Recuerdo de Antonio Tabucchi, con ocasión de su reciente muerte, unido a la conmemoración del día internacional del Pueblo gitano y a un aniversario más, ¡ay! de la 2ª República
Ha muerto Antonio Tabucchi, sostiene Pereira. Desde aquí le dedico un recuerdo. Mientras estuve en el instituto italiano llegué a verle y luego hablar con él unas cuantas veces en sus visitas a Madrid. En cambio, voy a pararme en una bastante especial a inicios del año 2001 en Burgos. Compartimos un fin de semana en el Hotel Corona de Castilla de la calle de Madrid. El que lo cuenta, un servidor, asesoraba a una oenegé gitana en asuntos jurídicos y también a la sazón en el premio literario que otorga. Ese año el premio Hidalgo, que así se llama, se lo dimos a Tabucchi en competencia con el premio nobel Saramago. ¡Qué casualidad, otra vez rivales! Antes lo habían obtenido entre otros Juan Goytisolo, muy receptivo con la minoría gitana, y Günter Grass, que también nos visitó en alguna ocasión. Como valedor de Antonio, destaqué primero que en sus pequeñas novelas, relatos o cuentos manejaba un italiano muy sonoro y rítmico que a mí frecuentemente me hacía repetir gustoso, y a veces abrumado, su lectura:
«Caro Antonio, senza dubbio i tuoi livri mi hanno provocato lo stesso malessere che la piazza immensa di Santa Croce, la cui eccessiva bellezza soprattutto della chiesa con le pitture giottesche e il chiostro con il crocifisso di Cimabue avevano provocato Stendhal…»
Pero es que además como articulista político mantenía un nervio encomiable. Desde la revista Micromega de Paolo_Flores_de Arcais , dedicó una carta abierta al presidente de su república en plan el Cid de la jura de Santa Gadea (perdonadme la licencia pero evoco Burgos) que en nuestro país no he visto a nadie emular, y mira que nuestro jefe de estado ¡desde hace más de 40 años y toda la corte política nos lo pone fácil! Reprochaba a Azeglio Ciampi, la equidistancia creciente en la «era berlusconi» a la hora de homenajear a los antifascistas, y a Mussolini al mismo tiempo, esto es el 25 de abril, día de la liberación. Algo que les sonará ya que en este solar ibérico es doctrina constante parecida equidistancia del Tribunal Supremo, como hemos podido comprobar con respecto a la deshonrosa absolución del juez Garzón por haberse atrevido a juzgar los crímenes del franquismo. Mi maestro Lacasta-Zabalza, catedrático de Filosofía del Derecho (1), ha pronunciado como en él es habitual un certero comentario recientemente. Y luego, el toscano Tabucchi de alma portuguesa, había escrito un librito/reportaje sobre la persecución de los gitanos en Florencia que le concedió el ¡honor de ser nombrado persona no grata! por el alcalde florentino. En ese reportaje con un humor cáustico que ya conocía se reía de la cerrada oligarquía de la capital de los Medici e ironizaba con los convites «artísticos» de sus jerarcas y pasarelas de moda mientras echaban tierra sobre la periferia de los barracones gitanos y perpetuaban el caos de una ciudad empeñada en parodiar el mito de «La Bella y la Bestia», pues mientras los turistas sufren el citado síndrome de Stendhal sus ciudadanos padecen la vulgaridad de la vida cotidiana con un tráfico demencial plagado de ruidos y contaminación. Personalmente, también estaba a favor de Tabucchi en una polémica que por entonces mantuvo en Portugal con Saramago acerca de la bondad y hermandad de la lengua portuguesa, donde no quedaba muy claro esa naturaleza para sus colonias pregonada por el Nobel luso. (Aquí nuestro Borbón ha predicado por las Américas otro tanto…) Me ha sorprendido que de aquella refriega no haya quedado ni rastro en el universo de Internet. Hasta la viuda desde la fundación del Nobel, muertos los 2 gallos que picaban en el mismo corral, parece dispuesta a enterrar también el hacha de guerra. Y no sé hasta qué punto el uno o el otro fingía que no pasaba nada. Lo cierto es que don José en su cuadernos de Lanzarote había escrito: «No me perdonará nunca haber escrito ‘El año de muerte de Ricardo Reis’. Heredero él, como se presenta, de Pessoa, tanto en lo físico… » Con Umberto Eco protagonizó un debate más sonado, su respuesta dio título a un panfleto que llevaba por título «La gastritis de Platón». El ínclito semiólogo había publicado en «L’Expresso» un artículo con este rezo: «El primer deber de los intelectuales: permanecer callados cuando no sirven para nada».
