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Umpiérrez y la alianza entre socialismo y mercado

Fuentes: Rebelión

«Prescindamos de cualquier error de cálculo en el precio, puramente subjetivo, por parte del poseedor de mercancías, error que se corrige inmediatamente en el mercado de una manera objetiva». El Capital, Karl Marx. (Citado por Francisco Umpiérrez www.rebelion.org/noticia.php?id=16802). Como siempre, el amigo Umpiérrez, cita de soslayo. ¿Qué tendrá que ver esta tocino con la velocidad […]

«Prescindamos de cualquier error de cálculo en el precio, puramente subjetivo, por parte del poseedor de mercancías, error que se corrige inmediatamente en el mercado de una manera objetiva». El Capital, Karl Marx. (Citado por Francisco Umpiérrez www.rebelion.org/noticia.php?id=16802).

Como siempre, el amigo Umpiérrez, cita de soslayo. ¿Qué tendrá que ver esta tocino con la velocidad de mis aseveraciones? Lo que dice Marx en El Capital y en esta cita en concreto, es algo elemental y cierto que jamás he puesto en duda…si el mercado no está manipulado por los que lo gobiernan, en provecho propio y en detrimento del equilibrio en los intercambios. El precio de las mercancías se corrige inmediatamente en un mercado transparente y libre. El precio de esas mercancías, se subvalora sistemáticamente en los mercados mundiales desde hace décadas, por los uqe controlan los «mercados globales», provocando crecientes desigualdades que afectan a miles de millones de personas; desigualdad que tiene carácter de permanente y que solo afloja el dogal un poco, cuando ven que el burro humano que trabaja forzado para ellos, se les va a morir. Marx habla de una cosa y Umpiérrez lo cita fuera de contexto.

Todavía hay mucha gente de la izquierda radical que sigue confundiendo la forma mercantil de la riqueza con la forma de capital. Pero la cosa no queda ahí, hay personalidades de dicha izquierda, como es el caso de Pedro Prieto, que a quienes defendemos el socialismo de mercado nos dicen de lo último. A mí en concreto el señor Prieto, que publicó en Rebelión un artículo crítico contra mis ideas titulado «El doble salto de una crítica insustancial», me dice que soy un pseudomarxista, un Chicago boy, un adorador de mercado, y me aconseja que al Centro de Estudios Karl Marx, del cual soy director, le quite el nombre de Marx. Pero también arremete contra las masas: habla, por ejemplo, de «los malditos chinos» y de que hay «quinientos millones de febriles y descerebrados consumidores». Este estilo es propio de los sectarios, que creen que tienen la verdad en las manos y desprecian a todos los que no piensan ni sienten como ellos. Desprecian a las personalidades independientes y desprecian a las masas. Son unos subidos, unos altaneros, que creen estar libres de la enajenación y en posesión de ideas puras. Pero la verdad es que son ciegos y, en consecuencia, sus acciones provocan mucho daño a los intereses de la izquierda radical. Si el movimiento de la izquierda radical se deja en manos de los sectarios, jamás escapará del aislamiento y de la marginalidad en la que se encuentra en la actualidad.

Sugiero dar una vuelta por mi artículo, no por afán de ser releído, sino por ver cómo se puede sacar de contexto una frase, para adornar la crítica. Al hablar de los «malditos chinos», estaba utilizando el sarcasmo. Es el propio Umpiérrez el que despreciaba a los que hacían tractores que se rompían y seguramente, porque eran comunistas, no como los de John Deere. Y al hablar de 500 millones de «febriles y descerebrados consumidores», lo que hago es constatar la triste realidad de una masa alienada, no ofendo a nadie. De masas alienadas también hablaba Marx y nadie considera que ofendía a los alienados, sino más bien que intentaba levantarlos de la alineación. Marx no pudo prever los niveles febriles (verdaderamente febriles) de consumo de lso 500 millones de consumidores de los países capitalistas depredadores. Marx pensaba ue Alemania sería la primera nación que alcanzaría el socialismo y se equivocó: fue la primera que puso en marcha el nazismo. Hoy tenemos una sociedad en la que a la primera crisis importante, tiene toda la pinta de actuar de similar manera , en defensa del sacrosanto nivel de consumo. Y todo apunta que las primeras víctimas de ellos, en el frente interior, ya no serán judíos, sino más bien inmigrantes, como causa de todo mal. Y en el frente exterior, las amenazas, para unificar a los alienados en marchas nazis y fascistas, serán los musulmanes, a los que el destino ha dotado de lso recursos esenciales (los combustibles fósiles de calidad) que necesitan nuestras sociedades para mantener el nivel de vida alienado y (pre)potente que desarrollamos. A eso me refería cuando decía que la masa vive alienada en los países capitalistas (esos son los 500 millones; los otros seis mil viven mucho peor, en términos generales y excluyendo a oligarquías dominantes y lacayas en esos países empobrecidos)

