Para Juan García, Prometeo liberado. La conozco desde que era joven. En algunos momentos hemos trabajado juntos; luego he seguido su trayectoria sindical y política con respeto y admiración. Debo confesar que su recorrido como secretaria de Podemos y portavoz en el Parlamento de Andalucía me ha sorprendido. No esperaba tanta determinación, firmeza y […]
Para Juan García, Prometeo liberado.
La conozco desde que era joven. En algunos momentos hemos trabajado juntos; luego he seguido su trayectoria sindical y política con respeto y admiración. Debo confesar que su recorrido como secretaria de Podemos y portavoz en el Parlamento de Andalucía me ha sorprendido. No esperaba tanta determinación, firmeza y claridad de ideas y, sobre todo, valentía, una inmensa valentía frente a un gobierno que es algo más que un gobierno, es un régimen y que, como hemos visto recientemente, determina, también, los destinos del PSOE.
Las trayectorias de Teresa Rodríguez y Susana Díaz dan mucho que pensar. Quiero partir de una anécdota que sucedió en un barrio de Mairena del Aljarafe (Sevilla) que votaba masivamente al PSOE. Era el momento del ‘asunto Juan Guerra‘, el hermano del, en aquel momento, vicepresidente del gobierno español. En un bar se discutía acaloradamente sobre las corruptelas y todo lo demás que iba apareciendo en el gobierno del PSOE. Tras muchas argumentaciones, una persona dijo algo que me golpeó: «Hasta ahora, siempre los que han gobernado se lo han llevado todo. Ahora nos toca a nosotros, también nosotros -lo enfatizó con fuerza- tenemos derecho». Lo que no terminó de decir es que tenían derecho a lucrarse por el ejercicio de un cargo público.
En la lucha social, en el conflicto político, los actores, las personas concretas de carne y hueso, lo protagonizan desde diversas perspectivas y aspiraciones; unos luchan por mejorar su situación y ascender socialmente, intentando ser como ellos, como los que mandan y organizan la sociedad; otras, luchan, combaten -y casi siempre pierden- para cambiar la sociedad, por romper las jerarquías sociales y avanzar hacia la emancipación. Ambas figuras coexisten muchas veces en las mismas organizaciones y libran batallas especialmente duras; el sistema no es ajeno, nunca es ajeno a ellas. El partido obrero no es neutral, sino que pretende unificar las distintas experiencias, expectativas y motivaciones en un proyecto de transformación social en un sentido igualitario y socialista. A esto se le ha llamado históricamente conciencia de clase.
Susana Díaz y Teresa Rodríguez reflejan estos modos de participar e intervenir en el conflicto político. La inquina, el desprecio y la soberbia con que Susana Díaz trata a Teresa Rodríguez tiene mucho que ver con lo que ésta simboliza y expresa: una dirigente que sigue apostando por las clases trabajadoras y enfrentándose ejemplarmente con los que mandan y no se presentan a las elecciones. La presidenta andaluza ve en ella no solo una adversaria a batir, sino una persona que le recuerda cada día que se puede seguir luchando por los de abajo desde convicciones profundas, desde un proyecto concreto, posible, solvente y alternativo a las políticas dominantes en Andalucía. Teresa Rodríguez es la mala conciencia de una secretaria del socialismo del sur que se ha convertido en clase política y en aliada estratégica de los grupos de poder económicos.
En la segunda Asamblea andaluza de Podemos acompañaré a Teresa Rodríguez. Lo haremos muchas y muchos para construir una alternativa con voluntad de gobierno, con vocación de mayoría, desde una estrategia nacional-popular que valorice y ponga en su centro a las personas, a las clases trabajadoras, a las y los jóvenes, a nuestros agricultores y jornaleros, a los hombres y mujeres que crean la riqueza del país y que necesitan futuro y dignidad. Acumular fuerza política, fuerza social, fuerza cultural para construir un nuevo sujeto democrático-plebeyo que sea el motor de un nuevo proyecto para Andalucía. No será fácil pero la tarea merece la pena.
Fuente: http://www.cuartopoder.es/cartaalamauta/2016/10/07/teresa-rodriguez
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