«Unidad, unidad, ¡cuántos crímenes se cometen en tu nombre!», me decía hace poco un compañero. Y es que entre las filas de la izquierda siempre hemos sabido que la división es el primer enemigo. Lograr sumar y aunar a quienes comparten un mismo espíritu de lucha y unos mismos valores es el primer desafío. La […]
«Unidad, unidad, ¡cuántos crímenes se cometen en tu nombre!», me decía hace poco un compañero. Y es que entre las filas de la izquierda siempre hemos sabido que la división es el primer enemigo. Lograr sumar y aunar a quienes comparten un mismo espíritu de lucha y unos mismos valores es el primer desafío. La mayor parte de las derrotas de la izquierda han incluido notables dosis de desunión. Pero los debates sobre la unidad y sobre cuánto se debe ceder para lograrla, tanto por parte de unos como de otros, no siempre logran librarse de cierta superficialidad ni de ciertos lugares comunes. Por definición nadie está en contra de la unidad, ¿quién osaría estarlo públicamente? Parece claro también que la unidad no es posible si no hay una coincidencia entre los objetivos y los medios. Por eso, tras valorar positivamente la unidad, muchas veces ésta se malogra porque alguien viene y nos recuerda que, sencillamente -nos dice-, no existen todavía coincidencias suficientemente profundas. ¿En qué situación se encuentra el movimiento republicano en el estado español en la actualidad? ¿Se puede lograr algún grado de unidad y coordinación que vaya más allá de las meras declaraciones y algunas manifestaciones conjuntas?
En los últimos cinco años se ha logrado avanzar mucho en la clarificación de la izquierda. El campo está hora mucho más nítido. Ahí están los famosos ocho puntos que configuran el espacio de la izquierda ante el sistema (que no de la izquierda del sistema). Hoy el rechazo a la Transición continuista del franquismo, el rechazo de la monarquía como una cuestión de principios ineludible e inexcusable, la condena de los crímenes franquistas, la soberanía e independencia frente al imperialismo, la apuesta por la república, el desenmascarar a las oligarquías sindicales que han destruido los sindicatos de clase, la cuestión nacional y el federalismo, la posición nítida contra el atlantismo y la militarización y una apuesta decidida por una Europa de los trabajadores son elementos que definen el campo de la izquierda. De la izquierda real, la que lucha, la que tiene claro cuál es el campo enemigo. La única izquierda que es percibida por el sistema como un adversario al que hay que combatir y destruir. Pues esa izquierda que lucha y que ha visto en estos años como la gran mayoría de sus organizaciones han sido destruidas o neutralizadas, no ha desaparecido. Sigue ahí, en la calle. Son miles de militantes o exmilitantes los que continúan creyendo en lo que creían, son cientos de miles de ciudadanos que siguen manteniendo una sensibilidad de resistencia y que, pese a las decepciones de todos estos años, se han puesto en marcha cuando ha habido que hacerlo. Y me refiero a las movilizaciones contra la Guerra (primero) y contra la repugnante y semifascista actuación del PP el 11-M (después), que ocurrieron pese a los grandes partidos de la izquierda oficial y ante el muro pétreo de los grandes medios de comunicación que los ignoraron y combatieron.
Hoy sabemos todos que el camino para reconstruir una izquierda organizada, combativa y con peso social y político, pasa por las coordenadas republicanas y de rechazo pleno a todo lo que significa la transición y sus cómplices. La Memoria histórica y su reinvindicación ha demostrado que un gran caudal de personas estaban dispuestas a movilizarse sin esperar a que nadie les llamara; hasta tal punto ha sido así que el estado y los poderes del sistema están combatiendo duramente ese resurgir de la memoria. Y no es que les preocupe el 36, sino que es su control sobre el siglo XXI lo que sienten amenazado si las masas populares conectan con su memoria y tradición de lucha y resistencia.
En el seno de ese amplio pero inconexo sentimiento de resistencia individual que percibimos no se ha extinguido, los partidos, grupos y asociaciones militantes en el campo de la izquierda que no se han rendido, somos una pequeña gota. Pero la labor de la parte militante de este movimiento es precisamente favorecer el paso de la resistencia moral individual a la actuación política colectiva. Hay variadas sensibilidades en el campo de esta izquierda que lucha, sin duda, pero se han obtenidos logros de importancia que facilitan acciones unitarias de cada vez mayor alcance. De entrada la cuestión se ha clarificado mucho con la formación de organizaciones y corrientes abiertamente republicanas y rojas, diferenciadas con nitidez de los grupos cómplices de la transición. Disponemos de un consenso básico expresado en una declaración política, pero también de importantes acciones conjuntas con un gran contenido simbólico como es, por ejemplo, el día 6 de Diciembre como jornada de lucha republicana. Quienes no apoyan el 6 de diciembre como jornada de denuncia del franquismo y la constitución monárquica, no tienen credibilidad para hablar en nombre de la izquierda. Esto es algo que está ayudando mucho a la clarificación del quién es quién en la izquierda.
Sobre la presencia en el seno del movimiento republicano de diferentes tendencias, constatamos que la diferenciación que pudiera parecer de más calado no es tan importante en la práctica, nos referimos a la diferencia entre republicanos y comunistas. Todos los comunistas somos republicanos (esto ayuda mucho), aunque desde luego, los republicanos no tienen porqué ser comunistas. Un comunista es un republicano que sabe que la lucha de clases es una dura realidad, que no ha habido ni una conquista social o política sin duras luchas y que los avances en la democracia y en la justicia social si lesionan los intereses de la clase dominante pueden suponer el fin de la democracia y ante esa situación, inmersos en esa lucha, el comunista es el republicano dispuesto a resistir y superar esa situación de una vez por todas. Pero no es cuestión de enfrascarnos ahora en cuestiones teoréticas -que no rehuimos-, sino de analizar los problemas para avanzar en el camino práctico de unidad que la realidad nos exige.