Y muy al contrario, no sólo no desprecio a los independientes (lo de ser «personalidad», ya es otra cosa), sino que los alabo. Todo debe tener un punto de crítica y todo puede ser sometido a reflexión. Y no pretendo ser miembro de ninguna izquierda radical. Precisamente me molestan los apelativos.

Marx, en la sección dedicada al dinero como medio de circulación, nos habla de un tejedor que cambia 20 varas de tela por 2 libras esterlinas, y que después con estas 2 libras esterlinas compra una Biblia. Este proceso puede representarse mediante la fórmula: mercancía – dinero – mercancía (M-D-M), donde la primera M son las 20 varas de tela, D son las 2 libras esterlinas, y M la Biblia. Este proceso se divide en dos fases: M-D o venta de las 20 varas de tela, y D-M o compra de la Biblia. Con respecto a la primera fase de este proceso, M-D, Marx dice lo siguiente: «el salto del valor de la mercancía desde el cuerpo de ésta al cuerpo en oro es, como ya digo en otro sitio, el salto mortal de la mercancía». Pedro Prieto cree que la clave de esta cita está en el oro, cuando la clave está en la forma de dinero del oro. Lo que Marx analiza en esta sección son los cambios de formas del valor. Supongamos que las 20 varas de tela representan 8 horas de trabajo social medio. Pues bien, el tejedor tiene ese determinado valor, 20 horas de trabajo social medio, primero en forma de 20 varas de tela, después en forma de 2 libras esterlinas, y por ultimo, en forma de Biblia. Podemos expresarlo también así: el valor salta desde el cuerpo de la tela al cuerpo del oro (las 2 libras esterlinas), y de éste a la Biblia. El valor es siempre el mismo, 8 horas de trabajo social medio, mientras que los cuerpos en los que existen son distintos: 20 varas de tela, 2 libras esterlinas de oro y 1 Biblia. Se trata de saber por qué Marx llama a la primera metamorfosis de la mercancía, M-D, el salto mortal de la mercancía y de qué depende que este salto sea exitoso. Y esto es lo que haré a continuación, exponer lo que dijo Marx al respecto, para que Pedro Prieto vea que la cita que yo empleé en el trabajo anterior no está fuera de contexto, mientras que él, a mi juicio, está fuera de órbita.

Esto de repetir frases enteras y verdaderas del primer libro de El Capital es verdaderamente cansino. Sobre todo, cuando se dan las medidas en varas y en libras, aunque todo sea igual. La transmutación M-D-M y sus casos particulares D-M y M-D, ya dan por supuesto que existe dinero. Hay civilizaciones que tienen mercados y no tienen dinero. ¿Cómo? Muy sencillo: utilizan el truque. Y el valor suele ser el trabajo humano empleado en ello. ¿Y cómo podría despreciar el tiempo razonablemente empleado en producir un bien o realizar un servicio, si la medida fundamental (subjetiva, claro está, pero bastante cerca de la objetividad, si es justa) es el tiempo razonablemente empleado con un determinado grado de intensidad, esfuerzo o riesgo?

1. Unilateralidad y multilateralidad en la división social del trabajo. La división social del trabajo hace que el trabajo del tejedor sea tan unilateral como multilaterales sus necesidades. Por eso su producto no le sirve más que como valor de cambio. No obstante, no le sirve como equivalente general: con las 20 varas de tela no puede comprar todo lo que necesita. Previamente tiene que transformar su mercancía en dinero, la forma general de equivalente socialmente válida, y después comprar lo que necesita. Pero el dinero se encuentra en los bolsillos ajenos. Para sacarlo la mercancía (las 20 varas de tela) tiene que ser valor de uso para el poseedor de dinero, o sea, el trabajo gastado en ella tiene que haberse gastado de una forma socialmente útil, esto es, haberse confirmado como un eslabón de la división social del trabajo.

