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¿Transición en Cuba?: Fidel y Raúl, dos estilos

Fuentes: Rebelión

Con el desarreglo de salud de Fidel Castro se ha producido en Cuba un transitorio traslado de los poderes políticos y estatales al segundo hombre de Cuba, el General de Ejército y Segundo Secretario del PCC, Raúl Castro. No obstante la probable caducidad de esas prerrogativas ya se advierten cambios y muchos se preguntan sobre […]

Con el desarreglo de salud de Fidel Castro se ha producido en Cuba un transitorio traslado de los poderes políticos y estatales al segundo hombre de Cuba, el General de Ejército y Segundo Secretario del PCC, Raúl Castro. No obstante la probable caducidad de esas prerrogativas ya se advierten cambios y muchos se preguntan sobre la posibilidad de que sean definitivos. Como no poseemos ninguna vía de información de la alta cúpula de dirección del país nos limitamos a exponer las observaciones del hombre de la calle, lo que especula el ciudadano común, aventurándonos  en estas hipótesis sin sostén oficial.

El primer cambio ostensible es la reducción de la frecuencia de los discursos del dirigente interino y la brevedad de los mismos. Cuando la Revolución triunfó era necesaria una vasta obra de persuasión, un gigantesco esfuerzo de educación política en un pueblo que había sido prejuiciado con embustes y distorsiones de nuestra historia y de nuestra vida política. De ahí la longitud de los discursos de Fidel y la frecuencia de los mismos. No es necesaria ahora esa tarea de argumentación y proselitismo ante un pueblo cuyo capital humano es su principal riqueza, un pueblo educado que posee asertos y criterios bien formados.

El propio Raúl ha dicho que no le complace la exposición sobrada. Han disminuido los despliegues masivos reiterados, las concentraciones, desfiles, los mítines de protesta, las asambleas y congregaciones multitudinarias. Raúl habla corto, es condensado, no se extiende indefinidamente, habla de temas concretos que afectan a la población:

Cuando la Unión Soviética fue invadida por los nazis se reemplazaron los lemas alusivos al socialismo por otros que incitaban a la defensa del territorio patrio. Los nuevos emblemas hablaban de la Santa Madre Rusia y ello alentó a veinte millones de soviéticos a derramar su sangre por la tierra en que nacieron. La doctrina fue sustituida por el patriotismo. Ahora, en la nueva etapa cubana, vemos en pancartas y carteles una divisa nacional de larga historia: «¡Viva Cuba Libre!», usada por los mambises en su lucha anticolonial. Otras veces leemos «¡Viva la Patria!», de similar carga emotiva.

Mucho se ha hablado de la capacidad organizativa de Raúl, de la manera eficiente en que preparó las Fuerzas Armadas, creó escuelas de capacitación militar, elevó el nivel de instrucción estratégica de los altos oficiales, fundó talleres y fábricas de implementos militares. Luego, esas facultades se emplearon en el perfeccionamiento de empresas de la economía. Ahora, esa misma capacidad se ha volcado en la solución de los tres problemas fundamentales de la sociedad cubana: alimentación, transporte y vivienda.

En uno de sus últimos discursos Fidel habló de la posibilidad de la propia Revolución de autodestruirse si no se empleaba en suprimir  el fenómeno de la corrupción, anomalía que surge del actual desnivel entre precios y salarios.  Cada trabajador se ve sometido a presiones aritméticas para lograr que su sueldo le alcance para sobrevivir entre los días de cobro. La única salida que ve a sus angustias es la sustracción o la malversación.  Raúl le habrá concedido prioridad al análisis y solución de ese problema primordial de nuestra vida cotidiana.

Raúl habló en el Congreso de la FEU sobre la generación histórica que estaba en sus últimos tiempos y debía ser sustituida por nuevas promociones que ahora se incuban en nuestras universidades. No hubo pretensión de eternidad, ni de permanencia infinita en el gobierno; reconoció  la caducidad generacional y la necesidad de  sustitución eventual de los actuales dirigentes históricos, según lo determinen las circunstancias vitales. De hecho ya se han operado renovaciones importantes: algunos, como Felipe,  Lage y Abel  eran muy jóvenes o no habían nacido cuando transcurrieron los años de combate contra la tiranía batistiana.

Raúl ha hecho una convocatoria al debate. Las mejores soluciones surgen de la suma de objeciones discrepantes, ha dicho. Fue una invitación al razonamiento y la evaluación.  De ahí el reciente examen de los intelectuales sobre el período de intolerancia y proscripciones que caracterizó la gestión cultural en los años setenta. Aunque el actual manejo de los asuntos culturales es óptimo y Abel Prieto puede ser calificado, sin dudar, el mejor Ministro de Cultura que ha tenido la Revolución en toda su historia, no está de más exorcizar  fantasmas del pasado.

Cada vez se advierte más el funcionamiento de  un auténtico gobierno colegiado. La distribución de las representaciones en altas ceremonias de Estado en el exterior, las comparecencias públicas nacionales, el despliegue mediático de un mosaico muy variado de dirigentes, nos está indicando que existe una autoridad múltiple. Lage, Alarcón, Felipe, Lazo, Abel  son algunos de los rostros más visibles de la nueva pluralidad.

El llamado al diálogo con Estados Unidos y a la solución de nuestros diferendos es otra característica de la nueva situación, aunque ya Fidel había hecho, en el pasado,  convocatorias similares.  Raúl reclamó respeto a nuestra soberanía en tales pláticas y acatamiento a la igualdad entre Estados, pero ello es poco probable que ocurra mientras esté en la Casa Blanca un incompetente y altanero mandatario, tan comprometido con los agitadores cavernarios de Miami (que no son todo el exilio). A Bush le queda poco más de un año en el poder y la oferta de Raúl sigue sobre la mesa para la atención del próximo Presidente.

En general el clima de tensión política ha disminuido. La vida ciudadana es más relajada, menos inquieta. Contra las predicciones catastróficas de nuestros antagonistas todo parece funcionar bien, aún con las dificultades críticas, ya señaladas, sin solucionar aún. Apuntamos menos a un idealismo sin fronteras, hacia utopías y esperanzadas quimeras,  y más hacia acuerdos y respuestas positivas a los problemas concretos. En Cuba se estaría operando una mutación suave,  apacible y ordenada. ¿Una transición? Ni transición ni sucesión, continuidad. Una continuidad de principios,  un cambio de estilo con la misma base revolucionaria.