En octubre de 2016 han programado representaciones en la Fira del Llibre Anarquista del Maresme (Canet de Mar, Barcelona), el local de la CNT-AIT de Granada, los centros sociales okupados y autogestionados de L’Horta y La Fusteria, en Valencia; la IV Fira del Llibre Anaquista de Mallorca, el Ateneu Lo Tort de Manacor…. Raúl García, […]
En octubre de 2016 han programado representaciones en la Fira del Llibre Anarquista del Maresme (Canet de Mar, Barcelona), el local de la CNT-AIT de Granada, los centros sociales okupados y autogestionados de L’Horta y La Fusteria, en Valencia; la IV Fira del Llibre Anaquista de Mallorca, el Ateneu Lo Tort de Manacor…. Raúl García, de 35 años, y Alfonso Lázaro, de 30, son la compañía «Títeres desde Abajo». En los montajes de teatro popular y en las representaciones infantiles, se identifican así: «No somos de aquí ni de allí, somos trotamundos y nos dejamos enamorar por la cultura popular que nos rodea». En «El licenciado Vidriera» escribía Cervantes: «De los titiriteros decía mil males: decía que era gente vagabunda y que trataba con indecencia de las cosas divinas, porque con las figuras que mostraban en sus retablos volvían la devoción en risa (…)». Raúl García fundó «Títeres desde Abajo» en los inicios de 2012 en Granada, tras varios años de dedicación profesional al teatro de guiñol. La primera obra de la compañía -«Esta casa es una ruina»- supuso una aproximación a los desahucios mediante el títere de guante. Estrenada en 2012 en Madrid, en escena aparecen los guiñoles Juana y Juan Llave, quienes sobreviven a duras penas en la jungla urbana moviéndose en bicicleta y soñando con una hamaca… Hasta que un banquero quiere apoderarse de la casa nueva.
Una de las obras que actualmente representan en las giras es «Cristobitas», nombre con el que se conoce al títere de guante en Andalucía. Estrenada en 2016 en Granada, consiste en la representación de diferentes piezas cortas: en algunos casos de Raúl García y Alfonso Lázaro («El pelele» o «La venganza de la titiritera»), otras veces versionando canciones («La Mula», de La Polla Records), cuentos populares («La sopa de piedras») o creaciones de otros autores («El panadero y el diablo», de Javier Villafañe; o «El pequeño propietario», de Roberto Espina). Se trata de un espectáculo «promiscuo, callejero y popular, sujeto a la improvisación y al antojo de nuestros caprichosos espíritus», explican Raúl García y Alfonso Lázaro. Esta obra de varios autores, que puede alargarse hora y media o acortarse hasta los 30 minutos, es apta para todos los públicos: entre los tres y los 666 años, ironizan.
En el repertorio de «Títeres desde Abajo» se incluyen espectáculos para el público infantil como «Lo que más duele en el mundo», «El pequeño escritor», «El panadero y el diablo» o «El cocodrilo resfriado». Otras no se han concebido para una edad en concreto, son las obras que denominan teatro popular. En este caso «entendemos que no van a generar trauma alguno a los niños y niñas que las vean, es más, probablemente se diviertan», aclara Raúl García. Tal vez el teatro popular se caracterice por un contenido más político y pícaro. Ponen el ejemplo de «En la plaza de mi pueblo», una de las obras que llevan en la actualidad a los escenarios y que reflexiona sobre la cultura popular, tal como la conciben. «Es una obra bastante Punk, con todo lo que tiene este movimiento de provocador y antiautoritario», destaca Alfonso Lázaro. La pieza gira en torno a dos titiriteros que montan un retablillo de guiñoles para contar viejas y nuevas historias. Con un espíritu «gamberro y popular», transitan por el escenario aldeanos, guardias civiles, pregoneros, burros veganos, republicanos sodomitas y héroes de guerra radiactivos. Desde que se estrenó en enero de 2014 en Granada, la pieza ha pasado por más de 30 salas de teatro, centros sociales, calles y plazas.
¿Hay un alcance político en las obras de guiñol infantiles? Algunas como «El cocodrilo resfriado» o «Lo que más duele en el mundo», se basan en fábulas populares africanas y revisten un contenido moral. Tratan de la mentira -en general, con un amigo o respecto al poder- y la aceptación del diferente. Según Raúl García, «tratamos de que no sean obras doctrinarias y tampoco vender la moto a nadie». Un espectáculo para niños -«Rantanplán en la ONU»- se adentra en la historia de Rantanplán Pulcinela en la empresa de contar un cuento sobre los derechos del niño. Con el fin de conocer estos derechos y tras hablar con el sabio Tontonelo, Rantanplán decide viajar a la sede de Naciones Unidas. Basada en una adaptación de Paco Liván, la función «Lo que más duele en el mundo» se inicia con un cuentacuentos y durante 50 minutos despliega una fábula originaria de Costa de Marfil. Trata de la vaca Mariana, quien cansada de que una amiga hiena le tome el pelo, se determina a mostrarle el dolor causado por su actitud. Para lograrlo se apoya en una mosca -Eulalia-, experta en comida basura.
