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La finalidad de la Economía globalizada no es la satisfacción de las necesidades de la gente, sino la producción de beneficio, de plusvalor

Trabajo basura

Fuentes:

La finalidad de la Economía globalizada no es la satisfacción de las necesidades de la gente, sino la producción de beneficio, de plusvalor. Dado que la única fuente de plusvalor es el trabajo – bajo la forma de trabajo asalariado-, la extensión y consolidación del capitalismo global depende de la extensión y consolidación del trabajo […]

La finalidad de la Economía globalizada no es la satisfacción de las necesidades de la gente, sino la producción de beneficio, de plusvalor. Dado que la única fuente de plusvalor es el trabajo – bajo la forma de trabajo asalariado-, la extensión y consolidación del capitalismo global depende de la extensión y consolidación del trabajo asalariado.

La globalización del capitalismo impulsa la universalización de la forma mercancía. Cosas que no son mercancías, como el trabajo humano, deben comportarse como tales. Pero el trabajo, inseparable de la persona que lo realiza, no es una mercancía, sino que es vida. A diferencia de las materias primas y las herramientas, que cuando son compradas por el capital, ingresan en el proceso laboral separadas de sus dueños anteriores, la fuerza de trabajo entra en el proceso de producción de capital inseparablemente unida a su dueña anterior, a la persona que trabaja. La fuerza viva del trabajo humano tiene la peculiaridad de vivificar el trabajo acumulado, muerto, presente en materias primas, máquinas y tecnología, para crear productos útiles para la vida. Pero en el capitalismo, lo único importante es la capacidad de dicha fuerza de trabajo para crear mas valor del que se le devuelve para su mantenimiento, en forma de salario.

A menudo se confunde el trabajo, que es el gasto de energía física y mental necesario para producir la base material de la vida humana, con el trabajo asalariado(1). Sin embargo, éste último es sólo la forma, que adopta el trabajo hoy. Cuando el capital llegó, no se encontró el trabajo asalariado esperándole. El capital necesita, para desarrollarse, separar a la gente de sus propios medios de producción, de subsistencia y de apoyo mutuo. La creación del «trabajador libre» consiste en arrancar a las personas de sus redes tradicionales de pertenencia y producción social para exponerlas, aisladas, al mercado de trabajo controlado por los empresarios. Con la eliminación de los vínculos de servidumbre, no vino la libertad de las personas sino la «elección racional» entre la venta de la propia fuerza de trabajo ( de la propia vida ) a cambio de un salario, o el hambre. Antes de producir riqueza, el capitalismo necesita producir el hambre, como aguijón que impulse a los individuos a acudir «libremente» al mercado de trabajo(2).

La principal rama productiva del capitalismo es la que produce fuerza de trabajo asalariado. Personas que «deben» vender su fuerza de trabajo para sobrevivir(3 ). Que admitan como algo normal que la vida es para el trabajo y no el trabajo para la vida. Que piensen que el trabajo asalariado es la única forma de trabajo que ha existido y que existirá. Convertir el trabajo en trabajo asalariado, en mercancía rentable, supone obligar al trabajo humano, es decir a la persona asalariada, a comportarse de forma extraña a su naturaleza. El salario, como expresión del trabajo bajo la forma de precio, de dinero, es un operador del sometimiento de las personas asalariadas, implica la expresión de la actividad humana como lo que no es. Sin embargo, todo el sindicalismo opera en esta esfera, obviando la enorme violencia social que se oculta tras ella. El llamado «punto de vista social de la izquierda» soslaya y oculta la trama de coerción que limita la libertad de la gente a elegir entre la humillación de un trabajo basura y la miseria del paro.

El desarrollo del capitalismo global implica hacer homogéneas para la producción del capital a cosas que, en su naturaleza, no pertenecen al concepto del capital. Esto exige que el trabajo, la subjetividad y la vida, se expresen en términos de dinero, de precio. Cosas concretas como el trabajo, las necesidades humanas básicas, el proceso laboral y la naturaleza, deben subordinarse a algo abstracto, como el dinero. El dinero es el equivalente general, la mercancía por excelencia capaz de intercambiarse por todas las demás mercancías. Cuando se acumula en manos privadas ya no sólo es un medio técnico de pago y una expresión del valor de las cosas, sino que se convierte en un poder social. A pesar de ser un producto del trabajo, pasa a dictar sus propias normas al trabajo. El capital es el dinero circulando por la economía sin mas finalidad que su reproducción ampliada. Pero el dinero es algo abstracto, convencional. Saca su fuerza de ser reconocido como mercancía universal que todo lo puede. De ese reconocimiento obtiene su poder para subordinar a la sociedad a sus fines autorreferentes. El dinero no se come, pero se impone a la producción de alimentos. Sólo se producirá la comida que se pueda vender con beneficio, solo comerá quien tenga dinero. No cura, pero solo habrá medicinas, vacunas, hospitales para quién pueda pagarlos. No puede funcionar sin el trabajo humano, pero solo empleará a los trabajadores que le sean rentables, convirtiendo en desechables y peligrosos a los que no utiliza. Necesita la vida humana para vivificar herramientas, materias primas y tecnología, pero romperá las vidas humanas para extraer de ellas hasta la última gota de energía.