«¿Qué debe hacer el intelectual si el alcalde de Milán se niega a acoger a cuatro albaneses? Será perder el tiempo recordarle algunos inmortales principios, porque si no los tiene ya asumidos, a su edad no cambiará de idea leyendo un manifiesto; el intelectual serio […] debería dedicarse a volver a escribir los libros de texto con los que estudiará el nieto del alcalde». Y concluye: «haber invocado [al intelectual] su alada palabra hubiera sido como reprochar a Platón el que no hubiera propuesto un remedio para la gastritis». -Se pregunta Eco-
Tabucchi se indigna por esa renuncia y conformismo. Con respecto a la educación de los nietos del alcalde de Milán, Tabucchi prefiere «manifestar su opinión para inducir a los electores a no volver a votarle» (pág. 48). En síntesis, que para el autor de Sostiene Pereira,
«La tarea del intelectual (pero también, quisiera insistir, la del artista) es precisamente ésa, querido Adriano Sofri (2): reprochar a Platón el que no inventara el remedio para la gastritis» (pág. 31).
Quiero finalizar esta semblanza, otra vez en Burgos frente al arco de Santa María al volver por el Espolón del teatro Principal recordando una canción republicana que el bueno de Tabucchi con toda su alma acometió a pleno pulmón. Era tarde y de noche típicamente gélida. Por suerte, y supongo que debido al poco tránsito, no terminamos en los calabozos. Esto ya lo conté por ahí algún año más tarde:
Si me quieres escribir ya sabes mi paradero, en el frente de Gandesa primera línea de fuego. Y seguía el que lo cuenta con voz aún más tronante:
Tercera Brigada Mixta, primera línea de fuego. Tercera Brigada Mixta, primera línea de fuego. ——- (1) El catedrático de Literatura portuguesa Antonio Tabucchi fue amigo de otro admirable iusfilósofo, Danilo Zolo. A otro jurista Antonio Cassese, presidente del Tribunal Penal Internacional de la Haya y a Manolo el gitano está dedicada su novela La testa perduta di Camasceno Monteiro, (La cabeza perdida…) basada en un caso de tortura que Tabucchi conoció por la prensa lisboeta. Interrumpió la novela que esos momentos le ocupaba y compuso la citada obra que posteriormente sirvió para la confesión del policía responsable de la muerte en la comisaría de Camasceno Monteiro, en la realidad, el joven Carlos Rosa. Manolo, el gitano, en cambio, es un personaje de ficción con el que el novelista rinde homenaje a la comunidad gitana entre el idealismo y la nostalgia de los tiempos en que «el pueblo nómada aún poseía caballos». (2) Las argumentaciones de Tabucchi contra Eco nunca se dirigen al autor de El nombre de la rosa, sino que impugna sus ideas a través de unas cartas remitidas a Adriano Sofri, líder izquierdista condenado a veintidós años de cárcel como presunto instigador del asesinato de un policía. Condena que levantó también su voz de alarma contra una justicia y un Estado que induce al recelo y la desconfianza desde e l proceso Caserio al asesinato de Aldo Moro, pasando por la masacre de Piazza Fontana . No es de extrañar que en su enfrentamiento con la Italia de Berlusconi, negadas sus tradicionales tribunas en «La Repubblica» o «El Corriere della Sera» acabara verdaderamente exiliado en la patria de Pessoa.
(Del blog del autor, «Mi retablo de las maravillas»: http://www.sakurambotsumamu.
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