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Tramas

Fuentes: Quilombo

Las redes exceden y atraviesan las organizaciones, entendidas como estructuras con fronteras claramente definidas. En las redes se conectan elementos dispersos y relativamente autónomos. Aplicado a los seres humanos, lo importante en esta perspectiva es la relación social, la comunicación entre las personas. La acepción académica continúa teniendo una connotación negativa: las redes no son […]

Las redes exceden y atraviesan las organizaciones, entendidas como estructuras con fronteras claramente definidas. En las redes se conectan elementos dispersos y relativamente autónomos. Aplicado a los seres humanos, lo importante en esta perspectiva es la relación social, la comunicación entre las personas. La acepción académica continúa teniendo una connotación negativa: las redes no son de fiar. Una trama es lo mismo pero peor visto aún. En una trama entendemos esta relación como una confabulación en la sombra en la que unos pocos consiguen determinados objetivos en detrimento de los demás.

Si en el pasado el poder se encontró con problemas para «pensar en red», en los últimos años parece haber hecho de la necesidad virtud. Por ejemplo, al definir cuáles son las redes, qué elementos las componen y cómo son las conexiones, como el astrónomo que traza líneas imaginarias entre las estrellas, en función de una idea preconcebida, con el fin de dibujar un mapa de constelaciones con el que poder orientarse. Es lo que pasa con el concepto de terrorismo, donde se ha encontrado un filón inagotable: en unos casos, las personas físicas y jurídicas pierden relevancia en favor de un entramado social cada vez más amplio (el «entorno«); mientras que en otros, se tratan redes dispersas como si formasen parte de una misma persona jurídica («al Qaeda»). Nos encontramos frente a una noción expansiva que pretende superar los engorrosos límites de la responsabilidad penal individual.

Definidas así, y tras pasar un filtro legal, las redes servirán para ampliar el alcance del derecho penal, pero pueden limitar el de la política. Esto es evidente en los casos de corrupción. Tal y como las describe la prensa y sobre todo los tribunales, las grandes tramas de corrupción son pobres descripciones de prácticas generalizadas, de formas de hacer las cosas, de arreglos informales que suelen ir más allá de los presuntos implicados y que conforman costumbres que unas veces se sitúan al margen de la legalidad codificada, pero sin infringirla, mientras que otras las vulneran abiertamente. Al determinar unas pocas manzanas podridas que se habrían desviado de una hipotética normalidad, se espera que el proceso judicial opere como un sacrificio ritual que zanje el debate en términos exclusivamente normativos o moralistas. El sacrificio desactiva las preguntas más incómodas: sobre las relaciones entre entre nosotros y el poder; entre la acumulación de capital y esas prácticas que de repente afloran a la superficie en tiempos de crisis; en suma, sobre la tan cacareada normalidad democrática.

Fuente: http://www.javierortiz.net/voz/samuel/tramas