La izquierda debe respetar los sentimientos nacionalistas pero combatir el nacionalismo que es una arma política reaccionaria. Lluís Roca (2017) Servidora escribe el miércoles por la mañana, después de que el president Puigdemont y sus asesores hayan pasado a la historia… de los líos político-conceptuales, superando cualquier límite relacionado con el principio de no contradicción […]
La izquierda debe respetar los sentimientos nacionalistas pero combatir el nacionalismo que es una arma política reaccionaria. Lluís Roca (2017)
Servidora escribe el miércoles por la mañana, después de que el president Puigdemont y sus asesores hayan pasado a la historia… de los líos político-conceptuales, superando cualquier límite relacionado con el principio de no contradicción (que no es el mismo, por cierto, que la declaración del principio de no declaración declarado).
Más tarde se firmó, fuera de la sesión parlamentaria, como si estuviéramos tomando un café con hielo y hablando con las amigas más puestas, la «DECLARACIÓ DELS REPRESENTANTS DE CATALUNYA», texto en la que se declara, de hecho, la proclamación de la República catalana.
¡Menudo lío! Son muy sofisticados o nos quieren tomar un poco el pelo. Lo dejamos para otra ocasión. Como diría aquel gran lógico norteamericano, W.O. Quine es su nombre, desde un punto de vista lógico… no es del todo lógico.
Cambio de tercio. Mi compañera no para de insistirme en esto: no son buenos tiempos para la lírica… ni para los textos largos. Lo bueno si breve, esta vez sin discusión, dos o tres veces bueno. Déjate de rollos, añade.
Sea así. Tres textos para la reflexión de estos días. El primero es del profesor Miguel Candel. Dice así:
Añadiré una cosa un poco fuerte: a mí el «amor a España» me motiva bien poco, por no decir nada. Sí, en cambio, el respeto hacia gentes a las que el «establishment» catalán lleva decenios sin respetar. Y, a día de hoy, lo que realmente me motiva es ver derrotados a esos xenófobos disfrazados de demócratas que nos han llevado sin ninguna necesidad a esta confrontación absurda que hará olvidar por mucho tiempo los verdaderos problemas sociales y bloqueará igualmente por tiempo indefinido la profundización de la democracia en España. A no ser que salgamos de aquí con una izquierda renovada e inmunizada frente al virus nacionalista. Pero, aun así, las heridas tardarán en curarse (mucho más, sin duda, que las de los «900 heridos» del día 1).
Con claridad, distinción y contundencia, cercano a lo vivido y acontecido el pasado 8 de octubre. Destacado como se dice ahora: «[me motiva] el respeto hacia gentes a las que el «establishment» catalán lleva decenios sin respetar». Asunto que, incomprensiblemente, se suele olvidar. Y no solo el establishment catalán. Basta pensar en los comentarios de estos días de algunos dirigentes de una supuesta izquierda no nacionalista.
En la misma línea y del mismo autor:
Ya está bien de caer en el eterno chantaje al que nos vienen sometiendo unos presuntos «antifranquistas» made in Catalonia que nunca han vivido bajo el franquismo o que, si lo hicieron, se guardaron muy bien de jugarse el cuello en huelgas y manifestaciones. ¿Qué culpa tienen los tantos años ignorados creadores de la riqueza de Cataluña de que la bandera constitucional coincida en gran parte (no en todo) con la impuesta por el Dictador? Si algún culpable hay de ello en la historia de nuestra izquierda es aquel «maquiavelo de aldea» (la expresión es de José Bergamín) llamado Santiago Carrillo Solares (e.p.d.). Pero yo no creo en el «pecado original» como mácula imborrable y congénita que contamina a toda la descendencia del «pecador» por los siglos de los siglos. Entre nosotros, en cambio, parecen abundar los sanpablos y sanagustines de la política. Lo mínimo que podrían decir es aquello tan condescendiente de «perdónalos, que no saben lo que hacen». Aunque creo que la gran mayoría de los actuales portadores de la bicolor lo saben perfectamente, tan perfectamente que han superado nuestros remilgos de izquierdistas acomplejados, atascados en un perenne «no es eso, no es eso». Dicho sea sin ánimo de ofender a nadie (al fin y al cabo, San Pablo y San Agustín son dos luminarias de nuestra tradición cultural, al margen de lo discutible de sus creencias religiosas sensu stricto).
Sin ánimo de ofender a nadie pero señalando bien en todo caso. El tema de la simbología no es fácil, genera anticuerpos y rechazos en todas nosotras, pero habrá que enfrentarse al asunto con calma, con la cabeza fría y ordenando sentimientos. ¿No os parece compañeras?
El tercer texto de los anunciados es de un autor imprescindible en estas temáticas: Antonio Santamaría, el puntual e incesante colaborador de El Viejo Topo. La nota está escrita antes de la sesión de ayer noche, del 10 de octubre.
Quizás esté sufriendo un error óptico, pero me parece evidente que la movilización independentista y la inminencia de la DUI está provocando la reactivación del nacionalismo español, en Catalunya y en el resto de España. Puedo compartir las observaciones de algunos compañeros respecto a que muchos trabajadores, cuando cuelgan la bandera española en sus balcones, puedan hacerlo no tanto por nacionalismo español, sino como reacción de repulsa frente al sececionismo, pero este gesto indica que el rechazo al separatismo está siendo capitalizado, a falta de otras referencias políticas, por el nacionalismo español. Ciertamente, la responsabilidad de la izquierda catalana es infinita. En vez de levantar una alternativa al nacionalpopulismo catalanista, en la mayoría de los casos han actuado como sus comparsas y legitimadores, algo obvio en personajes como Fachín o Nuet. Ello ha creado un enorme vacío y ocurre que, como en política no existen los espacios vacíos, este vacío está siendo ocupado por el nacionalismo español encarnado por PP y C’s.
De ahí mi desesperación al comprobar cómo el pleito nacionalitario está reduciendo al mínimo el espacio de quienes defendemos la alternativa republicana y federal como marco de convivencia en condiciones de igualdad y fraternidad de los pueblos de España.
Este es el punto: la alternativa republicana y federal como marco de convivencia y en condiciones de igualad y fraternidad con el resto de ciudadanos españoles. Y este otro: la responsabilidad de la izquierda catalana en lo que estamos viviendo que no sé si es infinita pero sí muy importante.
Por cierto, ¿no hay aquí mucho texto de hombrecito? ¿Dónde estamos las mujeres? ¿No escribimos? ¿No tenemos tiempo? ¿Nuestras dobles o triples tareas nos impiden hacerlo? Golpeemos suavemente nuestras mesas y gritemos: ¡ya basta!, ¡ya basta! Existimos luego también pensamos.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de la autora mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.