El ser humano es un ser social pero el trabajo asalariado le aísla, porque el vínculo del intercambio le subyuga, disuelve su carácter comunitario. En el capitalismo, la sociabilidad del trabajo alcanza su máximo grado, pero cada trabajador aislado deviene social en sentido negativo, porque está sometido a la forma capitalista de producción, que sólo reconoce su dimensión económica, ignorando todas las demás. La persona asalariada produce constantemente la riqueza como capital, como poder que le es ajeno, que le domina y le explota. El proceso de producción capitalista produce constantemente la fuerza de trabajo como fuente subjetiva y abstracta de riqueza, separada de sus propios medios de existencia autónoma. En una palabra, produce al trabajador como asalariado. El productor no sólo produce, también es producido por las relaciones que mantiene con los medios de producción, con las otras personas y con el producto producido. La producción produce el producto y al productor. También produce al consumidor, la otra cara de la moneda del capitalismo. La producción produce un objeto para el sujeto, pero también un sujeto para el objeto. La producción produce la circulación y la circulación produce la producción, en un despliegue ininterrumpido, cada vez mas totalitario, de la lógica del capital. Sin acumular fuerza desde fuera de esta lógica, cualquier lucha es engullida, metabolizada.

El trabajo asalariado, el trabajo basura, el trabajador y la trabajadora asalariados son, junto al plusvalor, el producto genuino del capitalismo global. En un círculo vicioso, el trabajador y el capitalista se producen mutuamente. Las luchas por una porción mayor del plusvalor, por muy necesarias y legítimas que sean, son solo escaramuzas dentro de las leyes del mercado. Salir del capitalismo es salir de éste círculo vicioso. No es fácil. La urgencia de quién necesita sustento, es decir un trabajo asalariado porque es el que hay, no debe ocultar la importancia de la crítica al trabajo asalariado, condición para una lucha anticapitalista real. Gestionar esta contradicción desde la militancia, es el único camino. Que está por recorrer.

Una de las principales ramas de producción del capitalismo global es la rama que produce individuos adaptados a la esclavitud a tiempo parcial que constituye el trabajo asalariado. Personas que no consideran posible, ni siquiera deseable, una forma diferente de trabajo. Que se obstinan en entregarse, cada vez más incondicionalmente, a la explotación, gritando: «¡Queremos pleno empleo, empleo fijo !» que es lo mismo que gritar: » ¡Queremos plena dependencia, esclavitud fija.» «¡ Necesitamos un explotador que nos robe la vida!». Este individuo considera como vida «decente» esta forma de obediencia a una norma, la de la economía de mercado, independientemente de sus consecuencias. Escindido de los demás, también esta escindido en su interior. Vuelve contra sí mismo y contra sus iguales la irracionalidad que le constituye, desplazando la línea de confrontación hacia las propias filas de los de abajo. Las personas asalariadas somos seres aislados que entramos en contacto a través del capital. Sólo cooperamos en el interior de un proceso de trabajo cuyos fines son impuestos desde el capital. Al ingresar en ese proceso, los trabajadores ya hemos dejado de pertenecernos a nosotros mismos, el capital se nos ha incorporado en cuanto cooperadores de un organismo laborante, no somos más que un modo particular de existencia del capital(4).

