Siempre en su casa presente está Así reza el estribillo de la popular canción cubana «El Bodeguero», pero Aznar no paga lo que debe ni lo que bebe. Y bien que debió festejar el ex presidente en Valladolid su nombramiento como Bodeguero de Honor de la Academia del Vino de Castilla y León para mostrarse […]
Así reza el estribillo de la popular canción cubana «El Bodeguero», pero Aznar no paga lo que debe ni lo que bebe.
Y bien que debió festejar el ex presidente en Valladolid su nombramiento como Bodeguero de Honor de la Academia del Vino de Castilla y León para mostrarse tan jovial, tan dicharachero, en su discurso de agradecimiento por el honor otorgado.
«Bodeguero, ¿qué sucede? ¿por qué tan contento estás?…»
Razones tiene el Bodeguero de Honor para mostrar su contento, al margen de los caldos que frecuente, y es que no es poca alegría para Aznar y los suyos tener a un gobierno que se dice socialista compitiendo con ellos por ver quien es más… bodeguero.
Ni siquiera la curtida experiencia en «bodeguitas» de Felipe González podría rivalizar con don José María «que atento siempre te servirá del otro lado del mostrador, muy complaciente y servidor», porque en lugar de tratar de establecer posibles diferencias, el actual gobierno practica el mimetismo con la oposición con suicida generosidad.
Y eso que, a juzgar por las imágenes del memorable discurso de Aznar, más que locuaz, el homenajeado parecía tener algunas dificultades de dicción, cierta torpeza expresiva de la que sus quejas dan testimonio: «No puede ir a más de tanta velocidad, no puede comer hamburguesas de tanto y además se le prohíbe beber vino; déjeme que decida por mí, en eso consiste la libertad. Es como esos letreros por las autopistas que dicen ‘No podemos conducir por ti’; ¿y quién te ha dicho a ti que quiero que conduzcas por mí? Déjeme que beba tranquilo…» y que sólo puede atribuirse a la deficiente calidad del vino degustado cuyos penosos efectos, más que la lengua del catador, acabaron, como siempre, confundiendo la credibilidad de testigos, cámaras y micrófonos.
A pesar de la felicidad que embarga al nuevo Bodeguero de Honor y de lo atinada de su breve y espumosa intervención, «fuentes de su entorno», dicen los medios, han desmentido que Aznar quisiera decir lo que dicen que expresó cuando quiso expresar lo que dijo sin decir lo que expresó.
Y todo lo demás que se diga al respecto es simple y vulgar acoso. Tampoco es la primera vez que el Bodeguero se siente hostigado. Ya hace algunos meses exigía a los medios de comunicación que no son suyos que se le «dejara en paz» y ahora insiste en que se le «deje beber tranquilo», como si fuera el gobierno, el mismo que ha declinado enjuiciarlo como criminal de guerra, su motivo de preocupación, o temiera que, a iniciativa popular, intervenga la justicia y termine sentado en un banquillo y sin copa de vino que alivie su soledad.
Pero puede dormir tranquilo el distinguido profesor universitario reciclado en Bodeguero de Honor de Castilla y León, que ninguna ley, en su bananera democracia, pesa tanto como para conducirlo preso.
Hasta me atrevería a asegurar que, si se esmera, además del bodeguero título alcanzado, tal vez pueda emular a Alvarez Cascos, aquel que fuera su amigo y ministro, y que junto al cargo de Bodeguero de Honor de Burgos, también ostenta los títulos, entre otros, de Castaña de Oro de Gijón, Moscón de Oro Local de Grado (Asturias), Chirimoyo del Año de Granada y Membrillo de Oro de Córdoba.
Y todo gracias a «no haber sido tan listos», que diría Aznar.