Para Elena Figueras Albi
Aquel recital fue el tiempo de la recomposición. Recomponerse, volverse a hacer, juntar pedazos. El teatro Español, un ritual laico, yo tenía toda la desconfianza del mundo. Aunque admiraba a Patti Smith. Una vez alguien la vio pelar una fruta, una pera amarilla; lo hacía de una forma extraña, como si se tratara de un melón, partía rodajas de pera y luego pasaba el cuchillo para desprender la piel. Le preguntaron por qué lo hacía así. Ella rió: modales, no tengo modales. Contó que de niña su madre trabajaba todo el día, ella tuvo que ocuparse de los hermanos pequeños inventándoselo todo. La elegancia, dice Roberto Enríquez, es que nada de lo que llevas parezca prestado o nuevo, que nada de lo que eres parezca prestado o nuevo. Yo admiraba, casi por encima de su voz y su talento poético, y su ritmo y su valor, la elegancia de Patti Smith. Pelar la fruta creando sus propios modales, los que nadie le ha impuesto. Nada de lo que lleva parece nunca ajeno, nada de lo que es. Pero desconfiaba de un recital como si fuera un tiempo pactado, una concesión a nuestra propia debilidad.
Patti Smith salió al escenario «sin la típica actitud de mendigo de deseos masculinos»: no mendigaba a nadie. Llevaba un cinturón de tela desabrochado cuyos extremos colgaban sobre el pantalón como si fuera una india. ¿La música, la poesía, la actitud, sirven para algo? Cuando Patti Smith terminaba de leer un folio lo tiraba al suelo en un gesto de consunción, sin antes ni después. Si necesitaba que su voz fluyera más libre, escupía a la tarima y el punk no era historia sino vida diaria. Tras recitar como ningún otro poeta lo ha hecho Spell de Ginsberg, siguió hablando y afirmó: «Si la gente viene, tendrán que escuchar», sonrió segura y después casi gritó: «¡A veces nos toca soñar y a veces nos toca sufrir!». El sufrimiento no como una herida sino como un acto de fuerza que se expande: al infierno la resignación, y al infierno también la docilidad, «la vida no es noble ni buena ni sagrada», a veces miro el dorso de la mano, el hueso de la muñeca bajo la piel y sé que sólo tenemos movimiento, nerviosismo, sé que la paz es la muerte y un recital no es un secreto para guardar en un cofre sino la materia de que está hecha la compasión. Por supuesto, cuando digo compasión digo lo opuesto a la lástima, al desprecio, a la repugnante condescendencia. En la compasión hay humor, aunque no siempre salga a la superficie, la compasión nos ríe porque es la imperfección diseminada sobre los campos de la noche, sobre los vivos y los muertos.
Patti Smith interpretó una canción de cuna compuesta con Fred «Sonic» Smith, The Jackson song. Es, en realidad, la única canción de cuna, la que nos han escrito, la que necesitamos escribir a un hijo, a una amiga, a quien anda a nuestro lado. Es tan perfecta que salta hecha trizas cada vez que Patti Smith la saca desde mucho más adentro del estómago hasta fuera de las paredes de cualquier recinto. May your path be your own/ But I’m with you/ And each day you’ll grow/ He’ll be there too/ And someday when you go/ We’ll follow you/ As you go, as you go «Que tu camino sea el tuyo/ pero estoy contigo/ cada día crecerás/ y él también estará/ Y cuando te vayas/ te seguiremos/ mientras vas, mientras vas». Como a veces se pinta una figura dando color al fondo y es la zona dejada en blanco la que cuenta, mientras Patti Smith cantaba The Jackson song el teatro se llenó de aquello que rompimos, de las veces en que no llegamos a tiempo, las cajas destempladas, la precipitación, el miedo, como si un agujero negro se lo llevara todo dejando sólo el centro del remolino, ese deseo de estar ahí, al lado y sin dañar, plegando las alas.
El recital siguió por varios caminos, no había banda, sólo Tony Shanahan acompañaba con la voz, el piano, la guitarra, pero ambos dieron a My Blakean year, Beneath de Southern Cross o Pissing in a River la electricidad poderosa del rock, que se mantuvo en la sala y estalló con Rock n Roll Nigger y People have the power. El 15M, después de las marchas por todo el país, estaba ese día a dos calles del teatro y estuvo también dentro en un papel, en unas frases, en las manos que se agitaban con Ghost Dance; puede que no fuera suficiente pero sí era. Cuando Patti Smith leyó en inglés «porque te has muerto para siempre» supimos una vez más que la poesía no tiene sujeto ni narrador, nos pertenece y en la voz de Smith habitaba el lamento por nuestro propio muerto, no te conoce nadie pero yo te canto. De un tema a otro llegaron los bises. Me di la vuelta varias veces para mirar a las otras personas, vi los mismos ojos brillantes y el poderío que Patti Smith estaba haciendo llegar a cada cuerpo, esa potencia era real, ¿qué haremos con ella?
Las actuaciones de Patti Smith no vienen enlatadas, ella se las inventa cada vez y en todas mantiene la boca punk y una palabra, nigger, Patti nigger, sólo a quien tú respetas puede juzgarte. Pensé que la literatura debe cambiar porque ya no bastan las historias personales, no basta un pancreas para un recital ni una guitarra ni cinco litros de sangre. Fuimos un organismo vivo y devoramos nuestro cansancio. No creas demasiado que no estuviste ahí, lo veo en tu boca punk.
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