Los artistas de «Títeres desde abajo» intentan ganarse la vida con el teatro popular, aunque de vez en cuando se tengan que dedicar a otros menesteres. «Casi siempre en trabajos que están relacionados con el teatro», apunta Raúl García. Alfonso Lázaro se desempeña también como técnico de iluminación en una «salita» de Granada y en compañías -por ejemplo de danza- que le llaman. «Y así vas complementando, porque hemos adaptado nuestro modo de vida a las representaciones», subrayan. Su economía no alcanza los mil euros al mes, pero desarrollan una vocación: entremezclan trabajo, vida y militancia política. Entienden que no tienen por qué separar los tres principios, a la hora de contar mediante guiñoles historias que consideran necesarias. Lo hacen los dos activistas, y en algunas obras buscan también la interacción con el público. «Así tratamos de romper la cuarta pared», destaca Alfonso Lázaro. En algunas piezas el títere pregunta a los espectadores («El panadero y el diablo»); en otras, niños y niñas gritan dónde están los personajes. Hay partes de «En la plaza de mi pueblo» o «La bruja y don Cristóbal» en que el público resulta imprescindible. Se potencia así el sentido comunitario: cantando todos juntos una canción o manteando a un pelele.
A principios de 2016, la compañía fue contratada por el Ayuntamiento de Madrid para que representara «La Bruja y don Cristóbal» en los carnavales de la capital. En la obra aparece el siniestro Cristóbal Polichinela tratando de imponerse con la cachiporra, mientras una bruja adalid de la libertad se niega a que la atropellen. Calificada como obra popular para adultos, el espectáculo iba a representarse el cinco de febrero en dos sesiones vespertinas. Además una de las escenas de «La Bruja y don Cristóbal» señalaba los montajes policiales. Por este motivo los artistas de «Títeres desde Abajo» fueron detenidos y recluidos en la prisión de Soto del Real (Madrid) durante cinco días, en régimen FIES-3 (Fichero de Internos de Especial Seguimiento) y en el módulo de conflictivos. El apartado de la página Web «Música desde abajo» habilitado para apoyar a Raúl García y Alfonso Lázaro caracteriza el régimen FIES-3 como «ilegal» y «una cárcel dentro de la cárcel»; recuerda también que se reserva a los casos de supuesta pertenencia o vinculación con banda armada. Los grupos de solidaridad denuncian que, pese a la inocencia respecto a las acusaciones vertidas, los titiriteros han sido difamados, amenazados y reprimidos durante meses; y se han vulnerado su intimidad y derechos.
En septiembre de 2016 la Audiencia Nacional archivó definitivamente la causa por «enaltecimiento del terrorismo», por la que los activistas fueron encarcelados. En cuanto a la causa por «incitación al odio», informan Raúl García y Alfonso Lázaro, ha sido trasladada a otro juzgado, que podría archivarla o llevar a los titiriteros a juicio. Resaltan que colectivos como «Dignidad y Justicia» o la Asociación Víctimas del Terrorismo (AVT) se presentaron como acusación particular en los procedimientos. El Ayuntamiento de Madrid también les denunció por «contenido inapropiado» (vía penal); fue «la salida más airosa que encontró los primeros días para lavarse las manos», critican los grupos de solidaridad; esta denuncia no ha prosperado, lo que los artistas atribuyen a que el consistorio que dirige Manuela Carmena no ha mostrado especial interés y a que las instancias judiciales no han apreciado mayor recorrido en las imputaciones. Con independencia de los procesos judiciales, los artistas no siguieron los medios informativos hasta después de las detenciones. Aseguran que vieron de todo: «Carolina Bescansa, de Podemos, nos puso a caldo en La Sexta Noche; dijo que la actuación del Ayuntamiento de Madrid resultó ejemplar, pues fueron los primeros en poner la denuncia; en La Razón y OK Diario incluso con la causa ya archivada, nos llamaron ‘titiriteros pro-etarras'».
Raúl García recuerda que el día de las detenciones ya circulaban versiones muy distintas de los hechos. «Que si habíamos desplegado una pancarta al terminar la función y gritado ‘Gora ETA’; otras informaciones falsas sobre nuestra pertenencia a la ‘Cruz Negra Anarquista’ (CNA), organización que se criminalizó al afirmar que visitaba a presos etarras». «Muchas falsedades e imprecisiones», concluyen los activistas de «Títeres desde Abajo». Los medios propagaron informaciones de nula trascendencia, como que los artistas acusados procedían de Albacete o eran hinchas del Rayo Vallecano. «Había como un ansia de vender, de colocar informaciones sobre un asunto que en ese momento suponía un ‘boom’ mediático y ‘vendía'». Sostienen que en aquel momento se publicaba cualquier cosa, aunque fuera mentira, de acuerdo con el siguiente principio: «Si otros no lo han publicado lo hago yo, porque se trata de información nueva». ¿Información? «Directamente mentiras».
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.