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El poder en Canarias no es ajeno a esta forma de control social

Tienen miedo

Fuentes: Rebelión

Se impone la política del miedo. O mejor, la política gracias al miedo. En todas las épocas el poder ha utilizado el miedo como forma de control social, pero en esta era en que los medios de comunicación de masas son más globales que nunca, esa pretensión se convierte en un fenómeno de enorme envergadura […]

Se impone la política del miedo. O mejor, la política gracias al miedo. En todas las épocas el poder ha utilizado el miedo como forma de control social, pero en esta era en que los medios de comunicación de masas son más globales que nunca, esa pretensión se convierte en un fenómeno de enorme envergadura cuyo uso es ya tan común como el de la electricidad o los alimentos transgénicos. Decía Eduardo Galeano en su artículo El miedo global «… los que trabajan tienen miedo a perder el trabajo, los que no trabajan tienen miedo de no encontrar nunca trabajo…». De eso se trata.

Los círculos del poder económico-político de Canarias no son ajenos a esta realidad campante, y no han tardado en sumarse al uso del miedo como arma política. De un tiempo a esta parte el miedo se palpa en cada cosa que comemos, que tocamos, que vemos o no vemos pero nos hacen imaginar. Las grandes campañas auspiciadas por norteamérica para introducir el miedo están bien para empezar , y así se sumaron a los voceros del miedo al terrorismo, al ántrax, a las armas de destrucción masiva, o a esa especie de neocomunismo venezolano fidelista-chavista que tanto miedo produce – sobre todo a las grandes multinacionales norteamericanas. Pero a esos miedos les falta algo, no sé, de idiosincrasia, de «identidad». Había que elaborar un catálogo de miedos más archipielágico que vender a nuestros convecinos y convecinas, un tiovivo de miedos que tuviera ese componente tricolor que tanto gusta a los actuales gobernantes.

Ellos nos dijeron que había que tener miedo porque el Teide iba a explotar, y nos enseñaron cuánto miedo debíamos tener en función del color de la alerta, roja, amarilla o verde; y el semáforo pasó de las avenidas a las radios y las televisiones, y pseudoexpertos a sueldo nos indicaban concienzudamente cuánto miedo debíamos sentir a cada hora del día. Un día ya no se habló más del miedo a las erupciones porque llegaba otro miedo aún más aterrador: el miedo a los polvos de Melendez. Y tertulianos en la radio y en la tele se olvidaron del Teide y comenzaron a hablarnos de aminoácidos e hidratos de carbono entre los resultados de la quiniela, las jaurías de seguidores y detractores de los «polvos» se encontraron en el terreno de la dialéctica y la adquisición masivo de unos u otros métodos curativos. El pueblo pierde, el consumo gana.

Un día los polvos de Melendez desaparecieron de las portadas y ya nadie se preocupó por posibles problemas de riñón, por patentes o por síndromes metabólicos, porque Ellos habían decidido que había un nuevo miedo: el miedo al inmigrante. Durante años los pobres hombres y mujeres del África expoliada habían llegado a las costas de Fuerteventura y Andalucía sin pena ni consuelo, venían como la época de Alisios o los Carnavales, sin preocuparle a casi nadie el que hasta la fecha puede ser uno de los mayores genocidios de la historia de la humanidad. Ahora llegan a Gran Canaria y Tenerife, ahora sí es un fenómeno peligroso. Ahora hay que tener miedo a la superpoblación, las enfermedades extrañas, la violencia indiscriminada, y no cabe duda que usar la mentira y la emoción como argumento consigue mejores y más rápidos resultados que cualquier razonamiento, por sencillo que sea.

Pero la verdad es que Ellos no tienen miedo de estas pobres personas (porque aunque demasiadas veces se les olvide, son personas) que se juegan la vida por conseguir la vida, ni tampoco tuvieron miedo a los supuestos indicios de erupción, ni mucho menos de los polvos de Melendez -que incluso algunos de Ellos consumían. Ellos tienen miedo a que sus tropelías y negocios sucios terminen de cansar a nuestra gente hasta el punto que decidan no tener miedo, y están dispuestos a ir contra todo y contra todos para que los que les pagan el chalet y el coche de lujo no tengan que disminuir sus beneficios. Tienen miedo de que los y las jóvenes concienciadas, el 25 % de personas que viven bajo el umbral de la pobreza, todos y todas aquellas que sufrimos un colapso cada vez que nos asomamos a nuestra tierra , los vecinos y vecinas que han visto como se especulaba con sus viviendas (como los de las Teresitas), los que están sordos de escuchar que deben ahorrar agua mientras les expropian su casa para otro campo de golf (de esos no hay superpoblación), todos y todas aquellas que ya están hartos de tener que callarse y agachar la cabeza ante las opiniones de los corre-ve-y-diles de turno que viven de las migajas que reparten sus mecenas; tienen miedo a que la gente de a pie deje de prestar atención a sus monsergas y decidan que ya está bien de mentiras, de malgastar nuestros recursos, y pongan freno a sus pretensiones de arrasar lo que se les ponga por delante para hinchar sus bolsillos. A eso sí que le tienen miedo.

* Eparquio Delgado es candidato de Izquierda Unida Canaria al Parlamento de Canarias y Secretario de Organización de IUC-Tenerife.