«La manera en que vivimos ahora puede costarnos todo nuestro futuro»(Sogyal Rimponché) No es nada inhabitual la advertencia que la crítica de la literatura en España suele hacer de la poesía de Antonio Orihuela en tanto «práctica artística de la desobediencia» [véase, entre otros, Bagué, 2006]. En efecto, nos encontramos ante la obra de uno […]
«La manera en que vivimos ahora puede costarnos todo nuestro futuro»
(Sogyal Rimponché)
No es nada inhabitual la advertencia que la crítica de la literatura en España suele hacer de la poesía de Antonio Orihuela en tanto «práctica artística de la desobediencia» [véase, entre otros, Bagué, 2006]. En efecto, nos encontramos ante la obra de uno de los autores más sobresalientes de la poesía española contemporánea y ante un trabajo de más de 12 años de escritura que puede calificarse con mucho más que con su indudable honestidad. En la génesis de la nueva poesía política en España [rastreada por Montero, 2003], la obra de Orihuela ocupa un lugar significativo y fue César de Vicente Hernando quien situó, ya en 2001, la estrategia básica de su poesía a la hora de desentrañar el interior del discurso del poder demostrándolo falso: la de la exploración de sus límites:
«(…) Antonio Orihuela, que comienza a publicar su obra en la década de los 90, sería un buen ejemplo de esta estética subterránea que emerge no por las fisuras abiertas en los discursos dominantes por ninguna crisis sino, muy al contrario, por la propia reestructuración ideológica de esos discursos, porque ha encontrado en el propio desplazamiento argumental, expositivo, formal, de la ideología dominante la manera de hacer visibles los efectos de dominación, los medios de sujección. Es decir, lo característico de la poesía de Antonio Orihuela es que sigue al discurso dominante hasta donde ya no puede respirar, hasta el lugar enunciativo donde le resulta insoportable estar (…)» [De Vicente Hernando, 2001]
La selección de los poemas que componen las páginas de Todo caerá (111 poemas extraídos de los 12 libros de poesía de Antonio Orihuela, publicados desde 1995 hasta 2008) procura hacer avanzar una estructura que juzgo más que idónea para presentar la obra de este poeta español a los lectores mexicanos. Las diversas secciones que estructuran el presente volumen responden a títulos generales enteramente míos (esos títulos de sección no son responsabilidad, por tanto, del propio Antonio Orihuela) que creo pueden dar cuenta de las fracturas y tensiones en las que su poesía se tensa y se desata.
«Son de Mar» recoge, así, algunos de los muchos poemas de la obra de Orihuela en que se tensionan por completo los límites «intimidad» / «espacio común», dinamitando la brutal separación que el discurso neoliberal suele marcar entre lo público y lo privado. El cuestionamiento de esta supuesta (y falsa) frontera es, a mi juicio, central para entender cabalmente la significación de la literatura de Orihuela y, en razón de ello, creo necesario colocar estos poemas -transversalmente presentes en casi todos sus libros publicados- al comienzo justo de este volumen. De otro modo caeríamos en el error de aproximarnos a su producción poética desde la limitadísima creencia de que se pudiera tratar de una dicción objetivista sobre la plaza pública y sobre las tensiones de la historia, alejándola de las emociones humanas y de la intrahistoria personal de los cuerpos que la habitan, y empobreciendo de esta manera lo que precisamente esta apuesta vital y política en realidad quiere implicar.
La afirmación -también compartida con los nuevos movimientos sociales de signo emancipatorio- de que lo personal es político ha de complementarse con una intuición subrayada en multitud de niveles de la obra de Orihuela: la de que lo político, el espacio común (sus luchas y sus derrotas), las resistencias, claudicaciones y transformaciones de nuestro mundo, penetran firmemente -porosamente- en el espacio que la derecha ideológica relegaría de un plumazo a lo meramente privado y «personal». Desde este sentido pueden entenderse como particularmente certeras las lecturas críticas de la poesía de Antonio Orihuela que consiguen entenderla como «crónica social en el más noble sentido de la palabra (es decir, mirada que traspasa la realidad y desenmascara la lógica del poder) y crónica interior llena de sentimiento, amor y, pese a todo, esperanza» [Antonio Crespo Massieu, 2002; los subrayados son míos]. En sus mejores logros (léanse poemas como «Murmullo» o «En mitad del camino») la opción liberadora por el extravío y la intemperie atraviesa irremediablemente, con la plena significación de una respiración entrecortada, la intrahistoria de esta aventura vital y política.
