El Consejo de Ministros aprobó el viernes un anteproyecto de ley para reformar el sector energético que contiene una batería de medidas fiscales cuyo objetivo es combatir el agujero de 24.000 millones de euros provocado por el denominado déficit de la tarifa eléctrica. Entre las medidas, detalladas en la rueda de prensa posterior al consejo […]
El Consejo de Ministros aprobó el viernes un anteproyecto de ley para reformar el sector energético que contiene una batería de medidas fiscales cuyo objetivo es combatir el agujero de 24.000 millones de euros provocado por el denominado déficit de la tarifa eléctrica.
Entre las medidas, detalladas en la rueda de prensa posterior al consejo por el titular de Industria, José Manuel Soria, destaca una tasa general del 6 por ciento a los ingresos a la generación eléctrica, independientemente de la tecnología.
El despacho, de la agencia Reuters, utiliza el sofisticado idioma político, como si pudiera disfrazarse con palabras lo que cabe en una frase: vuelve a subir la luz.
Nos suben más impuestos que, esta vez, vendrán reflejados en el recibo de la luz. Impuestos que van a ser ingresados -como los anteriores, pero con la subida correspondiente- en Barcelona; subida que va a repercutir, vía beneficios, en Italia, dado que la principal compañía eléctrica española es italiana, es decir, propiedad del Gobierno italiano. Impuestos de los que los andaluces aportaremos el mayor porcentaje, como territorio de más consumo, que por algo el Gobierno español, cuando era propietario de ENDESA, se preocupó de absorber Sevillana, que supone más del 50% de una empresa estratégica, actualmente en manos de un gobierno extranjero. Y, en redondeo «fascinante», la Generalitat reclamará unos impuestos abonados por los andaluces.
Fascinante. Pero de fascio. Ese es el precio de ser españoles.
Cuando se habla del ser español se pregona un sentimiento. Un sentimiento artificialmente creado por la publicidad, desde el colegio, la radio y demás medios de comunicación. Desde la ley. Un sentimiento históricamente insostenible, porque la historia no cuenta la verdad. Es falso que «España» se formara a partir del casamiento de Isabel I de Castilla y Fernando II de Aragón. Y esta sólo es una de las muchas falsedades sobre las que está construida la historia de España. En cambio es absolutamente real el desmantelamiento sistemático de la economía andaluza a cargo de agentes económicos externos, apoyados por todos los gobiernos españoles, y de los mismos gobiernos. Basta dar un repaso a las distintas empresas cerradas o pasadas a manos extranjeras: Delphi, Gillette, Cobreros, Dumaya, Supersol, Santana, Hytasa, Intelhorce, Astilleros, Sevillana de Electricidad y una larga lista que haría interminable este artículo.
El siglo XX fue el de la gran diáspora andaluza, en torno a dos millones y medio y medio de andaluces fueron obligados a salir de su tierra porque, mientras otras zonas se industrializaban con apoyo oficial y bancario, Andalucía perdía fuerza por la fuerza inversa de las inversiones en unos lugares y la desinversión en Andalucía. Andalucía recibe tratamiento colonial desde el siglo XIII. Comenzado el siglo XXI, desde el poder se vuelve a tratar la emigración «como solución…»¿Qué solución? ¿Para quién? Tal vez para -entre otros- los cientos de personas que ya no podrán trabajar en Cajasol; -más impuestos pagados en Andalucía a reclamar por la Generalitat- fusión, por cierto, sospechosa, quizá digna del más pormenorizado análisis por la fiscalía.
Cuando hablamos de Andalucía, no nos quedamos en el sentimentalismo de unos colores-calcados de los de Sevilla- ni de un himno copiado sin escrúpulos de una nuba del siglo X. Cuando hablamos de Andalucía hablamos de realidades. De una realidad histórica, con bastante más de quinientos años; de una realidad social, refrendada por sucesivos y constantemente actualizados abusos; de una realidad económica, marcada por el interés especulativo de los conquistadores. Cuando hablamos de Andalucía hablamos de unos derechos, el derecho de todo un pueblo a disponer de sus propios medios, a no ser dependientes con mayores recursos que quienes disponen de ellos.
No hablemos -no hablen- más de conciencia, porque las conciencias, como la memoria, despiertan. Mejor no intenten mantenerla adormecida, en nombre de una supuesta y falsa «universalidad» depredadora: la universalidad es universal; no se frena en los Pirineos.
Seguramente, quienes han hecho el mapa de naciones emergentes, han tenido en cuenta datos históricos, económicos, lingüísticos, culturales. Datos reales A lo mejor hasta han caído en la ayuda inconsciente de nuestros depredadores. Porque, no quepa duda, a la larga -y quizá no tan larga- el mejor acicate para sugerir a una nación su independencia, es la utilización interesada que se haga de ella; el esquilmar sus recursos; acabar con su industria para convertirla en consumidora y así venderle la producción del depredador.
No cabe duda: con cada abuso cometido contra Andalucía, se está despertando la conciencia del pueblo andaluz. Se está trabajando para que Andalucía reclame, de nuevo, su independencia.
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