No es cierto; es una simplificación. El tejedor no necesita dinero. Ha habido hombres y mujeres tejiendo desde hace varios miles de años, cuando no existían ni las conchas, como formas dinerarias y los tejedores vivían, lo que quiere decir que satisfacían sus necesidades multilaterales, mediante trueques sencillos, registros de memoria y palabra dada, con sus producciones unilaterales. Cuando el dinero comienza a existir, lo único que hace es AGILIZAR los intercambios; esa es la nueva función, el salto. Mejora y agiliza el valor de cambio, que antes se mantenía en pequeñas comunidades de cazadores recolectores, mediante deudas y créditos de memoria y con disciplinas no tan unilaterales, como el ejemplo pretende poner. El dinero se encuentra en los bolsillo ajenos y propios. Cuando una sociedad decide utilizar el dinero y queda socialmente aceptado su uso, es porque hay ventaja en ello y todos se benefician del intercambio ágil, pero no veo por donde va.

2. Confirmación como eslabón de la división social del trabajo y necesidad social. Tal vez la mercancía que se lleva al mercado sea producto de un nuevo trabajo que quiera satisfacer una necesidad recién surgida o quiera crear una necesidad nueva. Pero puede suceder que el mercado no esté maduro para esa nueva oferta, que la necesidad recién surgida no sea firme o que la nueva necesidad que se pretende crear no prenda en los consumidores. Si fuera este el caso, entonces el trabajo que ha creado esa mercancía no se confirmaría como eslabón de la división social del trabajo y, por tanto, no sería socialmente necesario. También puede suceder que la mercancía A que habitualmente satisface una determinada necesidad sea desplazada por una mercancía B que la satisface de mejor manera. En tal caso el trabajo que produce la mercancía A dejaría de ser un eslabón de la división social del trabajo y, por lo tanto, no sería socialmente necesario. Supongamos, por último, que el trabajo que crea la mercancía A se ha confirmado como eslabón de la división social del trabajo. No obstante, esto no asegura el valor de uso de la mercancía A. ¿Por qué? Si la necesidad social de la mercancía A, que tiene sus límites como todo, viene satisfecha por productores rivales, el trabajo que produjo la mercancía A resulta superfluo, inútil. En suma, en estos tres casos el salto mortal del valor de la mercancía desde su propio cuerpo al cuerpo del dinero no se produce, y con ello, como dice Marx, no es la mercancía la que se estrella sino su poseedor.

Ahora está explicado algo mejor. No obstante caben matizar muchas complejidades de la sociedad capitalista y consumista actual, que fuerza primero la necesidad y crea así el mercado para colocar le producto, sea éste socialmente necesario o no y muchas veces siendo absolutamente innecesario. Y otras veces, el producto es muy necesario, pero su acceso al mercado queda bloqueado por los que lo dominan. Hablar del «mercado», como si este fuese una simple balanza de medir equilibrios y pesos o valores o precios de las cosas, es muy simplificador. La leche es muy necesaria y unos señores de Bruselas deciden que como los africanos no pueden pagarla, hay que sacrificar vacas en Cantabria para limitar la cuota a lo que pueden vender en el mercado manejado por unos cuantos, a los que pueden pagar el precio (nunca el justiprecio) en el mercado europeo. Claro que se estrella en este caso el poseedor de la mercancía pero por razones ajenas a lo superfluo o no superfluo del producto. Y olvidando que durante siglos, los gobernantes de estos países han estado colonizando o vampirizando a los ciudadanos uqe ahora no se pueden permitir comprar la leche que desesperadamente necesitan, porque se han producido siglos de intercambios desiguales de forma manipulada y torticera. El mercado (no el mercado objetivo, inicial, prístino y puro, sino el real, el que tenemos y vivimos hoy) no es inocuo; es el resultado de lo que pretenden quienes lo dominan en provecho propio.