INCONSCIENCIA
para David González
En la hoguera del mundo
nos lavamos las manos con gasolina,
después, para que se nos calienten,
las acercamos al fuego.
Los poemas de la sección que aquí he titulado «Frente de España: 1936-2008» irrumpen en una continuidad histórica reivindicada con diversa intensidad en sucesivas fases del trabajo de Antonio Orihuela -y a mi juicio, nunca como en él de manera tan visible como pudieran hacerlo otros poetas españoles contemporáneos-; una continuidad también lingüística que hace saltar por los aires determinadas separaciones entre «lo pasado» y «lo presente». Alejándose de los consensos y de las claudicaciones que supuso la llamada Transición política española (1975-1978; la que, dicho sea de paso, también daría origen -y legitimidad ideológica- a la hegemonía de una lírica conservadora y tranquilizante: la de la llamada «poesía de la experiencia»), la escritura de Orihuela ha cuestionado la supuesta brecha existente que, para muchos, mediaría hoy entre la guerra civil de 1936-39 (y la consecuente dictadura militar que la siguió) y la sociedad española de nuestro tiempo (según las pautas de una democracia «de baja intensidad»). Frente a los intentos de recuperar nuestra «memoria histórica» a base de saltos de muro temporales (se trataría de recuperar un pasado cerrado y superado que, ahora sí, merecería recordarse), el ejercicio de la memoria es, en Orihuela, aún más radical, en la medida en que se ha atrevido a dar algunos pasos más hacia delante: aquella brecha no sólo no existe; los episodios de la guerra civil española (más ejemplares de una guerra -una lucha- de clases, revolución incluida, que de un conflicto demasiado fácilmente explicable como fratricida) no están en ningún modo cerrados; aquel «pasado»-pasado sigue latiendo en este «presente»-presente («el presente sigue siendo de azul en las camisas»), y no tanto por una simplificación de la ley histórica de causa-efecto.
Así, en Orihuela no se trata de reivindicar sólo un determinado pasado histórico (el de las resistencias libertarias, por ejemplo), sino de señalarlo como todavía actuante: el 19 de Julio continúa siendo, así, un día en el de hoy; la invisibilización y desarticulación de la lucha de clases siguen vivas en la España de los 80, en la de los 90, en la del tiempo presente; la aspiración por «otra república» sigue movilizando las resistencias de muchos; y lo que todavía resulta más desvelador: el franquismo no conoció transición ni tuvo un final marcado. No se trata, pues, sólo de desenterrar cadáveres. Y así, críticos literarios como Antonio Méndez Rubio [2002] han advertido cómo en la obra de Orihuela se ha ido tejiendo «un frente de resistencia al avance supuestamente plausible de la socialdemocracia, cuya enseñanza ideológica central, como ya pusiera en evidencia W. Benjamin, consiste en idealizar la libertad de quienes vendrán detrás para olvidar mejor el sometimiento de quienes les precedieron».
Las marcas lingüísticas con que en los poemas de Antonio Orihuela se visibiliza la continuidad histórica de este conflicto son más que evidentes y -en el clima de pretendida «normalizacón», ideológica y literaria, que propone en España el actual orden de cosas dado- resultan brutalmente turbadoras y hasta molestas para aquellos lectores que se han creído cualquiera de las tranquilizadoras versiones de un supuesto «fin de la historia», sea para aplicarlo a la realidad social y política de la España contemporánea, sea para hacerlo sobre el mapa-mundo global. Cuando la escritura se conjura contra la amnesia, no se limita solamente a recordar: se atreve -también- a reconocer, y a mantenerse en vela. En un artículo titulado «Los violentos» [2001b] el mismo Orihuela ya establecía la posibilidad de esta conexión al subrayar «la importancia de la memoria, de la constante vigilia que nos ha de llevar hasta la Revolución, meta nuestra».
«En 1936…»
En 1936, a Antonio Orihuela lo vinieron a buscar
en un camión.
Delito:
Ser amigo del alcalde socialista.
Haber abierto un Casino Popular.
Le pegaron dos tiros
y en paz.