La fuerza productiva que desarrolla la persona que trabaja, aparenta ser fuerza productiva del capital. El obrero no desarrolla la fuerza productiva social de su trabajo, a través de la cooperación, antes de que su trabajo mismo pertenezca al capital. Esa fuerza productiva, la cooperación, aparece como si el capital la poseyera como su fuerza productiva propia. El poder colectivo depende de que los individuos le presten sus cuerpos a dicho poder. Pero frente a la dispersión del obrero «libre», el capital representa la unidad y la voluntad de cooperación general. Aunque en realidad el poder de cooperación reside en los trabajadores y trabajadoras, la apariencia es que la potencia cooperativa radica en el capital. Pero la apariencia funciona como realidad, la realidad aparece invertida. El mejor ejemplo de esta mixtificación, de esta inversión o «encantamiento» de la realidad, es la frase «los empresarios crean puestos de trabajo». Si convenimos que la única fuente del valor, de la riqueza, es el trabajo, la actividad humana, cabe pensar que el capital, que es valor, riqueza acumulada y privatizada, tiene su origen en el trabajo. De esta forma, la expresión correcta sería que «los trabajadores y trabajadoras crean puestos de empresario». Lo chocante de esta expresión, a pesar de su veracidad, nos informa de la violencia política y cultural que, no solamente invierte la realidad, sino que, además, consigue que pase por normal y que funcione.

La globalización es sólo la extensión mundial y la consolidación social de la lógica del capital descrita. La universalización del trabajo como mercancía. La universalización del trabajo asalariado. Apoyar el desarrollo económico y el pleno empleo sin más, es reforzar el trabajo asalariado, vale decir el capital y por lo tanto, abandonar la posibilidad de constituir una subjetividad alternativa, anticapitalista, en las personas trabajadoras. La fuerza productiva del capital es la fuerza productiva del trabajo. Sin embargo, con la multiplicación de la productividad del trabajo, se produce simultáneamente la degradación de dicho trabajo, de las personas trabajadoras. Esta fuerza humana y social es vampirizada por el capital y vuelta contra sus creadores. Apoyar la globalización y el desarrollo tecnológico en estas condiciones, es reforzar el apoderamiento del poder productivo social por parte del capital y la precarización del trabajo.

En esta sociedad dual, con una parte de la humanidad incluida y otra excluida, la noción de individualidad y de bienestar como satisfacción del interés privado, hace imposible comprender la relación causal entre inclusión y exclusión. Priva de poder constituyente a la exclusión, que sólo persigue incluirse en el orden excluyente y sitúa la pobreza, el hambre y la precariedad, en el terreno sentimental. La falta de crítica al trabajo asalariado conduce a la izquierda a sostener la fantasía cómplice de que, con el desarrollo de las fuerzas productivas, todos los excluidos acabarán incluyéndose. El Estado de Bienestar en Europa representa el máximo grado de subsunción(5) del trabajo en el capital. La incorporación de las multitudes no sólo a la producción sino también al consumo ilimitado de mercancías, indiferentes al daño al medio ambiente y al saqueo del Tercer Mundo, supone un pesado lastre en la posibilidad de recuperación de la izquierda tradicional para la construcción de la clase obrera como un sujeto político revolucionario. Esa situación, junto a la intensiva producción de precariedad y pobreza del capitalismo global, nos conduce a la paradoja de que el mejor defensor del modo de producción capitalista es el propio asalariado. O bien por estomago vacío, o bien por estómago agradecido, pero en todo caso, como un estómago, no como un ser social, consciente de la violencia que le obliga a pasar por el ojo de la aguja del trabajo asalariado. No hay mayor aliado del capital que el obrero que le engorda día a día y que, a cambio, se lleva una buena porción del producto. Pero la naturaleza del proceso de producción de la bestia de carga no cambia porque la bestia de carga disfrute con lo que come(6).

El capital, succionador compulsivo de plustrabajo humano, aparece como el principio democrático y cooperativo, como sinónimo de civilización. Sin embargo, el poder productivo del capital es solo el poder productivo social expropiado mediante una violenta lucha de clases unilateral. En los sistemas parlamentarios de mercado, los derechos humanos, principalmente de las personas trabajadoras, a pesar de estar protegidos por la Constitución, son violados de forma generalizada. El derecho del capital a obtener beneficios, tiene más fuerza que los derechos y libertades fundamentales de las personas, incluido el derecho a un empleo (derecho a que te exploten para sobrevivir). El derecho al trabajo, es solo un permiso de trabajo en manos de los empresarios, propietarios monopolistas de los puestos de trabajo. La Moneda Unica Europea es un claro ejemplo de esta dinámica(7). En el capitalismo moderno la reproducción ampliada del capital no sólo se realiza en el interior de las empresas, sino en toda la sociedad. No solo el trabajo, también la ciencia, la tecnología, la educación, incluso la política y hasta los deseos de las personas, son incorporados, subsumidos a la lógica del capital. En este sentido, el modo de producción capitalista no sólo es un modo de producción económica, sino un modo de producción social. No sólo se producen mercancías sino que también se producen relaciones sociales funcionales a la producción del capital. Se producen individuos dispuestos a vivir una vida basada en la producción y el consumo de mercancías, indiferentes a todo lo demás y prisioneros de una paradoja: a pesar de reducir su propia naturaleza humana a la dimensión productiva y deseante que el capital necesita, muchos no pueden hacer lo único que quieren hacer (producir y consumir). La violencia social constitutiva de estas vidas sin sentido se vuelve contra la misma sociedad principalmente mediante una guerra civil molecular entre los de abajo. Esto da alas al Estado como garante del orden público. El trabajo asalariado no permite vivir sino, en el mejor de los casos, sobrevivir torpemente. Es violencia del capital en estado puro, sublimada en el dinero, sustentada en el poder estatal. Las cárceles, depósitos del dolor de los pobres, están cada vez mas llenas de prisioneros de la Economía de Mercado Global.

