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EAE-ANV ha logrado 187.000 votos y 719 electos en Hego Euskal Herria

Tras cuatro años ilegalizada, la izquierda abertzale crece

Fuentes: Gara

Cuatro años de ilegalización, cuatro años con las sedes cerradas. Catorce meses de proceso que PSOE y PNV han planteado como un desgaste de la izquierda abertzale. Candidaturas anuladas por doquier. Una campaña sin posibilidad de hablar de municipios y herrialdes. Y, pese a todo, la izquierda abertzale crece notablemente.Aunque es difícil encontrar datos con […]

Cuatro años de ilegalización, cuatro años con las sedes cerradas. Catorce meses de proceso que PSOE y PNV han planteado como un desgaste de la izquierda abertzale. Candidaturas anuladas por doquier. Una campaña sin posibilidad de hablar de municipios y herrialdes. Y, pese a todo, la izquierda abertzale crece notablemente.Aunque es difícil encontrar datos con los que comparar los los resultados del PNV, quizá sirva ver que el 14-M, en solitario, sumó 420. 980 votos en la CAV, ayer se quedó en 320.000.

Euskal Herria es un lugar único en el mundo. Vayan si no a buscar un país en el que una fuerza pasa cuatro años ilegalizada y expulsada de todas las instituciones. Cuando pretende volver a presentarse a las mismas es de nuevo ilegalizada. Todas las candidaturas que presenta como agrupaciones electorales son prohibidas. Según los más altos tribunales del Estado, las candidaturas de otro partido, EAE-ANV, son un subterfugio de las anteriores y también les anulan la mayoría de listas. Finalmente, todo ese sector social, la izquierda abertzale, decide agrupar su voto en ANV, sea o no legal. Es decir, la mayor parte de los votantes que acudan con esa papeleta a las urnas verán que cuando comience el recuento los presidente de cada mesa irán anulándolas una a una. Esto supone que si no hubiera una lectura política más profunda de esa opción, habría que entender que esos votos son votos echados directamente a la papelera.

Pongamos, además, que ese sector social oficialmente ilegalizado ha hecho en los últimos años un enorme esfuerzo político para poner en marcha un proceso de normalización democrática que conlleve la resolución de un conflicto que ha supuesto un elevado sufrimiento. Y ese proceso, según se infiere de los datos que se han ido conociendo, ha sido utilizado por el Gobierno español y por quienes han trabajado como sus socios leales -el PNV- para intentar desgastar a la izquierda abertzale. Hoy se sabe que lejos de haberse tomado en serio el trabajar en profundidad por la búsqueda de la paz, PSOE y PNV han estado dilatando los tiempos, tratando de buscar una negociación a la baja meramente técnica, o que la izquierda abertzale diera por roto el proceso, convencidos como estaban de que éste sería su fin. El comportamiento anterior y posterior al ataque contra el aeropuerto de Madrid refuerzan esta tesis.

Este puede ser el momento de recordar todas las veces que a lo largo de esta campaña Juan José Ibarretxe, Josu Jon Imaz y muchos de los candidatos del PNV han repetido la cantinela de que quisieran que la izquierda abertzale fuera legal en todas las instituciones para que se pudiera comprobar el batacazo que preveían que se iban a dar. Cuánto trabajo tiene Santa Lucía.

La campaña electoral se ha convertido, además de en un galimatías, en una carrera de obstáculos. Las candidaturas de ANV no han podido centrar su mensaje general en cuestiones de política municipal o foral, sujetos como están en un verdadero estado de excepción.

Y en ese contexto, se comprueba que más de 190.000 personas han depositado una papeleta de ANV en alguna de las urnas que tenía ayer ante sí. Un dato increíble. Cuatro años ilegalizados y creciendo.

Tan espectacular cifra debiera servir de reflexión a aquellos que han tratado de utilizar el proceso abierto el 22 de marzo de 2006 contra la izquierda abertzale. El Gobierno español -y sus socios del PNV- tienen la oportunidad de comprobar cuál es la fotografía real de este país y no aquella que habían imaginado (o querido imaginar) en los laboratorios de La Moncloa y Sabin Etxea. Deben aprovechar este dato para, de verdad, poner en marcha un proceso de paz y normalización democrática.