Como Ángela Benabat
no dejaba de gritar,
un muchacho le estuvo dando culatazos
con su máuser
en la cabeza
hasta mancharse su bonita camisa azul.
Por los mismos conceptos
su nieto tendría ahora un trabajo fijo en el Ayuntamiento,
y estaría forrado
a base de estrujarles el alma
a cinco trabajadores
-siempre menores de veinticinco años-.
A su mujer
le dirían Señora.
Este poema se llama
Historia de España.
En «A cuerpo robado» puede encontrarse una buena cantidad de poemas que entrecruzan estos doce libros de poesía publicados y que, mayoritariamente centrados en los conflictos entre Capital y Trabajo, tensionan los límites entre «corporalidad» y «espiritualidad», toda vez que ambas instancias son objeto del expolio histórico y presente de las clases trabajadoras. Haciendo suyas palabras de Juan Cordobés, estos poemas modelizan en diversos grados la condición política de la clase obrera en tanto ligada a su condición económica («… y siendo su condición económica la de esclavos al capital y a los poderes, su condición política tiene que ser también la de esclavos»). «Para el mundo que está fuera de mi cerebro / todo mi cuerpo es mercancía», escribe el propio Orihuela.
Acertadamente señalada su filiación a una larga tradición de poéticas materialistas (por ejemplo, en C. de Vicente Hernando, 2001), queda todavía por explorar la profunda espiritualidad de la poesía de Orihuela, esa «espiritualidad con pelo» que él mismo ha reivindicado junto con el también poeta Jorge Riechmann, y que creo recorre de cabo a rabo su propio proyecto de escritura, más allá y más acá (e independientemente) de los viajes del autor por Asia: la poesía de Orihuela no carece, en fin, de espacios sagrados. El cuerpo robado por el Capital es, desde esta vindicación, también conciencia robada y también espíritu robado, todo ello ya reconvertido en apenas «mercancía»: la larga denuncia de la expropiación de los espíritus en los cuerpos expoliados de las clases trabajadoras sitúa a Antonio Orihuela en la mejor tradición sindical anarquista, capaz de fundar desde una nueva espiritualidad (entiéndase que más inmanentista que transcendental) una nueva forma de vivir y de entender la verdad. Frente a ella, desde ella, y sin caer en el abismo de ciertos espiritualismos (así lo ha advertido J. A. Fortes [2007] al estudiar su obra), la poesía de Antonio Orihuela -«testigo feroz de nuestro tiempo», en palabras de Beltrán [2002]- situará, conectando cuerpos y conciencias, la colonización de los espíritus de quienes, tras la jornada laboral, «se enfrían y se enfrían» -véase el poema «Estadística»- frente a las horas del televisor y las iconografías del espectáculo. El propio Orihuela ha reconocido recientemente [2004b] la existencia de «otro frente de batalla: la colonización de nuestras conciencias».
«Y si lo real…»
Y si lo real fueran los movimientos de masas
en automóvil
reguladas por agentes de tráfico.
¿Dónde entonces la lucha de clases?
Y si sufro por los demás,
¿Con qué derecho lo hago y cómo se lo digo?
Y si en vez de luchar
nos duchamos.
¿Para cuándo la limpieza de conciencia?
Y si otros se llenan los bolsillos con tu vida.
¿Para cuándo un roto y un descosido?
Y si el profesional de la política
se mea en la cara de la audiencia.
¿Para cuándo la cistitis del pueblo?
Y en los tiempos malos.
¿Cómo distinguir el sol, la rosa, la gaviota,
la multinacional y el banco
que se esconde detrás de cada cosa?
Y si levantar la cabeza
sigue siendo políticamente incorrecto.
¿Levantar el puño?
Y si al poner el telediario
sólo me sale una banda tocando
a las barricadas.
¿Llamar rápidamente al 091?
Y si vamos de derrota en derrota
hasta la debacle total.
¿Renunciar a la piedra que llevo en la mano?
Y si los mejores han muerto
y los buenos envejecido.
¿Apuntarme al INSERSO antes de tiempo?
Y si después de todo esto,
aún los movimientos de masas
en automóvil.
¿Abandonar la poesía
como vehículo?
Ya veis,
tengo todas las preguntas.
La cuestión es saber cómo andas tú sin ellas.
