Durante siglos Europa fue considerada la vanguardia del pensamiento cultural, del desarrollo de las instituciones y del progreso. Pero en la actualidad, según Jean Ziegler, el que fuera relator especial de la ONU para el Derecho a la Alimentación entre los años 2001 y 2008, «la luz ya no viene de Europa». Considera, al igual […]
Durante siglos Europa fue considerada la vanguardia del pensamiento cultural, del desarrollo de las instituciones y del progreso. Pero en la actualidad, según Jean Ziegler, el que fuera relator especial de la ONU para el Derecho a la Alimentación entre los años 2001 y 2008, «la luz ya no viene de Europa». Considera, al igual que Maurice Duverger, que vivimos «la decadencia de las naciones europeas». «Dotadas de un modo de producción de un dinamismo y una fuerza creadora admirab les, pero sometidas a la voluntad de conquista de sus clases dirigentes y a su obsesión por el beneficio financiero inmediato, dejaron morir la Ilustración que les había dado vida». Estas palabras las escribió en mayo de 1010 en el prefacio a la edición española del libro «El odio a Occidente». En el año y medio que ha pasado desde entonces, todo lo sucedido en la economía y la política europea confirma esa visión.
Del mismo modo que señalaron Carlos Fernández Liria y Luis Alegre en su polémico libro «Educación para la ciudadanía», Ziegler denuncia que los Estados occidentales practican el «fascismo exterior», que consiste en que «en el interior de su territorio, constituyen auténticas democracias. Pero los valores democráticos que forjan el fundamento de sus Constituciones se detienen en sus fronteras». No solamente esto, podríamos añadir nosotros, es que los procesos de «democratización» que manu militari han iniciado en países como Afganistán, Iraq o Libia no han supuesto la más mínima mejoría de las condiciones sociales o políticas de los ciudadanos de esos países. Todo esto es lo que lleva a sembrar el odio a Occidente que da título a este libro. Ziegler repasa las causas de este odio mediante la exposición de los comportamientos de los gobiernos occidentales y sus líderes en los países empobrecidos. Como un Sarkozy que arenga a los africanos sobre la necesidad de que alcancen la soberanía alimentaria mientras Europa inunda el continente con pollos, frutas y legumbres que, gracias a las políticas del dumping agrícola a través de las subvenciones, cuestan tres veces menos que los producidos en África destruyendo así la economía de los países.
El odio hacia Occidente surge, señala Ziegler, porque los dirigentes del mundo euroatlántico pretenden imponer en toda la superficie del globo lo que ellos llaman «derechos humanos» y «democracia», pero que solo son leyes económicas y modos de producción al gusto de los países poderosos. Este funcionario de la ONU nos aclara que, tras los sistemas esclavistas y coloniales, hemos llegado al «actual orden del capital globalizado, con sus mercenarios de la Organización Mundial del Comercio, el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial, sus sociedades transcontinentales privadas y su ideología neoliberal, representa el último, y de lejos el más asesino, de los sistemas de opresión que se han dado en el curso de los cinco siglos pasados». Si bien esta afirmación no es nada nueva, aunque sí lo sea procedente de un alto cargo de la ONU, existe otra afirmación de Ziegler que vale la pena destacar. Se trata de que la «multipolaridad del capitalismo financiero globalizado es una engañifa». En mi opinión es importante esta advertencia para que ningún pueblo crea que una oligarquía financiera local pueda ser una alternativa a la extranjera. Afirma nuestro autor que «los pueblos del Sur odian a sus oligarquías locales de la misma manera, y por las mismas razones, que odian a Occidente. Por poderosas que sean, las oligarquías del Sur reproducen, en efecto, el sistema mundial de dominación y de explotación establecido por los occidentales».
Por último, los testimonios privilegiados de Jean Ziegler sobre cuestiones de las Naciones Unidas nos asombrarán por la forma tan elocuente en que se muestra la soberbia de las grandes potencias o la impotencia para aplicar los principios de la ONU cuando chocan con los intereses de los poderosos. Cinismo, arrogancia, esquizofrenia, doble lenguaje, son algunas de las expresiones que el ex relator utiliza para explicarnos el papel de Occidente en la ONU.
La conclusión es inevitable, el comportamiento de Occidente sólo puede generar odio. El odio del oprimido contra el opresor, del explotado contra el explotador, del humillado contra el dominador, del pobre contra el rico. Es, sencillamente, la lucha de clases a nivel internacional, por si alguien pensaba que eso era una expresión del siglo pasado.
Ziegler, Jean. «El odio a Occidente». Traducción de Jordi Terré. Península. 2010