3. La mercancía se confirma como valor de uso y atrae dinero. Supongamos que el valor de uso de las 20 varas de tela se mantiene y atrae dinero. Nos preguntaremos entonces: ¿cuánto dinero? La respuesta viene anticipada en el precio, en el exponente de la magnitud de valor. Debemos prescindir de cualquier error de cálculo por parte del poseedor de la mercancía a la hora de determinar el precio. Pero en caso de que se produjera dicho error, el mercado lo corregiría al momento de forma objetiva. Se parte del supuesto de que en la elaboración de las 20 varas de tela se haya gastado el promedio socialmente necesario de tiempo de trabajo. Pero puede suceder que las condiciones técnicas de producción cambien y lo que hoy es tiempo de trabajo socialmente necesario deje de serlo mañana. Hoy 20 varas de tela representan 8 horas de trabajo social medio, pero mañana, con el cambio en las fuerzas productivas del trabajo, sólo representan 4 horas de trabajo. En tal caso, el trabajo que creó las 20 varas de tela bajo las condiciones de producción atrasadas no es socialmente necesario.

Claro que las condiciones técnicas pueden cambiar y hacer que algo que encontraba mercado antes ahora no lo encuentre. Pero si el bien producido es leche de madre para amamantar y las condiciones de mercado hacen que el bebé tenga que chupar biberón desde la semana de nacimiento, porque la Nestlé se empeña en una campaña en que esa leche es mejor que la materna, eso no quiere decir, NI MUCHO MENOS, que la leche materna haya dejado de ser REALMENTE NECESARIA, ni mucho menos y no se si se entiende, sin medir en varas o comprar en libras.

4. Como habrá visto el lector, sólo si la mercancía atrae dinero, sólo si la mercancía se transforma en dinero, se demuestra que el trabajo social gastado en ella es necesario. Y la posibilidad de que esta transformación se produzca depende de muchas variables: que sea valor de uso para el poseedor del dinero, que su espacio en el mercado no venga ocupado por vendedores rivales, y que su mercancía contenga el tiempo de trabajo socialmente necesario. Y aquí no hay apología del mercado, sino la constatación de que los valores, que son creados en la producción, se realizan en el mercado.

Aquí hay mucha apología de cualquier mercado escondida. Y hay mercados y mercados. Los valores pueden permutarse, pervertirse y fabricarse. Puede haber mercancías que no atraigan dinero y que sean socialmente necesarias, insisto.

5. Sólo me resta valorar de modo crítico dos de las ideas de Pedro Prieto, para que el lector calibre su forma de pensar. En mi mensaje anterior yo hablaba de que en las economías planificadas las mercancías circulan con lentitud y que el tiempo es oro. Esto del oro debió sonarle tan burgués a Pedro Prieto que me apostilló del siguiente modo: «el tiempo es sencillamente tiempo. En economía liberal podrá ser oro, pero en una economía marxista el tiempo es la cuarta dimensión, una variable más del mundo físico en que vivimos. Punto». Esto que afirma Pedro Prieto es fruto del sectarismo; puesto que lo que diré a continuación como réplica a sus afirmaciones, él mismo lo defiende. Pero en su lucha ciega conmigo no lo ha visto. Para los marxistas la ley del valor de Marx es un conocimiento imprescindible y el arma principal para luchar contra el capital. Así entre marxistas es habitual decir que el valor de las mercancías es la cantidad de trabajo social medio cristalizada en ella. También saben los marxistas que la cantidad de trabajo se mide en unidades de tiempo, y así hablan del tiempo de trabajo socialmente necesario. También todo el mundo sabe que el salario se establece en función de una jornada labora medida en horas de trabajo, que los trabajadores quieren reducir la jornada laboral y los capitalistas aumentarla o conservarla, como también quieren los trabajadores que el tiempo que trabajan para sí mismo, los salarios, sea mayor que el tiempo que trabajan para otros, la plusvalía. Por lo tanto, para los marxistas el tiempo es un concepto económico fundamental. Y de modo práctico, ¿quién no sabe que el tiempo es oro? Todo el mundo lo sabe, menos Pedro Prieto. Decir, por lo tanto, como dice Pedro Prieto, que en la economía socialista el tiempo es la cuarta dimensión, que es una pura variable física, sólo puede significar que es el propio Prieto quien está en la cuarta dimensión, pues es un saber de la gente sencilla y de la economía más elemental que el tiempo es oro.

