Tele 5 nos ha ofrecido las imágenes del talante: los guardia civiles pateando, torturando, maltratando a un emigrante entre las dos vallas de espinos. Quieren hacer, urgentemente, una tercera, esta vez metalizada: así se perderán mejor las balas para acabar con las ilusiones de esos jóvenes inmigrantes, negros, para más señas. Y nadie podrá filmar. […]
Están enloquecidos, unos pobres desarrapados son tratados como una invasión de un ejército enemigo. Estos subsaharianos van armados de hambre, injusticia, pena y esperanzas. Se las cortan a palos. Lo hemos visto. No se trata de una narración oral, se ha visto con nitidez cómo se ensañaban unos valientes beneméritos. La leyenda crece. Lo dijimos: no hay caso Roquetas; hay caso Guardia Civil. Después aparecen los cuerpos agonizantes o muertos y dicen que se han caído. Sigue la infamia.
José Bono se confiesa diariamente, pero sigue mintiendo para poder seguir confesándose. Y el ministro de Interior debe olvidarse de que ha sido jurista y ahora es el jefe de los de la porra, el responsable de que se sigan produciendo los linchamientos, los abusos de poder, las actitudes autoritarias y fueras de control democrático. ¿Les darán medallas a esos valientes, los condecorarán, subirán en el escalafón? A los buenos patriotas, a estos héroes se les debe tratar con los honores que les corresponde.
Construir una tercera valla, además de proporcionar algunas buenas comisiones, ¿para qué servirá? Ni las palizas, ni las muertes violentas pararán esta marea humana. Es la necesidad, la injusticia, el desequilibrio globalizado el que produce estas avalanchas. Si se concentra la riqueza en una parte del planeta, allí acudirán los hambrientos. ¿Tanto cuesta entenderlo? Llevamos puesta la tercera valla en las mentes, en los corazones y solamente vemos los triunfos televisivos y el chalet adosado, pareado o unifamiliar. Rodeados de vallas. Y de cuerpos armados.