El autor considera una anécdota el anteproyecto de ley y critica algunas de las intenciones del Gobierno de Zapatero.
La extrema dureza con la que ha sido recibida la Ley de Economía Sostenible (LES) está justificada. Es una nueva ocurrencia de Zapatero, otro conejo de la chistera de este aficionado a la prestidigitación, con el objetivo de ganar tiempo y distraer la atención de la crisis social y económica. En esta ocasión, nada menos que pretende cubrir una década, pues el Gobierno, aturdido, paralizado y maniatado, quiere un plazo de diez años para poner en marcha, dice, un nuevo modelo económico. Todo palabras hueras, gestos vacíos, al punto de que la LES, todavía un anteproyecto, puede que no llegue a nacer.
La misma idea de hablar en estos momentos de economía sostenible es un disparate. Zapatero fue el último en enterarse de la crisis y ha sido el primero en anunciar la recuperación. El Gobierno da por hecho que la economía en el futuro cercano emprenderá una senda de crecimiento, que debe encauzarse para que se prolongue lo más posible. Pero la realidad es que la economía española está atrapada en una ciénaga de la que le será imposible salir sin que pasen acontecimientos de consecuencias graves. Frente a la osadía de pensar que la recuperación está cerca, hay que recordar, por ejemplo, la opinión del Nobel Paul Krugman, quien sostiene que antes de que la economía remonte será preciso que resuelva el problema muy grave de su inserción en la economía internacional y en la zona del euro, pues los datos son demoledores. La economía española, tras generar durante tiempo unos déficits exteriores enormes, se ha convertido en una de las economías con una deuda neta exterior más importantes del mundo; por otro lado, ha acumulado un paro desolador. Esta situación, señala Krugman, refleja un desequilibrio tan profundo que para remediarlo aconseja un ajuste interno brutal de precios y salarios, para ganar competitividad, partiendo de que la pertenencia al euro impide una devaluación de la moneda. Frente a esta realidad, hablar de economía sostenible es una burda burla a la sociedad española.
La LES, por lo demás, es un gran cajón de sastre donde sin abordarse ningún problema esencial, se juntan un conglomerado de promesas con detalles de cambios menores, algunos meramente administrativos y otros ya anunciados o que han entrado en vigor. El mero enunciado de los temas que se tocan da una impresión deplorable, con una falta de coherencia, método y concreción que refuerzan la opinión de que se trata de un nuevo aspaviento del Gobierno para simular que se hace algo. A título de ejemplo, la ley, como no podía ser menos, dedica un apartado al impulso de la sacralizada I+D+i, pero como es bien sabido, en el Presupuesto para 2010, todavía en trámite parlamentario, se reducen los gastos de investigación. Los comentarios de la prensa y de los analistas no dejan lugar a dudas de que la ley es un aluvión de nada, una avalancha de bruma. Y cabe añadir que se empieza a sentir hastío de tener que dedicar tiempo y esfuerzos a seguir las sendas en el agua que traza el presidente Zapatero.
Ahora bien, la incongruencia de la LES con la cruda realidad y la inocuidad del proyecto con respecto a su fin declarado no deben despistar a los trabajadores sobre las verdaderos objetivos del Gobierno. De soslayo y en tono menor, ya ha dejado traslucir algunas medidas que, éstas sí, tienen relevancia. Ya se ha comprometido a poner en marcha una reforma laboral con acuerdo o no de los sindicatos. No hay que dedicar ni una línea a equiparar reforma laboral con el recorte de derechos sociales. Por otro lado, ha mencionado la revisión de las pensiones de acuerdo con el pacto de Toledo: esto es, que lo que se pretende es reducir las pensiones por la vía de ampliar el período de cómputo de los salarios en los años de contribución. Y se ha apuntado que con toda la «lógica», como dice la ministra Salgado, si se ha prolongado la esperanza de vida debe postergarse la edad de jubilación. Nada de contemplar que si existe un paro enorme sin visos de eliminarse, con toda lógica también debe reducirse el tiempo de trabajo a través de una reducción de la jornada laboral y de una anticipación de la edad de jubilación. Por lo demás, ya se sabe que los discursos en boga, también el de los dos sindicatos mayoritarios, van en el sentido retrógrado y demagógico de que la crisis habrá de superarse con el esfuerzo y los sacrificios de todos, es decir, fundamentalmente de los trabajadores.
En resumen, la LES es una anécdota más de la política de este Gobierno, que se olvidará, que no tendrá efectos significativos, mientras que la crisis seguirá produciendo estragos y convirtiendo a los trabajadores y las capas sociales más vulnerables en sus víctimas propiciatorias.
Pedro Montes es economista
Fuente: http://www.diagonalperiodico.net/Un-aluvion-de-nada.html