El tiempo. De nuevo una salida de contexto. En las economías planificadas, y la capitalista es una economía muy planificada, no tiene por qué necesariamente circular con lentitud. Y en las capitalistas, no tiene por qué circular con rapidez, aunque desde luego si van cn mucho frenesí en determinados sectores y no precisamente los más «socialmente necesarios». Los tanques que se producían en la II Guerra Mundial (Gran Guerra Patria) en la URSS salían a toda leche de las fábricas (a lo mejor eran tan malos como los tractores chinos, pero llegaron a Berlín antes que los Sherman estadounidenses) En china, en un par de años, desde el triunfo de la revolución en 1949, se erradicó por completo el consumo de opio (en Europa y en EE.UU. se admite que es un mal no erradicable; van sin prisa) y se sacó a los 800 millones de chinos de aquel entonces de la esclavitud y la servidumbre (personas con cadenas y grilletes, en el sentido literal) y se les colocó en pocos años en el umbral de la dieta mínima a todos ellos. No está mal y no fue tan lento. Hay mercados muy capitalistas en Mozambique, Guinea Ecuatorial, Bolivia y demás, que todavía no han visto la hora de hacer aulas, desde hace siglos, para satisfacer servicios «socialmente necesarios». El tiempo es oro, por tanto, para el que controla los relojes. Si el mercado es justo y la acumulación de determinados niveles de riqueza (muy poco por encima de los bienes fundamentales a alimentación, vivienda mínima digna, salud y educación) estuviese fuera de la ley, el tiempo sería importante sólo para verificar que cualquier intercambio de bienes tiene un contenido en horas equivalentes entre los bienes que se intercambian. Si los que operan en el mercado y lo controlan, lo hacen de forma injusta, la plusvalía, en beneficio de unos pocos, se dispara y ya tenemos la de todos los jueves.

6. La segunda idea de Pedro Prieto que voy a someter a crítica es la siguiente: «La gente lleva al mercado cosas no para atraer dinero, sino para intercambiar bienes y servicios. Esa es la función principal. La atracción por el dinero es algo ajeno al mercado; tiene que ver más bien con el ansia de acumulación capitalista». Esto es otra prueba de hasta qué punto el sectarismo provoca ceguera, puesto que hasta lo más evidente, lo que nadie discute, Pedro Prieto no lo ve. Al mercado no se puede ir con las manos vacías: o sea va con mercancía o se va con dinero. El que va con mercancía actúa como vendedor, y el que va con dinero actúa como comprador. El vendedor quiere dinero y el comprador mercancías. Así que la atracción por el dinero es una condición esencial del mercado, y la mercancía que no atrae dinero estrella a su poseedor. También el obrero cuando vende su fuerza de trabajo quiere a cambio dinero; y si no atrae dinero, quedará condenado al paro y a la miseria.

Pues debo ser muy sectario, pero creo que al mercado se puede ir con mercancía a vender y con mercancía a comprar; que se pueden intercambiar mercancías de forma directa (llamado trueque) o se puede hacer con dinero. Por supuesto que sigo afirmando que al mercado se va a satisfacer la necesidad de bienes o servicios, no a atraer dinero. El dinero es, sola y exclusivamente, el mecanismo agilizador del intercambio. Punto. Si es algo más, es porque alguien insiste en que lo sea y fuerza las cosas para que lo sea. Me cago en los locutores que hablan del «precio del dinero». El dinero es solo un mecanismo de intercambio y cuando el dinero genera dinero, aunque ahora todo el mundo lo entienda como normal, nos encontramos ante el principio de una perversidad y del mecanismo de la acumulación desmesurada por parte de los menos. Decir que el obrero que intercambia su fuerza de trabajo quiere dinero, es una verdadera mixtificación. El obrero lo que quiere es vivir y si se le paga en dinero, no le quedan más ñitos que aceptar el dinero. Si se le paga en especie, aceptará el pago en especie. Y aunque acepte dinero, puede quedar condenado, como pasa en tres cuartas partes del mundo, al paro y a la miseria. No es el dinero per se lo que le saca de la miseria, sino un intercambio justo de su trabajo por otros bienes esenciales para que pueda vivir. Puede haber obreros pagados en especie que no pasen privaciones y tengan una vida digna y obreros pagados con dinero que lleven una vida miserable. El dinero es el vehículo con el que los adquiere.