La fuerza constructiva – y destructiva – del capital, es la fuerza de la abstracción real que le constituye. Su única debilidad es que la abstracción pueda ser reconocida como tal. Eso haría imposible su furia, su estado de equilibrio que es el de una acción tan abstracta como ciega. Lo que la abstracción deja aparte y subyuga, puede volverse contra ella si su acción no es lo suficientemente furiosa(8). La subsunción del trabajo en el capital, implica procesos de uniformidad y homogeneización de la vida humana enormemente violentos. Es sorprendente que sus innumerables víctimas no comparezcan en la escena social como una fuerza capaz de interrumpir un progreso basado en la destrucción, la soledad y el miedo. Una de las razones para que esto no ocurra, además del monopolio de la violencia por parte del estado, es la debilidad de la crítica teórica al capital, ó lo que es lo mismo, la debilidad de la crítica al trabajo asalariado. Salir del capitalismo es salir del crecimiento económico y el desarrollo de las fuerzas productivas y la tecnología como sinónimos de progreso. Impedir que la economía sea la base de la sociabilidad. No hay leyes económicas sino un mundo incierto al que enfrentarse a través de la política, que es diálogo y participación social.

El socialismo no es el capitalismo dirigido por la clase obrera, ni opulencia para todos. El socialismo es la restitución de la dimensión social de la persona, la moderación de los deseos individuales superfluos, el bienestar concebido en términos colectivos, la subordinación de la economía a los fines de la sociedad y la autogestión de las personas y los pueblos. Si el capitalismo, vale decir, el trabajo asalariado, es incompatible con el bienestar y la democracia, el capitalismo global eleva esa contradicción al infinito. No es sólo de la lógica del trabajo asalariado, de la expresión del trabajo en términos de dinero, de la lucha por un salario, de donde puede salir la fuerza para el cambio social. Pero, considerando necesaria una crítica radical al trabajo asalariado, esta crítica, tampoco es suficiente para generar un proceso constituyente. Sin la lucha por una vida mejor de las multitudes de trabajadores desheredados, precarizados (ausentes de las organizaciones de la izquierda tradicional) no hay más que palabras al viento. La rebelión contra el absolutismo, la moderación voluntaria de los deseos teniendo en cuenta a los otros, el cultivo de lo cercano, lo autónomo, la mirada hacia los demás y no solo hacia nuestro propio interior, son elementos necesarios para interrumpir la lógica económica.

27.10.04


Notas

(1)»El futuro de trabajo, el empleo y el sector voluntario». A. M. en «¿Trabajo voluntario o participación? Elementos para una sociología del tercer sector.» Coordinador. Ariel Jerez. Editorial Tecnos 1.997.

(2)La Gran Transformación. Karl Polanyi. Ed. La Piqueta 1989

(3)El Capital Karl Marx. Cap. II, Volumen I. Ed. Siglo XXI. 1994

(4)Elementos fundamentales para la crítica de la economía política (borrador) 1857-1858. Vol. II. K. Marx. Ed. Siglo XXI 1989.

(5)Subsunción: Fuerza que constituye algo abstracto en real, en base al apoderamiento de algo real y ajeno, que no reconoce.

(6)Elementos fundamentales para la crítica de la Economía Política. (borrador ) 1.857 – 1.858. Volumen I. Karl Marx. Editorial Siglo XXI (1.972)

(7) *Moneda única y políticas de empleo en Europa. CAES 1.988; *Nada para el pueblo pero sin el pueblo. La reforma laboral de CEOE – CEPYME y CCOO – UGT de 1.997. CAES 1.977. De reforma en reforma hasta la derrota final. CAES 2001

(8)La Nación Dividida. J.M. Ripalda. Fondo de Cultura Económico 1.978.

www.nodo50.org/caes