Contra la muerte presente, producir humanidad futura: «Tenemos que dejar de pensar nuestra vida en términos de materia prima y empezar a vivirla como vida con sentido, enajenada de su valor de compra y sumisión, trabajando en prácticas que nos ayuden a recuperar su tiempo de vida, denunciando e intentando eliminar las relaciones de explotación, y profundizando en la democratización de la vida pública. Cualquier herramienta es buena, como la poesía rescatada de la muerte del arte, como la poesía revivida para nuestro vivir» [A. Orihuela, citado por Alberto García-Teresa, 2006b]. Los poemas que se dan cita en la sección que he de dado en titular, simplemente, «Aire» escenifican una alianza con la esperanza en la que ésta se des-idealiza como nube para entenderse como compromiso.
Desde este reconocimiento (ni de lejos nada desdeñable en el conjunto del trabajo de Orihuela), no puedo estar de acuerdo con las lecturas críticas que han calificado la apuesta literaria de Antonio Orihuela como un «espacio de la desolación, [en el que se] distorsiona su meollo revolucionario al no presentar seres empeñados en construir una sociedad vivil en la que sea posible la vida buena» [S. Martín, 2002]. Creo firmemente que las «Cosas que se me ocurren hacer contigo» (título de uno de los poemas recogidos en esta sección) pueden rastrearse en muchísimos de los territorios de la esperanza y del compromiso con los que sabe respirar la poesía entera de Orihuela, en todo su propósito de reencantar el mundo. «Anuncio la ciudad de los hermanos», escribe en «El guerrero del fanal». Que en la parálisis social de la muerte presente pueda ir jadeando ya la posibilidad de una reconstrucción compartida, no más señalaría otro de los límites que este tipo de escritura explora, reventándolo por completo: la que vuelve simultáneos «cautiverio» y «emancipación». Como bien detectó García-Teresa en su momento [2006a], incluso cuando la poesía de Orihuela demuestra pesimismo jamás demuestra resignación.
LO SAGRADO
….una espiritualidad con pelo.
Jorge Riechmann
Tu cara hinchada de sueño.
El calor de mi cuerpo alejándose
por las calles.
Mis bolsillos vacíos.
Pedalear hasta el trabajo,
con la visión, tras la fábrica,
del monte Sumeru,
con la sensación de un Bodhisattva
que vuela sobre la espalda de un mundo pequeño
que se afana abajo,
arranca un dulzor de labios,
deja una sonrisa.
Saludar.
Decirle adiós y buenos días
a gente que no conozco.
Pensar, a la vuelta,
en la luz que se va en un desgarro,
en lo lejos aún de la casa,
en los humildes, en los humillados,
en el veneno que avanza
desde la locura de los hombres,
sembrando narcisos, adormideras,
cadenas y mordazas también para el viento
que me lleva
hasta el frío del próximo noviembre,
los abrazos,
los rostros que quiero
y junto a los que avanzo
desde una
y no
la misma
música
de mi vida.
La frontera central que dinamitan los textos reunidos en la sección «Poemas para cantar en un cordel» es otra: la que persiste en seguir separando «poesía» y «vida». Demasiado prontamente juzgada como «poesía bronca y dura» [S. Martín, 1998] y habiéndosenos avisado de que «utiliza lo prosaico como primer material para su construcción poética» [M. Cañada, 2005], la escritura de Antonio Orihuela («piedra lanzada a la oscuridad») representa en su propia radicalidad un posicionamiento muy concreto, creo que más complejo de lo que a menudo se piensa, entre las posibles dicciones de la literatura actual. En estos poemas suyos se vuelven todavía más clarificadoras las sucesivas tesis que Antonio Orihuela ha ido desarrollando más por extenso en trabajos teóricos suyos como La voz común [2004a] o La falsa palabra [2008].
