– ¿Qué posibilidades tiene el teatro para un filósofo? Déjame que me sacuda ese título. No me siento filósofo. Si lo fuera, en todo caso, no desdeñaría el teatro, que permite articular en el espacio lo que el pensamiento reserva al tiempo. Como ensayista que se ha ocupado largamente de la «indiferencia moral» asociada a […]
– ¿Qué posibilidades tiene el teatro para un filósofo?
Déjame que me sacuda ese título. No me siento filósofo. Si lo fuera, en todo caso, no desdeñaría el teatro, que permite articular en el espacio lo que el pensamiento reserva al tiempo. Como ensayista que se ha ocupado largamente de la «indiferencia moral» asociada a la forma mercancía, la propuesta de David Acera de escribir una pieza me ha permitido precisamente convertir este tema en una interpelación directa al espectador.
– ¿Vivimos en un B-52?
Mucho me temo que sí. Un supermercado occidental es un B-52. Un parque temático es un B-52. La televisión misma es un B-52, donde olvidamos los bombardeos mientras los vemos en un formato paradójicamente nihilizador: en la televisión no ocurre nada y por lo tanto podemos verlo todo sin inmutarnos, incluso la verdad. No es que no tengamos derecho a olvidar el dolor ajeno -ese es un derecho antropológico básico-; a lo que no tenemos derecho es a ignorar nuestra responsabilidad.
– ¿Crees que puede interpretarse como una obra sobre la banalidad del mal?
O sobre la irrealidad y radicalidad del «bien». Nos queremos, hacemos amigos, afirmamos nuestro compañerismo, nos solidarizamos con ellos, derramamos lágrimas sinceras o nos reímos sinceramente mientras esta bondadosa intimidad de grupo o de clase introduce efectos mortales en otra parte. Si el mal es banal, el bien es mortal.
– Brecht parece la influencia más clara en la obra.
No lo sé. Te confieso que la inspiración más cercana que tenía en la cabeza era la bruja Avería y los guiones de los electroduendes. Pero es cierto que esos guiones los escribí mientras Brecht, entre otros, me soplaba al oído algunos truquitos de distanciamiento por exceso: es decir, la asunción extrema, casi caricaturesca, del discurso del Mal, que de esta manera revela espontáneamente, sin forzarlo, su entraña incoherente y destructiva.
– Has vivido muy intensamente la revolución tunecina, crees que hay alguna conexión con el movimiento 15M.
Muchas. He escrito abundantemente sobre eso. Las formas de movilización, el modelo espacial de organización, el rechazo del liderazgo, el apartidismo, el protagonismo de jóvenes tratados hasta ahora como niños, la conciencia de que la dictadura, más que una persona, es un sistema. Curiosamente, ahora el 15-M regresa de vuelta a Túnez: desde hace un par de días, en la avenida Mohamed V, han acampado algunas decenas de jóvenes, conscientes de su vínculo con la Puerta del Sol, para denunciar el incumplimiento de las demandas de la revolución.
– ¿La revolución ha vuelto al imaginario colectivo?
Con toda certeza y sólo eso implica ya algo así como un cambio de dimensión, una ruptura de la que nuestra «transición», por ejemplo, nunca fue capaz. Seguían las guerras, las invasiones y las pequeñas resistencias, pero en algún sentido todos -a favor o en contra- habíamos aceptado como imposible una transformación de las condiciones subjetivas. La historia objetiva seguía su marcha en paralelo mientras que la historia subjetiva parecía «acabada», en sentido arquitectónico. Y de pronto el mundo se ha llenado de «desconocidos», de gente que no conocíamos y que no se conocía a sí misma. Como en los sombreros de doble fondo de los prestidigitadores, había otra subjetividad escondida y activa por debajo de la formateada por los mercados y los medios de comunicación.
– ¿Sigues pensando que existe una oposición entre lectura e internet?
Sí, creo que hay una oposición entre el universo letrado y el universo «pantállico», pero hay también una oposición entre la televisión, medio centralizado y jerarquizante, y la red con sus intercambios horizontales anónimos. Todos estos medios están presentes en nuestras vidas, chocan entre sí y constituyen una especie de «conciencia mestiza»: ésa es la conciencia desde la que (y sobre la que) tenemos que trabajar.
– ¿Te imaginabas convertido en autor teatral? ¿Vas a escribir más teatro?
No sé si alguna vez he tenido tiempo de imaginarme aquello en lo que iba a convertirme, pero digamos que me sorprende más haberme convertido en ensayista político, aunque lo soy desde hace 25 años, que en autor teatral, a pesar de mi poca experiencia. De hecho, me parece estar recuperando, con más recursos y más experiencia, la que fue de alguna forma mi primera vocación literaria. Lo que pasa es que no es cierto que las vocaciones se impongan contra cualquier obstáculo. Uno puede también decidir no seguirlas, porque se considera más importante o más útil seguir otro camino. Si el B-52 en el que viajamos me da la ocasión de llevarlo a cabo, tengo ya otro proyecto teatral en la cabeza.
Presentación en Barcelona de la obra de teatro B-52
Autor: Santiago Alba Rico.
Compañia Perro Flaco.
Domingo, 26 de junio.
Teatre del Raval.
Sant Antoni Abat, 12.
Metro: L-2 Sant Antoni.
Fuente: La Directa, 234, 22 de junio de 2011, pág. 19.