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El libro “Memorias de posguerra”, del historiador Manuel García, recupera el legado del exilio cultural republicano

Testimonio de una generación rota

Fuentes: Rebelión

Frente a la erudición, la experiencia vivida. Frente a la aridez y las estructuras cerradas de conocimiento, la espontaneidad del habla y el recuerdo. Siguiendo el hilo del clásico de la historia oral «Recuérdalo tú y recuérdalo a otros», de Ronald Fraser, la Universitat de Valencia ha publicado «Memorias de posguerra. Diálogos con la cultura […]

Frente a la erudición, la experiencia vivida. Frente a la aridez y las estructuras cerradas de conocimiento, la espontaneidad del habla y el recuerdo. Siguiendo el hilo del clásico de la historia oral «Recuérdalo tú y recuérdalo a otros», de Ronald Fraser, la Universitat de Valencia ha publicado «Memorias de posguerra. Diálogos con la cultura del exilio (1939-1975), del crítico de arte e historiador especializado en la II República, la guerra civil y el exilio español, Manuel García. Se trata de un libro de historia y memoria oral, integrado por 35 entrevistas ordenadas en cinco bloques: «los mexicanos»; «los artistas europeos»; «los exiliados españoles»; «el éxodo de la posguerra» y «los hijos del exilio».

«Este libro no lo escribí yo, sino la treintena de personajes que han respondido el cuestionario y han hablado para una antigua grabadora», confesó el autor durante la presentación del libro en México. Un trabajo arduo (Manuel García se define como «historiador e investigador autodidacta») de más de 25 años de consulta en archivos y entrevistas, que se inició con los artistas, escritores o intelectuales mexicanos y su recuerdo del Congreso Internacional de Escritores en Defensa de la Cultura, celebrado el 4 de julio de 1937 en Valencia.

El primer capítulo incluye, tras una pequeña introducción de cada personaje, conversaciones con el escritor y periodista Juan de la Cabada, quien permaneció en España tras el Congreso y acabó en el campo de concentración francés de Argelès-sur-Mer. No llegó a tiempo de entrevistar a Elena Garro, autora de «Memoria de España 1937», quin asistió con Octavio Paz al congreso de intelectuales antifascistas. Pero sí platicó con otros personajes mexicanos del mundo de la cultura: José Chávez Morado (pintor y grabador); Fernando Gamboa (museógrafo) o José Luis Martínez (académico).

¿Qué interés reviste este trabajo? Una de las posibles respuestas se la dio a Manuel García la novelista y ensayista estadounidense Susan Sontag, a quien entrevistó en 1983: «Los exilios son un drama para los países que lo generan y una bendición para los países que lo reciben. Nueva York no hubiera sido la capital del mundo de la cultura sin la presencia de la emigración europea».

El autor de «Memorias de posguerra» también ha tenido particular interés en recuperar el legado de fotógrafos, reporteros y periodistas, que tan significativo rol desempeñaron en la contienda española. Más allá de celebridades como Robert Capa, en el capítulo segundo del libro figuran conversatorios con los fotógrafos Kati Horna y Walter Reuter. Expresan sus opiniones y experiencias además el director de cine y guionista de Buñuel, Luis Alcoriza; la pintora Paloma Altolaguirre, el arista Josep Renau, el filósofo Adolfo Sánchez Vázquez, uno de los propulsores del marxismo en México, los escritores Juan Gil Albert y Ángel Gaos, y el antropólogo Santiago Genovés.

A muchos de los migrantes españoles que abandonaron el país entre 1937 y 1942 (en torno a 25.000 se desplazaron a México) les esperaba un país gobernado por el general Lázaro Cárdenas (1934-1940). «Tenía un proyecto de país», subraya Manuel García. Y su política «reformista» mantenía evidentes similitudes con los avances de la II República española. Al margen de su relación con Azaña, Cárdenas impulsó reformas agrarias y educativas, nacionalizó el petróleo y abrió el camino para hacer lo propio con la industria eléctrica. Acogió a miles de exiliados españoles, muchos de ellos profesionales, científicos y gente de la cultura que contribuirían a la reforma de la universidad mexicana. Cuando en 1937 las bombas caían sobre las ciudades españolas, llegaron al país centroamericano -en una operación política y humanitaria- los (456) niños de Morelia.