«No es la muerte nuestra tarea / ni la ceguera, ni la mentira, ni la literatura»: dispuesta a oponer, ante los Grandes Relatos del Capital, los pequeños relatos éticos de quienes lo padecen, esta concepción -esta insobornable práctica- de escritura poética propondrá contra todo descanso construir sujetos colectivos y consciencias alternativas, lejos de toda especulación literaria, lejos de cualquier esteticicismo, lejos de tantas y tantas prácticas de la literatura que van dando la espalda a la realidad y a la gente. No son pocas las lecturas críticas de la obra de Orihuela que han reconocido su voluntad «de volver nulas las opiniones según las cuales la poesía perdió todas sus posibilidades de tener voz en el contrato social de la Europa de hoy» [Joaquim Manuel Magalhaes, 2000]. Antonio Orihuela cree, de hecho, que no hay poesía neutral -ni en España ni en ninguna parte-, como cree que puede ser ideológicamente malintencionada la pretensión de considerar a la literatura como una práctica «inútil». No encuentro, entre los poetas españoles actuales, nadie tan decidido como Orihuela en desenmascarar las trampas posibles y seguras de los esencialismos literarios de principios de siglo, y él mismo comparte con otros autores contemporáneos una denuncia firme contra la poesía de la instalación y del conformismo más cálido, nada inhabitual entre la literatura española más reciente. De esta manera, y en su trabajo crítico sobre los actuales compromisos de la poesía española, Iravedra [2002] ha subrayado la voluntad de Antonio Orihuela a la hora de justificar la presunta apoeticidad de su escritura alegando la inconveniencia ética de seguir creando una poesía del asentimiento en el estado de realidad que nos rodea: «porque llega un momento en el que ya no se puede seguir siendo / por más tiempo / un cómplice, silencioso, / de lo que REALMENTE pasa». Abandonando así el lenguaje del ataúd, la particular protesta de su discurso teórico sobre lo literario es, a mi juicio -y además-, completamente inseparable de la capacidad comunicativa que poseen los recitales en directo de la poesía de Orihuela, en los que se vuelve absolutamente real -radicalmente visible- la vinculación entre literatura y vida, y para muchos sigue siendo fascinante la capacidad que este tipo de escritura tiene para convocar también a personas que no suelen leer o escuchar poesía.
DILO CON ADOQUINES
estoy cansada de ser valiente
Anne Sexton
Frente al viento, la certeza de ya
no ser de aquí,
de haber perdido un mundo,
de que los muertos son éstos
y para sobrevivir
vivo disfrazado de muerto,
pero también, diciendo:
¡Ojo con los muertos que se parecen a mí
porque no es la muerte nuestra tarea,
ni la ceguera, ni la mentira, ni la literatura!
Abrir los ojos
y apuntar.
En palabras del propio Orihuela [2004a], el gran triunfo del Capitalismo Mundial Integrado (Guattari) ha consistido en «poner boca abajo los lugares de la explotación hasta el punto de revestirlos de un aura positiva que no sólo los justifica, sino que los presenta como socialmente necesarios». En «Guerra Mundo» se van dando de la mano algunos de los muchos poemas de Antonio Orihuela en los que quedan devastadas las brechas que procuran desconectar la suerte de millones de seres humanos, independientemente de los límites nacionales en que éstos se encuentren. Manuel Tabernas [2006] ha precisado la finalidad de determinados poemarios de Antonio Orihuela: «describir un campo de battalla». Si el proyecto de pacificación (a sangre y expolio) que el capitalismo tardío ha ido internacionalizando ha llegado recientemente a un nuevo escenario de globalización, de ello había de dar cuenta también el proyecto radical de escritura de los poetas españoles que desde hace unos años exploran las posibilidades de una poesía crítica y antagonista al orden de cosas y al orden de conciencia dados.
Antonio Orihuela («para quien hoy se estaría librando la batalla más cruenta de las libradas en la historia de la humanidad», en palabras de Padilla, 2007) se inscribe de pleno en esta voluntad de consignación global de la barbarie, en un mundo cansado en el que resulta ya casi imposible encontrar lugares intactos (Oriente incluido) a los que exportar nuestro miedo. En «el fin de la era del sueño» -canta Orihuela- «todo poema sucede ya / en un campo de concentración».
«En Auschwitz dicen…»
En Auschwitz dicen que puedes ver el fracaso de un modelo de capitalismo,
así que sólo por ver al capitalismo fracasar en algo me fui a Auschwitz
y metí la cabeza dentro de uno de los hornos crematorios.
Yo, en Auschwitz, en el año dos mil cuatro de la guerra,
escrutando el futuro
vi un viaje en espiral sin tierra prometida.
Vi educadores para la paz y la convivencia
en un sistema autoritario, violento y opresivo,
que sólo reconoce la violencia como doméstica y callejera.
Vi europeos que empiezan a creerse europeos
sólo porque esto empieza a llenarse de chinos, moros y negros.
