Trincheras de ayer y de hoy. Las del 36, escavadas en campos y montes para frenar el avance de las fuerzas fascistas, todavía visibles en lo que fue terreno de batalla del monte Intxorta. Las actuales, desde las cuales la memoria histórica va abriéndose camino gracias a la labor de asociaciones y personas implicadas en […]
Trincheras de ayer y de hoy. Las del 36, escavadas en campos y montes para frenar el avance de las fuerzas fascistas, todavía visibles en lo que fue terreno de batalla del monte Intxorta. Las actuales, desde las cuales la memoria histórica va abriéndose camino gracias a la labor de asociaciones y personas implicadas en dicha tarea. Y por la labor de dichas personas y asociaciones, hace unas semanas, frente al monumento erigido en recuerdo de los milicianos y gudaris caídos en Intxorta, supervivientes de los perdedores de la guerra civil, fueron homenajeados como se merecen. Una injusticia sin nombre, que debió repararse a escala institucional hace más de 30 años, y que no se hizo por las condiciones en que se efectuó la llamada Transición, y que la reciente Ley sobre la memoria histórica aprobada en el parlamento español tampoco lo hace de forma satisfactoria.
En estos momentos en los que desde el poder se afirma «cero tolerancia» con los símbolos que hieren la sensibilidad de las victimas (de ETA), constatamos que siguen en pie símbolos de la dictadura como el Valle de los Caídos (lugar de peregrinación y concentración de todo el facherio) y el monumento del mismo nombre erigido en plena capital de Nafarroa. Símbolos de un terror extremo, edificados para ensalzar a los vencedores y humillar a los vencidos, condenados a perpetuo olvido y a la vez que convertirlos en esclavos. Lo quiero decir claro. Ni la sociedad, ni la izquierda en sus diferentes variantes, podrá levantar cabeza, si no es capaz de desvelar las causas de la guerra civil, el significado de la dictadura y el modo en que se hizo la transición hacia la Monarquía. De aquellos polvos los actuales lodos.
Ciertamente, trincheras y resistencias, se asocian a una situación defensiva. Situación de la que todavía no hemos salido y que es producto de las múltiples derrotas sufridas a escala nacional, estatal y mundial bajo la égida del neoliberalismo y el pensamiento único. Sin embargo, tales conceptos, por efecto de ciertos cambios de actitud, empiezan a traducir un nuevo significado. Están dejando de ser reflejo residual de un pasado de derrotas (no ceder es seguir viviendo, que diría el filosofo) para convertirse en lo que él filosofo y militante Daniel Bensaid en su libro «Resistencias califica como «el anuncio de nuevos brotes» de rebeldía e insumisión al sistema capitalista. En efecto: «Después de veinte años de contrarreforma y restauraciones liberales el orden mercantil parece sin salida. El eterno presente parece no tener más después, el capitalismo absoluto no mas apariencia. Estamos confinados a la gestión prosaica de un orden fatalizado, reducido a la fragmentación infinita de las identidades y de las pertenencias, condenaos a renunciar a los programas y los proyectos. Una insidiosa retórica de al resignación justifica confusamente los cambios de chaqueta espectaculares y las adhesiones bochornosas y los remordimientos. ¡Y no obstante, la critica radical de lo existente se afianza a contracorriente en los pensamientos de resistencia y del acontecimiento!»
Algunos ejemplos: Las manifestaciones de apoyo a quienes en Itsasondo, subidos a varias hayas, impiden la tala de árboles que obstaculizan el acceso de las maquinas al lugar donde quieren empezar a perforar un túnel para el TAV. Frente a la desmoralización y la apatía que genera en algunas gentes el no haber podido evitar el comienzo de las obras, la convicción de que sin resistencia no hay posibilidad de parar tamaña agresión, y de que es legítimo y necesario no obedecer al imperativo de las leyes y decisiones injustas. La lucha contra el TAV es la razón, frente a la loca huida hacia delante en tiempos de crisis económica y medioambiental. Nuestros dirigentes (en esto poco difieren el PP, PSOE y PNV) se empeñan en proseguir con proyectos socialmente lesivos y ecológicamente destructivos: TAV, superpuerto de Pasaia, nuevas variantes, cinturones y circunvalaciones de carreteras y autopistas, etc. De nosotros y nosotras depende de que no lo consigan.
Una parte del movimiento obrero, (la llamada mayoría sindical vasca) empieza a precisar con total claridad las causas de la crisis capitalista (su mecanismo estructural, sus auténticos responsables sociales y políticos) y los medios necesarios de respuesta. La Huelga General de Mayo así como, el decálogo de reivindicaciones recientemente publicado es un paso importante en esa dirección. El movimiento obrero, además de recobrar su independencia de clase (perdida en tantos pactos y negociaciones con la patronal y su Estado) en materia reivindicativa, debe plantearse con seriedad cambiar la correlación de fuerzas entre las clases sociales (tal como reconocía recientemente un dirigente sindical vasco) de las cuales se derivan las políticas económicas y la actitud de la patronal. Y que tal correlación de fuerzas, varia en un sentido u otro, a tenor de duros choques en la calle y las empresas.
Y debe readecuarse a la naturaleza de (la doble o triple) crisis que padecemos obliga a nuevos enfoques, hasta ahora no discutidos en el movimiento obrero: por ejemplo, defender un salario y los puestos de trabajo necesario para vivir con dignidad, sin asociarlo necesariamente a la defensa de determinados sectores productivos configurados (por ejemplo, la construcción, el automóvil, el energético, etc) para un consumismo a todas luces derrochador e innecesario. Y sobre todo debe entrar al núcleo duro del problema, la necesaria socialización de los sectores financieros y productivos claves con el fin de financiar una economía sostenible.
Citando de nuevo a Daniel Bensaid («Cambiar el mundo») afirmamos, que «El capitalismo no es eterno. Domina el mundo desde hace solo cuatro o cinco siglos. Su reino y su racionalización mercantil parcial se pagan con una irracionalidad global creciente y con amenazas cada vez más angustiosas para el provenir de la especie humana. Nuestra tarea es probar que puede haber una humanidad y mundo habitable más allá del capital».
Cierto es, y en sus carnes lo probaron los que el 36, además de democracia, demandaron cambios en el modelo de sociedad y fueron aplastados por la reacción fascista-capitalista, el capitalismo recurrirá a la violencia abierta cuando lo considere necesario. Es mas, el capitalismo es violencia, incluso cuando no lo aparenta. El filoso Slavoj Zizek, nos alerta contra la «violencia ultraobjetiva o sistémica, inherente a las condiciones sociales del capitalismo global y que implica la creación automática de individuos desechables y excluidos, desde los sin techo a los desempleados.» Y nos advierte: «hay veces en que no hacer nada es lo mas violento que puede hacerse».
Resistir a la injusticia, a la explotación y a la represión, es la precondición para que acabar con todas sus manifestaciones más lacerantes.
Joxe Iriarte, Bikila. Gorripidea ildoa, Zutik.
Rebelión ha publicado este artículo a petición expresa del autor, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.