Organizaciones de un amplio espectro de luchas y sensibilidades estamos agrupados en la llamada Coordinadora Estatal de Organizaciones Republicanas; para muchos el programa de objetivos pasa por ampliar la propia base y extenderse, existe también una coincidencia importante sobre la necesidad de ampliar las acciones unitarias. Hace unos meses, la Plataforma Ciudadanos por la República hizo un llamado a la formación de candidaturas republicanas unitarias en las elecciones municipales; estas candidaturas se basarían en aquellos lugares donde la presencia de personas y organizaciones y tradiciones locales de lucha facilitaran una acción conjunta expresada políticamente. Es una propuesta muy abierta, dirigida al conjunto de organizaciones para que pudiera ser discutida, matizada o mejorada entre todos. Responde a una necesidad sentida no por nosotros como organización, sino por lo que entendemos es una mayoría de las personas que conforman el espacio republicano y de resistencia hoy en día. Esta es la clave.
Se trata de ofrecer una respuesta política organizada a una demanda de buena parte de la ciudadanía, a un grito que sordamente se oye a nuestro alrededor: no queremos votar a falsos candidatos de izquierda, es decir, ni al PSOE, ni a una Izquierda Unida absorbida por el sistema, ni a cuadros de sindicatos corruptos… Estamos hartos…
Debemos ser capaces de responder a ese sentimiento de hartazgo de mucha gente: no se trata de lo que pensamos nosotros, sino de lo que piensa mucha gente que está literalmente harta, y para quienes la incapacidad de la izquierda que lucha de ofrecer candidaturas creibles, abiertas, unitarias lo que provoca es desilusión y desmovilización. ¿seremos capaces esta vez?
Lo que puede impedirlo una vez más es la confusión ideológica en la que se mueven algunos. Aunque quizá más que una cuestión de ideología sea un problema de óptica y prioridades. La miopía política solo puede llevar al desastre. De hecho, en el documento que el PCPE hizo público rechazando la propuesta se incurre en la contradicción de afirmar primero que el movimiento republicano no ha logrado una situación que permita tal acción unitaria, para de inmediato autoproponerse como opción electoral -por si solos o en coalición-. Esto es lo que ocurre cuando se confunde la agenda interna de una organización con las exigencias de la lucha; la opción equivocada es hacer prevalecer las prioridades internas. La praxis de un comunista tiene que estar centrada en lo que la realidad nos exige. La dialéctica de la lucha se basa en el contacto permanente con la realidad, respondiendo a sus retos, no hacerlo es caer en el idealismo que ya el propio Carlos Marx combatiera. Hoy la realidad es que en apenas unos meses millones de trabajadores serán convocados a las elecciones municipales, ante la perspectiva de votar a partidos corruptos y/o cómplices de la transición, muchos votantes no lo serán. Lo peor no es la abstención (que puede ser también expresión de rechazo al sistema), no. Lo peor es la sensación de que una vez más hemos sido incapaces de presentar cara juntos y nítidamente esta vez en las urnas; esa sensación fomenta el desánimo y desmoviliza. Hay que combatirla.
La propuesta de las candidaturas republicanas unitarias es el camino del futuro; sea ahora o más tarde. En su formación la gente participará abiertamente, los cuadros de los partidos que lo sean mostraran el camino y sus argumentos en dialogo con la realidad y con los otros partidos y fuerzas, la experiencia de participar, confrontar, dialogar, construir un programa conjunto, coordinarse, sentir que no se está en solitario, sino formando parte de un movimiento republicano de amplia base será una experiencia muy pedagógica, muy útil. Se trata de hacerlo desde abajo, desde la sensibilidad de los que en cada pueblo y ciudad estamos dolorosamente hartos de tener que escoger entre votar los mismos de siempre o no votar… ¡¡¡ queremos candidatos republicanos fiables en nuestra ciudad ya!! Y queremos que las candidaturas sean abiertas, realizadas por comités y asambleas ad hoc, a ser posibles coordinadas en todo el estado, que no sean obligatorias, sino que se lleven cabo donde la relación de fuerzas lo permita y existan los ciudadanos y ciudadanas dispuestos a participar. No son la única batalla a librar, nadie afirma eso, pero el camino de reconstrucción de la izquierda que lucha pasa también por superar estos retos.
No es el resultado lo que importa, es el proceso, el viaje, la lucha. En ella nos hacemos y crecemos. Quien no lo vea es que está ciego. Imagino ya las críticas de algunos a esta posición que aquí expresamos. Quisiera recordar una anécdota de Lenin en Suiza. Encontrándose Lenin con unos camaradas en un café a orillas de un lago, hablaban de la revolución y de Rusia. Un vecino de mesa, un anarquista ruso, exiliado como ellos, les echó en cara sus palabras «¡Vosotros los bolcheviques os creéis muy radicales y no lo sois nada!!». Lenin, le contestó con sencillez. «Ser radical no es sencillo. Nada hay más radical que la propia realidad y estar a su altura no es fácil».
Hay que intentarlo.
* Benjamín Balboa. Comité de la Plataforma de Ciudadanos por la República