En ocasiones las anécdotas condensan grandes tendencias históricas. En este caso, la amnesia respecto a la memoria de la II República y la guerra civil. En México Manuel García convenció al arquitecto Juan Ignacio de Cueto y a la escritora y periodista Elena Poniatowska (una semana antes le habían otorgado el Premio Cervantes) para la presentación de «Memorias de posguerra». Incomprensiblemente el consejero cultural de la Embajada de España se negó a la presentación del libro en el centro cultural, por lo que se tuvo que escoger otro lugar: el Ateneo Español de México, en la capital, que se llenó hasta los topes. Del hecho concreto trasciende una categoría: «No se puede construir un discurso político democrático sin la memoria de la última experiencia democrática, la republicana», afirma García.

En esta compilación de entrevistas e historia oral, sobre la guerra y el exilio, se reúne una diversidad de «materiales sobre la memoria», resume el catedrático de Historia Medieval de la Universitat de Valencia y responsable de la edición del libro, Antoni Furió. Entendida en un doble sentido. Primeramente, la memoria de la posguerra y el exilio que cuentan los entrevistados. Pero, además, la de la década de los 80 y 90, que es cuando se realizan las entrevistas, pues permite ver, según Furió, «cómo se está recepcionando la cultura del exilio en las últimas décadas del siglo XX; es una época de silencio oficial y académico».

El catedrático subraya que el libro no ofrece Historia (como discurso ordenado, estructurado y jerarquizado), sino la memoria de tres grandes momentos: la guerra civil y, sobre todo, el momento del Congreso Internacional de Escritores en Defensa de la Cultura; en segundo lugar, la memoria del exilio principalmente en México; y, por último, la post-dictadura (años 70, 89 y 90 del siglo XX). El Congreso de 1937 aparece en diferentes pasajes de la obra. Desempeñaron un papel destacado los diferentes partidos comunistas, aunque en el libro se resalte la contribución del caso mexicano, con personajes como el pintor y muralista Diego Rivera, el escritor Juan de la Cabada y otro pintor, David Alfaro Siqueiros. Muchos de los intelectuales que tomaron parte en el evento eran muy jóvenes (entre 20 y 23 años). También es importante la influencia de los partidos comunistas francés y español (Malraux y Alberti). El autor destaca la labor de mujeres como Susana Gamboa, en el traslado de exiliados a México.

El Congreso Internacional de Escritores en Defensa de la Cultura tiene lugar en un contexto bien concreto, la Valencia de 1937, no sólo capital de la II República que acogía las principales instituciones del estado, sino asimismo capital del arte y la cultura. Precisamente la Universitat de València publicó hace unos años diferentes volúmenes sobre esta realidad, con información sobre los hechos más relevantes, ubicación de embajadas y ministerios, residencias de escritores y artistas, entre otros aspectos. El asesinato de José Robles en Valencia, por ejemplo, pone de manifiesto las cruentas pugnas internas dentro del bando republicano.

Coincide Antoni Furió con el autor de «Memorias de posguerra» en que Cárdenas trató de forjar un «proyecto de país», en el que «los intelectuales españoles en el exilio tuvieron un peso enorme». Además, la República Mexicana nunca reconoció a la dictadura franquista. Al final, subraya el responsable de edición, el valor del libro es que rescata «la memoria y los recuerdos de mexicanos que estuvieron en España en 1937, y de los españoles que se exiliaron a México». «En la transición hubo voluntad de no hablar de estas cuestiones», señala el profesor de Historia Contemporánea de la Universitat de València, Albert Girona. «Sólo se dio una cierta recuperación a finales de los 90». Matiza que, aunque fueron «años oscuros», en la década de los 80 hubo una parte de la academia que, con muchas dificultades para acceder a los archivos, intentó una reconstrucción de la memoria. Recuerda además, sobre el motivo específico del libro, que el conflicto de 1936-1939 generó «grandes desplazamientos de población y una enorme solidaridad internacionalista». Fue la primera generación democrática del estado español, en plena madurez intelectual y profesional en los años 30, que tuvo que partir a México, Argentina, Chile, Cuba, Francia o al norte de África, entre otros países. «El exilio es una ruptura de la biografía individual, pero también de la historia colectiva de un país», remata el docente.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.