Hay algo cien mil veces peor que el olvido y es que te hagan un homenaje. De un tranquilo recuerdo te rescatan mucho y a menudo buenos y amantes lectores. ¿Necesita Miguel Hernández ser recordado? Los homenajes son un mal trago innecesario.
Consistorios, patronatos, familiares y enemigos de la víctima tardaron un poco en ponerse de acuerdo sobre dónde, cuándo -y sobre todo cuánto- hacer un homenaje a Miguel Hernández. El Ayuntamiento de Orihuela -su pueblo- decidió romper el hielo patrocinando un supuesto libro en el que un autor local se dedicó a poner a bajar de un burro a Zapatero, Carrillo y algún otro -llamándoles ‘felones’ y ‘pillos’, que son como insultos de otra época- y a elogiar de manera oscura y empalagosa a varios capitostes del Partido Popular. Todo ello en verso. En verso dudoso, por decirlo suave como en la Cadena SER. Se dice que han repartido los libros en dos colegios, pero a estás horas deben estar enterrados en sarcófagos de plomo para salvar al resto de la población de un ataque masivo de caspa.
El Ayuntamiento se ha desdicho rápidamente y asegura que el libro no ha costado nada a los contribuyentes. Sólo hubiera faltado que hicieran partícipes del papelón a todo el vecindario.
Estarán pensando en el consistorio, sin duda, lo bien que hubiese quedado una ceremonia fría, vacua; oficial. Sutilmente ofensiva, de saqueo de tumbas, de apropiación de muerto ajeno. La ocasión era propicia. Un poeta de izquierdas, un Ayuntamiento de derechas y cien años que se cumplen y no se puede evitar. La oportunidad era perfecta para dárselas de ‘culturetas’, demócratas e incluso para confesar que se lee mucha poesía en la intimidad. Un acto, a priori, fácil y resultón. De los de hacerse fotos sonriendo en la gaceta local. Todo estaba preparado: lectura de poemas -de los más líricos, por eso de «no reabrir heridas»-, discursito sobre lo malo de las guerras entre hermanos en plan demócratas criptofascistas, suelta de palomas, vino español y misa castrense. Y, como en una historieta de Martínez el Facha, va alguien y la lía. Sin venir a cuento.
Homenaje a sus amigos
Lo del libro debería haber sido un trámite: una encuadernación bonita, un objeto que regalar. Poco importa que estuviera dentro Perito en Lunas o El hombre acecha. Si nadie va a leerlo. ¿Quién lee poesía en estos días…? Ahora, por su falta de interés por la lírica, un libro que estaba condenado a parecerse a los libros de cartón que hacen bulto en las estanterías de los salones de Ikea, se ha convertido en un best seller de la antología del disparate. Un objeto digno de figurar en un tomo monográfico del Celtiberia show de Carandell. Y lo solemne se convierte en bufo, en ridículo atroz y espantoso. Lo que podía haber sido un evento tirando a triste se ha convertido en un pasacalles de la risión. Allá donde vayan el Ayuntamiento y sus lebreles o se mencione al poeta saldrá la mirada divertida, la sonrisa burlona y la carita de sorna.
En cuanto al artista que lo ha perpetrado ha conseguido, supongo, lo que quería: mostrarse como es. A lo mejor ni entiende qué pasa. Si él sólo quería hacerse un homenaje, a sí mismo y a sus amigos. Y se ha notado demasiado. Más que un cumplido, ha cubierto de oprobio al homenajeado.
No hace falta decir su nombre ni el título del libro. A ver si en este mundo donde el ‘friquismo’ parece una virtud este señor va a hacerse famoso y alguien se va a olvidar de leer a Miguel Hernández. Toda su obra es de dominio publico y hay ediciones magníficas que no está de más leerse. Aunque sea de vez en cuando.