Transcurridos los dos primeros años del Gobierno del PP, éste prepara ahora el complemento a lo que ha sido la gran contrarreforma socio-económica por ellos impulsada (laboral, financiera, pensiones, educación,..), es decir, el recorte simétrico en el campo de las libertades democráticas y ciudadanas con el fin de debilitar la oposición a sus planes y […]
Transcurridos los dos primeros años del Gobierno del PP, éste prepara ahora el complemento a lo que ha sido la gran contrarreforma socio-económica por ellos impulsada (laboral, financiera, pensiones, educación,..), es decir, el recorte simétrico en el campo de las libertades democráticas y ciudadanas con el fin de debilitar la oposición a sus planes y hacer más digeribles los mismos.
El mes de diciembre ha servido para poner en marcha todo lo anterior. El primer capítulo de esta novela negra se ha escrito con el texto de la Ley de Seguridad Privada que ha abierto el camino a la privatización de buena parte de lo que hasta ahora había sido considerado como una competencia pública y, junto a ello, permite reforzar el control social sobre la población dejando en manos de la propiedad bancaria, comercial y empresarial la posibilidad de armarse para mejor defender sus intereses.
Paralelo a lo anterior, el anteproyecto de la nueva Ley de Seguridad Ciudadana busca recortar de forma significativa lo que son derechos básicos en cualquier sociedad mínimamente democrática (manifestación, expresión,…), aumentar desorbitadamente las multas, sanciones y penas y, finalmente, blindar la actuación policial a fin de poder reprimir con mayor impunidad las movilizaciones nacionales, sociales y políticas que se anuncian para el presente año 2014.
La reforma del Código Penal va en la misma dirección. A pesar de que el Estado español tiene dentro de la UE uno de los índices de delincuencia más bajos y un mayor porcentaje de población encarcelada, se pretende ahora, en vez de humanizar el sistema, endurecerlo aún más: alargamiento de penas, «prisión permanente revisable» -auténtica cadena perpetua-, reducción de las posibilidades de excarcelación, incremento de medidas de seguridad privativas de libertad, generalización de la libertad vigilada post-penitenciaria… En definitiva, reforzamiento del Estado policial y carcelario.
El círculo de todas estas agresiones se cierra con la nueva remisión del aborto a las cavernas de lo prohibido, condenado y clandestino. El derecho al aborto, ya de por si restringido en la actual normativa, es pisoteado ahora por el proyecto de ley del ministro Gallardón para quien el derecho más básico de la mitad de la población, el derecho de las mujeres a disponer de su propio cuerpo, se sitúa por debajo de las neurosis y paranoias de la jerarquía eclesiástica y sus múltiples sectas «pro-vida», tan preocupadas siempre por los derechos de los no nacidos y tan distantes de los pisoteados derechos de la mayor parte de la población mal viviente.
En definitiva, el Gobierno se enrosca sobre sí mismo y responde en todos los terrenos, bien sean sociales, económicos o democráticos, conforme a unas fuerzas centrípetas reaccionarias que lo atraen cada vez más hacía los parámetros de explotación laboral y negación democrática de aquel franquismo que nunca ha dejado de impregnar las instituciones españolas.
Ante todo esto, hay veces en las que corremos el riesgo de ser presos de la desesperación y la impotencia. Ellos parecen invencibles y nosotros débiles, pero la realidad no es así. La fortaleza de ellos deriva de una mayoría absoluta institucional y del control de los aparatos del Estado (policía, judicatura,..), lo cual es mucho…, pero no todo, ni mucho menos. Ellos están débiles políticamente, cada vez más. Discordias internas les corroen y las puñaladas mutuas en el bajo vientre entre sus filas son el pan nuestro de cada día; la corrupción los golpea día sí, día también en el partido y en las instituciones; el envite soberanista catalán ha hecho tambalear la estabilidad institucional que creían inamovible; su esperpéntica y balbuceante monarquía no deja de plantearles problemas; sus reaccionarias reformas laborales y sociales desgastan notablemente sus bases electorales y ciudadanas.
En el otro lado estamos nosotros y nuestros grupos, sindicatos y partidos. La capacidad de movilización mostrada en estos últimos años no ha tenido parangón desde hace varias décadas. Se ha avanzado también en el terreno de la unidad y coordinación de la resistencia y la lucha. Los frutos logrados hasta ahora, contados por victorias, han sido escasos, pero nadie en su sano juicio puede afirmar que el volcán se haya apagado. Se extinguen viejas bocas de fuego pero surgen nuevas fumarolas por otros lados. Los vulcanólogos afirman que todas las hipótesis siguen abiertas.
El recorte en materia de libertades democráticas y la acentuación del carácter autoritario del este régimen y sus aparatos coercitivos tiene por objeto hacer frente a las nuevas movilizaciones que llaman a la puerta del Gobierno: consulta catalana, cadena humana Durango-Iruñea del 6 de junio, nuevas movilizaciones por los derechos de los presos y presas, herri harresiak, marcha a Madrid del 22 de marzo, respuestas frente a la nueva ley del aborto, movilizaciones educativas, sanitarias, anti-desahucios,… La revuelta social recién estallada en Burgos es un síntoma de lo que puede venir.
Las espadas están pues en alto, pero la clave de cómo pueda escribirse el futuro en los próximos meses y años depende de nosotros y nosotras. El mayor problema con el que nos encontramos no se encuentra en el Gobierno, su policía o sus leyes, sino en nosotros mismos: si logran convencernos de que no es posible vencer, entonces sí que habremos perdido. Pero si proseguimos con el «tantaz tanta» y el golpe a golpe de nuestras peleas diarias; si logramos reforzar lazos de unidad y trabajo conjunto entre nuestros grupos, sindicatos y partidos; si lejos de ser timoratos nos fijamos objetivos ambiciosos que sean capaces de hacer despertar de nuevo oleadas de dignidad y firmeza.., es más que posible que podamos finalmente resquebrajar ese bastión reaccionario del gobierno del PP cada vez más debilitado.
El recurso diario a la imposición y a la represión no es sino, en buena medida, el reflejo de una debilidad política que solo pueden compensar por vías autoritarias. Que no quepa la menor duda: ellos nos temen más a nosotros de lo que nosotros les tememos a ellos y tienen razones para pensarlo.
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