Como empezaba sus reflexiones el aristotélico Tomás de Aquino, «al parecer» ETA ha roto la tregua con su si ha sido ella atentado en la T-4 de Barajas. Siguiendo el método escolástico del Doctor Angélico, «por el contrario», no es ETA la «causa final», es decir, aquello para lo cual está hecha la acción de […]
Como empezaba sus reflexiones el aristotélico Tomás de Aquino, «al parecer» ETA ha roto la tregua con su si ha sido ella atentado en la T-4 de Barajas. Siguiendo el método escolástico del Doctor Angélico, «por el contrario», no es ETA la «causa final», es decir, aquello para lo cual está hecha la acción de Barajas y, en cambio, el Gobierno del PSOE sí es la «causa eficiente» de la liquidación o suspensión del «proceso de paz», esto es, el responsable, como así lo entendió el pueblo español cuando dirigió sus iras a Aznar más que a quien colocó las bombas en Madrid el 11-M.
Dicho con menos oscurantismo: la culpa de que se haya perdido una gran oportunidad es del Gobierno y su presidente a la cabeza. Nadie se alegra de lo ocurrido en el aeropuerto (ni siquiera ETA) salvo los carroñeros que viven del conflicto. El PSOE no ha hecho nada ni siquiera una mueca como le imploraba el PNV y eso, cuando menos, es irresponsable. O algo peor típico de la tradición inquisitorial e imperialista española que pretende ver al enemigo rendido a sus pies, es decir, que haya vencedores y vencidos como si se tratara de una reyerta entre hampones de bajos fondos. Y no de un conflicto político o es que ¿alguien cree que si desapareciese ETA se esfumaría el conflicto?
El proceso no tenía, para empezar, por qué ser ni largo ni duro ni difícil, pero así lo ha querido el Gobierno marcando la agenda, los tiempos y los ritmos hasta que se le ha pasado el arroz. ¡Y ello sin iniciar nada! Yo no creo en la «talla» de tal o cual «político», sino en la estrategia de un sistema en concreto que adoptará una u otra «política» según los intereses de la oligarquía dominante. Pero es cierto que Zapatero ha demostrado ser un flojo, sobre todo ante la presión del PP. Si hubiera «altura de miras», si hubiese verdaderos «estadistas», jamás se le pediría a una formación política ilegalizada, por demás que «condene» la violencia ni nada. Eso queda para los teólogos y los curas. Jamás para lo que G. Mosca llamaba «clase política». A nadie se le ocurre «condenar» la ley de la gravedad y, saliéndonos de la física, la violencia que, puede ser repudiable y espantable, pero resulta ser la partera de la Historia, para bien o para mal.
Se ha vuelto a jugar con la ilusión y las aspiraciones de un pueblo y no es de recibo ni lógico ni racional cargar las tintas en una parte. Como tampoco lo es decir que se ha «liquidado» el proceso porque si algo hay en la vida y en la Historia es proceso y devenir. Al menos en dialéctica, salvo que nos volvamos todos escolásticos.