La izquierda abertzale no sólo ha obtenido unos excelentes resultados generales, sino que si se analizan al detalle se puede comprobar que en los municipios donde ha podido presentar candidaturas legales ha mejorado notablemente resultados anteriores, logrando mayorías incluso donde nunca las tuvo ni en los mejores tiempos de Euskal Herritarrok.

Si PNV y PSOE han actuado como socios en lo referente al proceso en los últimos meses, su suerte electoral les ha sido muy desigual. Josu Jon Imaz anunció en su día que se proponía cautivar a España, y lo que puede comprobarse es que no ha conseguido movilizar a su propia militancia. Sin embargo, el PSE ha sabido rentabilizar su posición, convirtiéndose en la primera fuerza política en Gipuzkoa -la segunda es el voto anulado- , ganando en Gasteiz y colocándose en ese empate a tres que se da en la cabeza de las JJGG de Araba.

El presidente del EBB destacó ayer que era difícil encontrar un dato con el que comparar sus resultados de ayer, toda vez que en los últimos comicios se había presentado en coalición con EA. Aunque la comparación no sea exacta, hay una cifra que puede dar una idea. La última vez que compareció en solitario en las urnas, el 14 de marzo de 2003, obtuvo 420.000 en la Comunidad Autonómica Vasca. Ayer tuvo 100.000 menos. Podrá aducir el PNV que entonces la participación fue mayor. Y es cierto. Pero, por ejemplo, entonces los votos anulados fueron 104.000 en esta comunidad y ayer superaron los 160.000. En Sabin Etxea podrán consolarse diciendo que en esta ocasión han obtenido un juntero más de los que les quedaron hace cuatro años cuando EA formó grupos propios, pero en su fuero interno saben que ello se debe a que el partido de Errazti estaba sobredimensionado en las listas de la coalición. Y en el EBB habrán de analizar también los efectos que finalmente ha tenido el jugar a aprendices de brujo con dossieres relativos a candidatos y corrupciones en Gipuzkoa.

La derecha española, que se presenta victoriosa en el Estado español, habrá de valorar también el costo que su estrategia está teniendo en Euskal Herria. Tendrá que decidir si está dispuesta a seguir quemando a lo bonzo a sus candidatos vascos, para ir ganando votos del Ebro para abajo. Es cierto que UPN sigue siendo la primera fuerza en Nafarroa, pero ni la marcha rojigualda del 17 de marzo ha evitado que esté a punto de perder el Gobierno. ¿Que ha ganado en las JJGG de Araba? Por un escasísimo margen de votos y con pocas posibilidades de gobernar. Su primacía está más relacionada con la ruptura de la coalición PNV-EA que con sus propios méritos.

Eusko Alkartasuna ha mantenido una importante fidelidad de voto. Mantiene su voz en las JJGG de Araba y de Bizkaia, y en Gipuzkoa, si el PNV opta por reeditar el tripartito, puede tener acceso a la Diputación, aunque a Iñaki Galdos no le guste tener en el Consejo de Diputados a una fuerza como Ezker Batua-Aralar que se muestra contraria a muchos de los proyectos que ha defendido la Diputación saliente. También podría haber una unión PNV-EA con apoyo externo de la coalición.

En todo caso, hay que destacar que Ezker Batua ha hecho muy mal negocio aliándose con Aralar. La coalición ha perdido votos en todos los herrialdes, caída que en el caso de Bizkaia es enorme. Baste decir que en este herrialde, y también en Araba, los datos de la suma están por debajo de lo que hace cuatro años obtuvo EB en solitario.

Es probable que la unión con Aralar haya llevado a votantes tradicionales del EB a desviar sus papeletas hacia el PSE, sin que en estos momentos sea posible cuantificar ya cuál es el peso real de la formación que lidera Patxi Zabaleta.

En todo caso, los excelentes resultados obtenidos por Nafarro Bai pueden contribuir hoy a contentar a las bases de Aralar, a las del PNV y también a las de EA. En Nafarroa se abre un periodo políticamente interesante, que habrá que ver en qué deviene. Dentro de cuatro años será el momento de valorar cuál es la gestión que han hecho de la ilusión de cambio depositada por tantos abertzales.