Vi inmigrantes que ya no hay que ir a buscar en barcos negreros,
inmigrantes que el mercado aprovecha para trabajar
y el Estado para meter miedo.
Vi cuarenta y cuatro millones de móviles
que nada tienen que decirse.
Vi jóvenes disfrazados de Latin Kings y Ñetas.
Vi la clase media, su hipocresía y su indiferencia,
y vi, más allá de las puertas cerradas, los palos y las verjas,
niños arrollados por la circulación de las mercancías,
hombres dudando entre la esclavitud y la bomba humana.
Miraba, miraba y miraba
la destrucción y la miseria
y todavía los fascistas decían que aquello era quimera,
fantasía y cuentos de viejas.
Quise sacar de allí la cabeza
pero hacía mucho que tenía
la cabeza fuera.
«Que el fuego recuerde nuestros nombres» es, literalmente, una despedida y su motivo central da título a este volumen entero. Construido como un aullido contemporáneo tanto para nuestro tiempo como para una biografía en particular, este poema radicaliza con una rabia firme la «poética de la consumación» que César de Vicente Hernando [2005] reconoció en la obra de Antonio Orihuela: «Frente a la consumación de la vida humana en el momento de la consumición de la vida biológica, de la memoria personal, de las posibilidades de la creación; Orihuela comprende consumación como redención del ser humano, como un llevar hasta el fin la destrucción de la barbarie cotidiana que impide la vida emancipada del género humano; consumación como un poner fin al crimen de la realidad (Baudrillard) tanto como a la muerte de la vida (Vaneigem)».
QUE EL FUEGO RECUERDE NUESTROS NOMBRES
(Fragmento)
of all this creation created to fall.
(Jack Kerouac)
Bailaron las dakinis sobre mi atronador joven y después viejo corazón,
escuché la música de mis días en Pashupatinath,
reposó mi espalda contra los ocho ojos de la estupa de Boudhanath,
una y otra vez me hundí bajo el verde légamo del Lago de Proserpina,
segué todas las malas hierbas que vi crecer alrededor de mi vida,
se desenrolló la madeja por completo, estoy agotado
y el mundo se ha vuelto viejo y polvoriento, lleno de telarañas que antes no estaban,
así que adiós, cierro los ojos, os regalo este saco de huesos y estos ojos azules,
me marcho bajo la fina llovizna, vuelvo al sin tiempo efímero, a la red de Indra,
a la guirnalda de flores, a los espejos del callejón del gato.
Vajra cortador, troza y multiplica para la gran liberación y adiós.
(…)
Adiós Mehari, amargor, Angola meu terra, arenas del Sahara.
Adiós besos, Marruecos, salada Asihla,
fotos azules con Ángela en el lavadero de Chauen,
campanillas y yantras del cedro del Líbano de mi casa de Mérida.
Adiós niña mía, extensión de mí,
miembro errante que me trasmites tu dolor.
Adiós Mar, adiós maravilla.
Adiós poemas, adiós CNT, memoria, sacrificio, pájaros que cantasteis toda la noche.
Adiós Juan Ramón, saludado por una inmensa multitud en el muelle de Buenos Aires como el más grande poeta de las letras hispanas, mientras en Moguer, en tu pueblo,
te tiraban piedras y te llamaban loco.
Adiós Juan de Yepes, Francisco de Asís, Marpa el traductor, mago Milarepa,
león de Manjusri, sandalia de Bodhidharma, sonriente Padmasambhaba,
gozoso Seng Sung, adiós maestros, lamas de azafrán, rojas nubes locas,
santitos radiantes de mi casa.
Adiós hermano sol, hermana luna, hermano lobo, adiós mis hermanos, namasté.
Adiós ácidos, tablas dobladas por la tristeza, incensarios, nieve, sahumerio, psilocibes,
rosa lisérgica hawaiana, cuerpos, cenizas, esperanzas, paraísos, sufrimientos, ignorancia, sueño, logro, señales, hallazgos, satoris, borracheras,
diamantes cortadores de todo los apegos.
Adiós enseñanzas, koans, tantras, mantras, sutras, mudras, oraciones, versículos, revelaciones, canciones, libros.
Adiós poemas, no habrá más palabras para la mente.
Adiós Big Bang, no me quedaré para ver el final,
porque todo caerá.
