Así que de todas maneras, al deslizarse en un tobogán ineludible, Trump recibirá al final de su recorrido una medalla de barro, digo, de lodo.
Donald Trump estuvo el pasado viernes en la Florida detrás de las donaciones de fondos para su campaña electoral y de los compromisos posibles de votantes. Y en su libreto ideológico no podía faltar su diatriba, tan mentirosa como manida, contra Venezuela, Cuba y Nicaragua. El magnate parece tan obnubilado que, en medio de una pandemia que ha causado millones de personas enfermas y miles de muertas en su país, solo piensa en una actuación holliwoodense que le garantice la tan ansiada reelección.
Son muchos los desaguisados y tropelías y hasta el momento lo acosan escándalos y disparates tales que se ha ganado la oposición de miembros relevantes de su propio partido, y todo indica que al final de su mandato se desliza en un tobogán que podría conducirlo al desastre merecido en las elecciones de noviembre.
Un hecho que pudiera esclarecerse antes, si los mecanismos fiscales estadounidenses fueran suficientes ágiles, sería el de los impuestos pagados por el empresario Trump, información que se ha negado a proporcionar hasta el momento. Si el mafioso Al Capone solo pudo ser encarcelado por la evasión de impuestos y no por el resto de sus numerosos crímenes, el empresario Trump pudiera sufrir igual suerte si la investigaciones fueran suficientemente profundas.
Está por ver si el sistema judicial de EE.UU permite escudriñar las cuentas claras y turbias que seguramente se esconden en la contabilidad de las empresas “trumpistas”, y, tal vez, tramposas.
También está por comprobar si el pueblo norteamericano decidirá poner fin o no a una administración inepta para conducir los asuntos nacionales e internacionales, de tal manera que su actuación se ha ganado el repudio y el hazmerreír general.
Si pierde en las elecciones, el hecho puede significar la ganancia general para el pueblo estadounidense y el mundo, cansado de sus desplantes bufonescos y hitlerianos.
Si gana, habrá que soportar otros cuatro años en un cachumbambé permanente en que la paz en EE.UU y el mundo estarán en vilo.
Pierda o gane las elecciones, producto de factores objetivos y subjetivos, Donald Trump merecerá, por su política, lo que pronosticara Fidel Castro, con su ojo avizor y vaticinador, al señalar en una de sus reflexiones en octubre de 2016: «No olvidemos que este domingo habrá debate de candidatos. En la primera ocasión, hace dos semanas, se produjo uno que causó conmoción». “El señor Trump que se suponía un capacitado experto quedó descalificado… en su política. Habrá que darle ahora una medalla de barro”.
Así que de todas maneras, al deslizarse en un tobogán ineludible, Trump recibirá al final de su recorrido una medalla de barro, digo, de lodo.