quiere hacerla desaparecer para decirse que la única que existe es ella? El inmaduro, el inconsciente, el débil mental ¿es libre? ¿Soy libre si no me hago responsable de lo que ocasionan mis actos, si no actúo en consecuencia, si no hago por impedir el atropello, por frenar al fuerte y cambiar la relación entre las partes?
Pocas, muy pocas veces vas a leer una novela como ésta
Título: El padre de Blancanieves.
Autora: Belén Gopegui.
Editorial: Anagrama.