El deterioro de la credibilidad y la imagen de la Iglesia católica en España es origen de un nuevo movimiento o proclama de carácter colectivo, el de los apóstatas, formado por personas anónimas que sólo aspiran a que se borre definitivamente su nombre de los anales oficiales del Vaticano. Más de mil 500 «insatisfechos» de […]
El deterioro de la credibilidad y la imagen de la Iglesia católica en España es origen de un nuevo movimiento o proclama de carácter colectivo, el de los apóstatas, formado por personas anónimas que sólo aspiran a que se borre definitivamente su nombre de los anales oficiales del Vaticano.
Más de mil 500 «insatisfechos» de esta «falsa moralidad» decidieron reclamar su anulación definitiva de las «oscuras» o, al menos, «manipuladas estadísticas de los cristianos, apostólicos y romanos», que suman más de mil millones en el orbe.
Cuando una persona es bautizada y recibe en virtud del «agua bendita» la «cruz» y la «eterna gracia de Dios», queda registrado en los anales «divinos» del «reino de Dios», ente «omnipresente que lo perdona todo» y asegura «la salvación eterna» con la condición del «arrepentimiento de los pecados».
Pero si alguien, por lo que sea, decide renunciar a esa «salvación eterna» y no purgar con oraciones sus debilidades no le resulta fácil borrar su nombre del registro de la Iglesia que lo recibió cuando era un niño sin capacidad de elección.
A pesar de que el dogma de la Iglesia católica contempla que si sus fieles deciden renunciar «al reino de lo cielo» puedan apostatar, este trámite no es sencillo ni respetado por los llamados «emisarios de Dios». Así lo ha constatado un colectivo de españoles que, primero por separado y después como gru-po, decidió exigir su carta, credencial o «bendición», y la anulación de su nombre en las listas y estadísticas del Vaticano.
Ferrnando García, coordinador de la Co-misión de Derechos Humanos del Colectivo de Gays y Lesbianas de Madrid, explicó a La Jornada que su única intención es que se les respete su derecho a renunciar de una institución en la que «hemos dejado de creer», por su carácter antidemocrático y homófobo.
García es el vocero de más de mil 500 personas -heterosexuales, gays, lesbianas, transexuales o bisexuales- que reclaman a la Iglesia que «borre nuestros registros de fe católica», y denuncian sistemáticos bloqueos administrativos y formales del Episcopado Español para hacer realidad su reclamo.
Estos apóstatas, que hoy formalizaron su petición ante el Obispado de Madrid, sostienen que su renuncia al credo heredado de sus padres se debe a las siguientes razones: «La Iglesia recibe dinero público por el número de bautizos censados»; «ha sido y es responsable de genocidios, torturas, persecuciones, corrupción y atraso científico y humano»; «aconseja no utilizar preservativo aun conociendo la realidad actual respecto del sida»; «la Iglesia condena la eutanasia»; «ataca al colectivo homosexual y transexual impidiendo el desarrollo de sus derechos».
Además, sostienen que «son públicos y notorios los escándalos sexuales del clero católico y el encubrimiento por la jerarquía de la Iglesia, consecuencia de su represión», pero también «entorpece la libertad y la educación de la mujer y mantiene su postura condescendiente ante los malos tratos».
Este colectivo de apóstatas está decidido a seguir su lucha, por lo que si otra vez el obispado les niega su derecho presentarán ante diversas instancias judiciales su reclamo, inclusive amenazan con acudir al Tribunal de Derechos Humanos de Estrasburgo.