La confianza es un camino de doble vía: La ecuación es sencilla: el pueblo confía en sus instituciones, líderes, representantes y funcionarios y éstos en el pueblo.
Uno de los elementos principales para construir confianza, promover y consolidar la participación social, la cooperación, la cohesión, la unidad es la transparencia.
Hay todavía en algunos cierta ojeriza con el término transparencia, que devino pretexto en la antigua URSS para contribuir allí al colapso del socialismo. En física, transparencia es una propiedad óptica de la materia. En política el término transparencia alude al deber del Gobierno y del Estado de informar debidamente a la ciudadanía acerca de su actividad, planes, objetivos, dificultades, empleo de los fondos públicos, etc. de manera que esta pueda ejercer su derecho a estar debidamente informada y a ejercer positivamente el control popular. Al igual que empleamos sin aversión el término democracia bastardeado por el liberalismo y el neoliberalismo es dable emplear el de transparencia.
La transparencia es imprescindible para dar a conocer cuando se hacen mal las cosas, cuando hay errores o incluso corrupción en el manejo de lo público y también cuando se hacen bien las cosas.
Se ha reconocido y reiterado que no hay pretextos que valgan para no informar al pueblo de todo aquello que le resulta necesario, de interés. El fraterno Luis Toledo Sande lo escribió con meridiana exactitud: “Ni en materia de información ni en ninguna otra ha de tener Cuba por premisa básica la de “no dar armas al enemigo”, sino la de hacer lo que debe, y hacerlo bien, sin resignarse a “lo mejor posible”. Y su enemigo no necesita que le den armas: él las inventa. Para ello tiene recursos de todo tipo y, en especial, desvergüenza infinita.”
Y es que no informar desinforma. Y no solo porque permite que corra todo tipo de deformaciones en el universo comunicacional de la sociedad, sino porque genera desconfianza y natural especulación cuando no se tiene información sobre algo que es realmente importante y altamente sensible para la gente.
La incógnita sobre el turismo
Un artículo del economista cubano José Luis Rodríguez publicado el pasado año generó además de los merecidos reconocimientos por su acostumbrado rigor y por su diafanidad, no pocos criterios acerca de lo incomprensible para algunos lectores de los montos dedicados a las inversiones en las instalaciones turísticas. Esos criterios se hicieron notar públicamente a partir de ese artículo, pero –la verdad sea dicha- eran vox populi desde hace tiempo.
Para nadie es un secreto que esa industria es de primordial importancia para Cuba. Ella puede proporcionar divisas frescas, impulsar los encadenamientos productivos, estimular la producción nacional, en resumen: ser una “locomotora” para el desarrollo económico.
Sin embargo, resulta para muchos incomprensible el por qué durante los años de pandemia y pos-pandemia, cuando a todas luces estuvimos (y estaremos al menos algunos años más) muy lejos de alcanzar un flujo turístico igual o cercano al que teníamos y podíamos atender con las instalaciones existentes, no hubo la flexibilidad en materia de planificación para reorientar esos recursos hacia la agricultura, la ganadería y otros sectores profundamente deprimidos y de primordial urgencia para el país, en lugar de seguir construyendo grandes instalaciones hoteleras que no podrán ser aprovechadas en un futuro cercano, mientras con refaccionar las instalaciones existentes se podría dar cobertura al posible crecimiento del flujo turístico. Lo corroboraron fehacientemente las cifras de ocupación hotelera del pasado año, apenas un 15,6%.
El tema de la industria turística se ha tratado públicamente en diferentes ocasiones, por ejemplo en julio del pasado 2022 en sesión de la IX Legislatura, cuando el enfoque fue de un sector que se recupera, recuperación muy insuficiente como demuestra la cifra anterior. Mientras, quedaba la ciudadanía sin respuesta a una incógnita también aguijoneada simbólicamente por el contraste del crecimiento de grandes hoteles desocupados y de grandes necesidades de la población.
Independientemente de que esa política inversionista y la estrategia que la sustenta sean o no entendidas y apoyadas, lo primero es que sean explicadas, bien explicadas. Solo que esta información aún hoy no la tiene la población. Si seguir invirtiendo en estos años en las instalaciones turísticas es algo justificable, necesario, la mejor opción, deben transparentarse los argumentos correspondientes. Decir que el turismo es estratégico, perspectivo , etc. no es suficiente. Si no ha sido la mejor decisión, también hay que reconocerlo y adoptar las medidas que corresponda.
Explicar bien eso al pueblo es un acto de transparencia. El pueblo cubano tiene la capacidad, la cultura, la educación necesarias para entender la necesidad de un propósito cualquiera, aun si este le demanda un alto grado de sacrificio. Y cuando algo no se lo explica, el derecho a que se le ofrezcan con transparencia y rigor los argumentos. Es simplemente un tema de confianza.
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