«Alerta #memetroBCN control doble en Sagrera en vestíbulo L1 L5. 9:10h Buenos días!». El mensaje circula vía twitter desde la cuenta de la @redMemetro y sus 3.625 seguidores lo recibimos. Una mañana más ya sabes donde es mejor no pasar si circulas en el metro barcelonés y no llevas billete. En Barcelona, el precio del […]
«Alerta #memetroBCN control doble en Sagrera en vestíbulo L1 L5. 9:10h Buenos días!». El mensaje circula vía twitter desde la cuenta de la @redMemetro y sus 3.625 seguidores lo recibimos. Una mañana más ya sabes donde es mejor no pasar si circulas en el metro barcelonés y no llevas billete.
En Barcelona, el precio del billete sencillo ha aumentado un 38% y el de la tarjeta T10, la más utilizada, un 15% respecto al año anterior. Mientras, las rentas no han hecho sino disminuir. En Madrid, la subida del precio del transporte público sigue la misma dirección y el abono de diez viajes ha sufrido un incremento del 29%. @redMemetro que empezó en Barcelona también suma, desde hace unos meses, a nuevos «adeptos» en Madrid. Te conectas a twitter e informas o te informas de donde hay revisores. Como decían en La Bola de Cristal: «Si sólo no puedes con amigos sí».
Esta semana los trabajadores del sector ferroviario y de los transportes públicos colapsaron durante algunas horas Madrid y Barcelona. Y la máxima de La Bola de Cristal se volvió a cumplir. La huelga del pasado lunes [17/09] no era sólo para protestar contra la rebaja salarial de los trabajadores del sector y la vulneración de la negociación colectiva sino también para denunciar la liberalización del transporte público, sus consecuencias, y el aumento abusivo de tarifas en el metro. Y esto nos afecta a todos.
«Si pierdo este tren tendré que esperarme dos horas» se quejaba un pasajero en un andén. Él llegará tarde al trabajo, pero si no hacemos huelga -y lo afirmo en plural porqué una huelga de transporte nos incumbe tanto a trabajadores como a usuarios- continuaran recortando los salarios a sus trabajadores, privatizarán nuestro servicio público y seguirán aumentando las tarifas. Las huelgas pueden hacer que algunos lleguen tarde al trabajo, pero sin ellas cada día habrá más ciudadanos que no tendrán trabajo a donde acudir. Empleados del transporte público y usuarios formamos parte de esta inmensa mayoría social que estamos siendo saqueados para costear una crisis que no hemos creado. Estamos en el mismo lado de la barricada, aunque nos intenten confundir. El «enemigo» no está en quien para un tren o no deja salir un autobús, sino en quien nos recorta derechos, privatiza servicios y nos hace pagar la crisis al 99%.
Nos dicen que «lo privado es mejor». Otra gran mentira. Se desmantelan los servicios públicos, ya sea sanidad, educación o transporte, en lo que es una privatización encubierta. Y luego nos cuentan que en manos de inversores privados funcionará mejor. Que la libre competencia entre los operadores abaratará los precios y que tendremos mayor calidad.
Pero, ¿qué le pasó al servicio de ferrocarriles británico tras su privatización en 1996? Reducción de gastos, aplazamiento de inversiones, precarización de las condiciones laborales. Eso sí, tarifas más caras. Y dos años después: quejas por retrasos, un 66% de los usuarios en Gran Bretaña se ven afectados por los mismos, más dos trágicos accidentes que sumaron 38 fallecidos. Las acciones de la empresa privada cayeron en picado y a falta de capital, el Gobierno entró en acción. Parece que ya hace tiempo se inventaron los «rescates» con dinero público para sanear cuentas privadas. Un negocio redondo. Aquí la privatización de Renfe y Adif sigue los mismos pasos. Transporte público: ¿final de trayecto?
Poner en manos privadas el transporte público implicará menos y peores servicios y más caros. Algo que, por desgracia, desde hace tiempo ya ha empezado a pasar. Líneas que se cierran al ser consideradas pocos rentables económicamente, aunque no lo sean socialmente, y tarifas que aumentan sin cesar. Pero no todos perdemos, como siempre, unos pocos salen ganando. Los mismos de toda la vida. ¿Hasta cuando?
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de la autora mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.