Todo caerá,
todo caerá,
todo caerá,
todo caerá,
todo caerá,
todo caerá,
todo caerá,
todo caerá,
todo caerá,
todo caerá,
todo caerá,
todo caerá,
todo
Asomada como un regalo y vislumbrada con una cercanía asombrosa al momento de la muerte, la verdad liberadora (en ningún modo patética) del «todo caerá» recopila todo aquello que se ha tensionado en poesía y en vida, en desorden social y en lucha antagonista, en él ámbito de la plaza pública y en el ámbito de lo personal, en el terreno de los cuerpos y en las tensiones del espíritu, en su denuncia de la desolación y en su promesa de reconstrucción, en lo que se muestra como global humanizado y en lo que se significa en las historias particulares del hombre de principios de siglo, en lo que se presenta como pasado y en lo que se revuelve como presente, en todas las tensiones y fracturas de nuestro tiempo. Este remolino final recopila, en definitiva, todo aquello que configura la trama de estas páginas que llamamos Antonio Orihuela: un hombre -testigo feroz de nuestra época- capaz de escribir una poesía en la que, tras cada despedida, vive amanecido un nuevo saludo para la liberación.
«Amanece / también todo lo perdido / de alguna forma».
Enrique Falcón 1
Barrio del Cristo (Valencia, España),
BIBLIOGRAFÍA SOBRE ANTONIO ORIHUELA
– Bagué, Luis [2006]: Poesía en pie de paz: modos del compromiso hacia el tercer milenio; Pretextos, Valencia.
– Beltrán, José Carlos [2002]: «Antonio Orihuela, un testigo feroz»; Periódico CNT, febrero, Madrid.
– ———— [2005]: «Tras el cristal de Antonio Orihuela»; Periódico CNT, abril, Madrid.
– Cañada, Manuel [2005]: «Antonio Orihuela: poesía y comunismo por decir»; Periódico CNT, noviembre, Madrid.
– Correyero, Isla [1998]: «Antonio Orihuela»; Feroces: radicales, marginales y hetedoroxos en la última poesía española; Ed. DVD, Barcelona.
– Crespo Massieu, Antonio [2002]: «Piedra, corazón de mundo»; Viento Sur, nº 64, Madrid.
– ———— [2007]: «La poesía y los márgenes»; Viento Sur, nº 91, Madrid.
– De Vicente Hernando, César [2001]: «La poesía de Antonio Orihuela o la experiencia de los límites», introducción a A. Orihuela: Piedra, corazón del mundo; Germanía, Valencia.
– ———— [2005]: «Palabras contra la barbarie cotidiana: una poética de la consumación», introducción a A. Orihuela: La destruccón del mundo; Solar, México D.F.
– Falcón, Enrique [2001]: «Carta abierta a Antonio Orihuela»; L’Avanç, nº 26, Valencia.
– ———— [2007]: «No doblar las rodillas: poesía española 1991-2005»; Once poetas críticos en la literatura española reciente; Baile del Sol, Tenerife.
– Fortes, José Antonio [2007]: «Palabras previas» a A. Orihuela: Poemas para el combate; ICILE ediciones, Asociación de Investigación & Crítica de Ia Ideología Literaria en España, Granada.
– García-Teresa, Alberto [2006a]: «Recitando la ilógica del capitalismo»; Diagonal, mayo-junio, Madrid
– ———— [2006b], «Antonio Orihuela, poeta insurgente», Diagonal, septiembre-octubre, Madrid.
– González Blanco, Azuzena [2000]: «Antonio Orihuela: poesía consciente y concienciada», prólogo a catálogo Aiquebneno; Diputación de Huelva, Huelva.
– Iravedra, Araceli [2002]:»¿Hacia una poesía útil?: versiones del compromiso para el nuevo milenio»; Ínsula, nº 671-672, Madrid.
– ———— [2003]: «Radicales, marginales y heterodoxos en la última poesía española (contra la poesía de la experiencia)»; Actas del V Congreso Internacional de Teoría y Crítica literarias; Universidad Nacional de La Plata, Buenos Aires.
– Magalhaes, Joaquim Manuel [2000]: «Antonio Orihuela»; Poesia espanhola, anos 90; Relógio d’Agua ed., Lisboa.
