Por primera vez en México el Instituto Italiano de Cultura ofrece una retrospectiva completa de la obra de Federico Fellini, en copias de 35 milímetros facilitadas por Cinecittà. El ciclo Tutto Fellini comprende 20 largometrajes y tres cortos, y se proyecta del 2 al 26 de diciembre en la Cineteca Nacional. Muchas de las obras […]
Por primera vez en México el Instituto Italiano de Cultura ofrece una retrospectiva completa de la obra de Federico Fellini, en copias de 35 milímetros facilitadas por Cinecittà. El ciclo Tutto Fellini comprende 20 largometrajes y tres cortos, y se proyecta del 2 al 26 de diciembre en la Cineteca Nacional. Muchas de las obras capitales del cineasta de Rímini son ampliamente conocidas por los cinéfilos en nuestro país, algunas las exhiben ocasionalmente la televisión cultural, y la totalidad de su filmografía circula en video por esos cine-clubes itinerantes que son los puestos de piratería.
Sin embargo, la oportunidad de ver las cintas en pantalla grande, presentadas en orden cronológico, es única. Cabe señalar con respecto al realizador algo interesante que alguna vez comentó el hoy centenario cineasta portugués Manoel de Oliveira: Considerando ahora su obra, puedo decir de Fellini que es muy viejo en sus primeras películas y terriblemente joven en las últimas
. Son precisamente estas últimas obras (Amarcord, Roma, Satiricón, Y la nave va) las que mayor atractivo tienen entre los jóvenes, por su esplendor visual y por los arreglos musicales de Nino Rota. Muchos espectadores ya maduros prefieren, en cambio, el discreto encanto de sus primeras obras melancólicas, con los apuntes autobiográficos que señala su ruptura inicial con las opresiva atmósferas de provincia, los desengaños amorosos vividos en tono trágico, los titubeos en la sensibilidad de algún artista adolescente, el color local de las ferias itinerantes, el azoro juvenil ante el desbordamiento erótico de la carne.
Una cinta de juventud, Los inútiles (I vitelloni, 1953), segundo largometraje de autoría completa (si exceptuamos Luces de variedad, 1951, en colaboración con Alberto Lattuada), realizado a los 23 años, contiene muchos de los elementos narrativos y estilísticos de la obra futura, sobre todo la serenidad moral del director contemplando, con ironía y ternura, el mundo de su propia adolescencia a través de su personaje Moraldo (Franco Interlenghi, aquel niño de El limpiabotas, 1946, de Vittorio de Sica). El título original, I vitelloni, exigencia irrenunciable de Fellini, procede del vocablo vidlòn en dialecto riminés, y alude a una persona ociosa que mata el tiempo perpetrando fechorías menudas; Fellini lo aplica a estudiantes abúlicos y sin convicciones que pertenecen a las clases acomodadas en provincia.
Ese mundo que posiblemente fuera el suyo, lo describe en una crónica sentimental en la que destacan a cuatro personajes juveniles: Alberto (Alberto Sordi), el pícaro edípico incapaz de controlar la vida de su hermana menor, voluntariamente sometida a un gigoló de barriada; Leopoldo (Leopoldo Trieste), el dramaturgo mediocre que lamentablemente confunde el asedio sexual de un viejo actor con una disposición generosa hacia su trabajo de escritor; Fausto (Franco Fabrizi), el seductor impenitente, carente de escrúpulos morales, que sumido en sumido en el autoengaño traiciona la confianza de quienes le rodean, y Moraldo (Interlenghi, alter ego del cineasta), el observador ecuánime y sensible que solícito responde a las exigencias del código de amistad del grupo, sin vida amorosa propia, sin derrotero profesional claro, en espera solamente del momento de abandonar ese mundo de frivolidad y despreocupación, toda esa adolescencia prolongada en torno suyo, para buscar en la ciudad una vida propia.
Federico Fellini pensó continuar esta parábola de iniciación juvenil en una cinta que llevaría por título Moraldo en la ciudad, pero pronto abandonó el proyecto por presiones de sus productores, y al joven Moraldo le dio el nombre de Marcello para describir, de modo más audaz e inventivo, su incursión en el ámbito mundano de La dulce vida (1960), estelarizada esta vez por el doble definitivo del cineasta, Marcello Mastroianni. Los inútiles es así una primera pieza autobiográfica, compendio también de las inquietudes persistentes del cineasta, indispensable para apreciar y valorar cabalmente la retrospectiva que este mes propone la Cineteca Nacional.
Los inútiles se exhibe en la sala 3 este domingo a las 18 horas y el próximo miércoles a las 20:30 horas.
Fuente: http://www.jornada.unam.mx/2010/12/05/index.php?section=opinion&article=a10a1esp