Las novelas de Chester Himes, que recorrió el largo trayecto que va de la cárcel a la literatura, son una aproximación atípica al género negro.
Ahora que hasta la novela negra se ha convertido en una literatura sin aristas apta para todos los públicos, tan limpia y delicada que se sitúa en Escandinavia, cuando no directamente en el Polo Norte, tal vez sea interesante sumergirse en el Harlem multicolor de Chester Himes.
EE UU es el país del mundo con mayor población reclusa. Sus convictos suman el 23% del total mundial y uno de cada cuatro negros norteamericanos está en prisión, lo ha estado o está inmerso en un proceso judicial. Así que la condena que sufrió Chester Himes en su juventud (20 años por un atraco, de los que cumplió siete) se encuadra en lo que algunos consideran una variante mejorada del antiguo sistema esclavista. En la cárcel, además de trabajar como mano de obra barata, Himes comenzó a escribir y pronto vio cómo sus relatos empezaban a publicarse. «Eso me protegió de los convictos y de los carceleros. Los convictos negros tenían un respeto instintivo, e incluso miedo, por alguien que podía sentarse a escribir a máquina y cuyo nombre aparecía en periódicos y revistas. Los carceleros no podían tocar a quien pensaban que era una figura pública». Su experiencia penitenciaria quedó fijada en Por el pasado llorarás, una de sus mejores novelas.
En 1945 Himes se instaló en Harlem y ocho años más tarde, siguiendo la estela de otros escritores y músicos negros que buscaron en Europa una vía de escape al racismo, se trasladó a París. Fue Marcel Duhamel, el creador de la célebre Série noire de Gallimard y, por extensión, de una denominación genérica que ha pasado a España, la persona que propuso a Himes escribir novelas policíacas. Podríamos decir que, pese al éxito de las ocho que componen el ciclo protagonizado por ‘Sepulturero’ Jones y Ed ‘Ataúd’ Johnson, sarcástica pareja de detectives negros de la policía de Nueva York destinados en Harlem, la posición de Himes ante el género es, como su propia trayectoria vital, centrífuga y excéntrica. Del mismo modo que nunca se comprometió políticamente con el movimiento negro, Himes tampoco se ‘comprometió’ con la novela negra. En sus libros prescinde de las convenciones, las tramas son caóticas y abundan las digresiones.
Sin embargo, es la aproximación atípica que hace al género, apenas una excusa para recrear Harlem desde la distancia, lo que permite que sus textos, escritos por alguien que conoce de primera mano aquello de lo que habla, devengan una denuncia del racismo tan sólida como las de la literatura política de la época. Un tópico se repite, sobre todo en la parte de su obra no adscrita a la serie negra, el origen del racismo en el miedo del blanco a que el negro seduzca a sus mujeres.
De la mano de Sepulturero y Ataúd, Himes consiguió dinero y cierta fama. Los detectives se convirtieron en clásicos de la blaxploitation en un par de adaptaciones que acentuaron la veta cómica y suavizaron la violencia y la crítica social. Chester Bomar Himes nunca regresó a América. En 1969 se afincó en Moraira (Alicante), en compañía de su esposa, y allí residió tranquila y anónimamente hasta su muerte en 1984. En España escribió su notable autobiografía y la inconclusa Plan B, novela en la que sus queridos detectives se ven envueltos en el plan definitivo para lograr la liberación de los negros: el exterminio total de la raza blanca.