– Martín, Salustiano [1998]: «Antonio Orihuela: condiciones de existencia»; Reseña, nº 299, Madrid.
– ———— [2002]: «Espacios de la desolación»; Reseña, nº 330, Madrid.
– Méndez Rubio, Antonio [2002]: «Otra poesía es posible»; Ínsula, nº 671-672, Madrid.
– Miravent, Antonio [1995]: «Prólogo» a A. Orihuela: Perros muertos en la carretera; Crecida, Huelva.
– Montero, Josu [2003]: «Breve génesis de la poesía política española actual: subversión lingüística y realismo crítico»; Zurgai, nº de diciembre, Bilbao.
– Orihuela, Antonio [2000]: «De lo invisible ideal a lo invisible real»; La escena alternativa, Ayuntamiento de Punta Umbría, Punta Umbría.
– ———— [2001a]: «El arte como práctica de la vida cotidiana»; Actas de la III Bienal de Mail-Art; Huelva.
– ———— [2001b]: «Los violentos»; Periódico CNT, junio, Madrid.
– ———— [2003]: El mal: técnicas de prospección y análisis de superficie; Servicio de Publicaciones de la Diputación de Badajoz, Salamanca.
– ———— [2004a]: La voz común: una poética para reocupar la vida; Tierradenadie ediciones, Madrid.
– ———— [2004b]: X; LF ediciones, Béjar.
– ———— [2005]: «Abrir los ojos en este mundo»; Voces del extremo: poesía y ética; Fundación Juan Ramón Jiménez, Huelva.
– ———— [2006]: «La operación de lanzamiento de la forma-mercancía Realismo Sucio en el campo literario español»; Manual de Lecturas Rápidas para la Supervivencia, www.nodo50.org/mlrs/Poetic/realismosucio.htm.
– ———— [2007a]: «Voces del mundo posible»; Once poéticas críticas: poesía y desorden; Ed. Contratiempos, Madrid.
– ———— [2007b]: «Hace falta estar ciego: poesía y cinismo»; Estética y Conflicto nº 4; Foro Social de las Artes, Madrid.
– ———— [2007c]: Para una política de las luciérnagas; Ediciones del Satélite, Madrid.
– ———— [2007d]: Libro de tesoros; La espiga dorada, Sevilla.
– ———— [2008]: «La falsa palabra»; La (re)conquista de la realidad: la novela, la poesía y el teatro del siglo presente; Tierradenadie ediciones, Madrid.
– Padilla, Ángel [2007]: «Las catedrales transparentes de Antonio Orihuela»; Periódico CNT, enero, Madrid.
– Rodríguez, Manuel [2002]: «Lo que piensa la ballena del arponero»; Bicel, Boletín Interno del Centro de Estudios Anselmo Lorenzo, nº 12, Madrid.
– Tabernas, Manuel [2006]: «Describir el campo de batalla»; Diagonal, noviembre, Madrid.
– Wikipedia [2008]: «Antonio Orihuela»; Wikipedia, http://es.wikipedia.org/wiki/Antonio_ Orihuela
PROCEDENCIA DE LOS POEMAS SELECCIONADOS
[PMC]: Antonio Orihuela: Perros muertos en la carretera (Crecida, Huelva, 1995)
[EDH]: Edad de hierro (Ateneo Obrero de Gijón, 1997)
[LQP]: Lo que piensa la ballena del arponero (LF, Béjar, 2001)
[NLL]: Narración de la llovizna (Baile del Sol, Tenerife, 2003)
[ACO]: Aserrando corazones con los ojos (4 de Agosto, Logroño, 2005)
[PSP]: La piel sobre la piel (La Mano Vegetal, Sevilla, 2005);
[RYA]: Respirar y Arder (Corona del Sur, Málaga, 2006)
[CCC]: La ciudad de las croquetas congeladas (Baile del Sol, Tenerife, 2006)
[TQT]: Tú quién eres tú (Idea, Tenerife, 2007)
[DEB]: Durruti en Budilandia (Baile del Sol, Tenerife, 2007)
[MSA]: Madera de un solo árbol (Eclipsados, Zaragoza, 2008)
[TMC]: Todo el mundo está en el cine (Baile del Sol, Tenerife, 2008)
Antonio Orihuela: Todo caerá. Antología poética 1995-2008
(ediciones Atemporia; México DF, 2008; 300 págs)