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Zapatero manejado por los titiriteros de la Banca y el Imperio

Un cadáver con cortijo

Fuentes: Rebelión

Lo que hace temible al escorpión, no es su tamaño, es su veneno. El género humano también dispone de especímenes venenosos que acongojan no por su talla, su fuerza o su valor, sino por su falta de escrúpulos, su ruindad y su vileza. En la casta de medradores que hoy componen la clase política, se […]


Lo que hace temible al escorpión, no es su tamaño, es su veneno. El género humano también dispone de especímenes venenosos que acongojan no por su talla, su fuerza o su valor, sino por su falta de escrúpulos, su ruindad y su vileza. En la casta de medradores que hoy componen la clase política, se los puede encontrar con cierta facilidad, e incluso a lo largo de la historia de nuestro país. Sin embargo, difícilmente nos toparemos con uno de la bajeza moral de José Luis Rodríguez Zapatero. Un personaje tan débil, cobarde y -a tenor de los últimos hechos- resentido, sólo encuentra parangón en escorias como Fernando VII o en peleles como su padre, Carlos IV.

Cadáver político desde hace más de un año, Zapatero dedica sus últimos paseos de marioneta a conducirse como si España fuese su cortijo y él su supremo dictador. El desgraciado no parece darse cuenta de que, en su detestable cargo de capataz de los verdaderos amos, no pasa de ser el hazmerreír más servil de todos los mandatarios europeos.

Cristobita manejado por los titiriteros de la Banca y el Imperio, no sólo acomete de forma sumaria y casi clandestina una reforma de la Constitución, cuando su carrera política había ya superado la fecha de caducidad, sino que, con las Cortes disueltas, y como fruto de nueve meses de negociaciones secretas llevadas a cabo personalmente con la OTAN y EE.UU., se atreve a aparecer, en su papel de chico de los recados, a principios de octubre en la base de la Alianza Atlántica de Bruselas, escoltado por el Secretario General de la OTAN y, por tanto, criminal de guerra, Anders Fogh Rasmussen, y el de Defensa estadounidense y exdirector de la CIA, León Panetta, para convocar una rueda de prensa, con los periodistas amordazados -privados de hacer la mínima pregunta-, donde declara que España (o sea, él) ha cedido a EE.UU. la base de Rota para que la convierta en el gran eje naval del sistema de defensa antimisiles auspiciado por la OTAN a requerimiento del guerrero global de Norteamérica.

Lo llamativo del caso no es haber puesto a disposición del belicismo yanqui parte de nuestro territorio, o tener que desviar fondos, que tan necesarios nos son en otros campos, para costear nuestra porción de escudo, o alistarnos en guerras que no nos conciernen, contra gente que ni nos han hecho daño ni hasta ahora nos tenían por enemigos; ni siquiera por aumentar el riesgo de los habitantes de la zona al convertirlos en objetivo de los hipotéticos adversarios; no, lo que verdaderamente causa estupor es la enajenación mental que debe sufrir un presidente de gobierno para abrigar una idea tan degenerada de la política, de la democracia, del gobierno de una nación, como las que han llevado a Zapatero a conducirse con el descaro e irresponsabilidad que lo ha hecho últimamente. ¿Tendrá algo que ver este comportamiento con el Club Bilderberg, a cuya reunión de Sitges fue invitado el pasado año junto a la reina Sofía? ¿Acabarían de ponerlo firme los conspiradores e intrigantes que figuran entre los miembros del hermético club?… Sea cual fuere la causa, su conducta no ha podido ser más detestable.

Respecto al partido que dice pertenecer -y hablo en hipótesis porque no sería extraño verlo un día de estos exhibiendo el carnet preferente del PP-, no se puede ser más traidor, porque ningún enemigo declarado del PSOE podría haberle infligido más daño del que las últimas decisiones de Zapatero han causado entre sus propias filas. Hacerle, primero, el trabajo sucio al PP, llevando a cabo por vía de urgencia una reforma constitucional que suponía un verdadero golpe de estado a la soberanía de la Nación, (y que, dadas las circunstancias, podría haber pospuesto hasta la nueva legislatura pasándole la patata caliente al próximo inquilino de La Moncloa), y ahora, por si fuera poco, el «regalito» de la base de Rota, parecen fruto de un larvado resentimiento. Es como si tuviese alguna cuenta pendiente con los suyos y ahora les estuviera pasando factura. Pienso que Rubalcaba debe de estar «contentísimo» por lo bien que su jefe de filas lo está «ayudando» en la campaña.

En cuanto a la Nación que dice gobernar -mantengo el tono hipotético, porque aquí quienes gobiernan son Botín y Cía., Merkel, Obama, El Vaticano, el FMI, el BM, etc.- se ha acabado comportando como un execrable dictador bananero: sumiso hasta la indignidad con los de arriba y despótico con el mínimo protocolo de actuaciones que debería observar en una democracia. Después de un año de hacer el Tancredo, dos apariciones fantasmales para anunciar cambios trascendentales asumidos por su cuenta y riesgo, han degradado, por su venenosa y corrupta voluntad, la democracia que lo subió al poder a insensata e intolerable autocracia (más exactamente, pseudoautocracia).

Como ven, el envilecimiento y descomposición del Sistema, que llaman democrático (y no lo es), sigue imparable cuesta abajo en la rodada. Lo que está y lo que se nos viene encima -el mismo perro con distinto collar- sólo puede llevarnos a una hecatombe; por lo tanto, se impone la férrea determinación de acabar cuanto antes con esta situación. Y si el voto es lo único que nos han dejado para que la farsa siga funcionando, utilicémoslo para desmontarles el chiringuito y arrebatarles la representatividad que fingen tener. ¿Cómo? Depositando masivamente en las urnas, el próximo día 20 de noviembre, nuestro voto nulo con un mensaje común que rece: «No nos representáis».

Que la solución no está ahí lo sé yo; pero también sé que cualquier solución pacífica pasa por eso: por que se sientan mayoritariamente rechazados por la ciudadanía. Seguir prestándonos al juego de votar a unos para quitar a otros, a sabiendas de que son simples peones de los que verdaderamente mandan -y que jamás se someten a las urnas-, es continuar alimentando este sistema corrupto que, cada vez más a las claras, prescinde de la piel de demócrata para mostrarnos los afilados dientes de la dictadura. Zapatero, el cadáver con cortijo, es el último y más despreciable ejemplo. Si un día lo vemos sentado en el banquillo, con Aznar y otros prevaricadores y criminales de guerra, será entonces cuando podamos comenzar a creer que la verdadera democracia anda cerca; mientras tanto, o luchamos a la desesperada para conseguir enderezar el rumbo que nos lleva al abismo, o llegará el día en que la España cainita volverá a verter sangre hermana como tantas otras veces en el pasado. Y esto no es una agorera profecía, sino una mera y simple lección de Historia.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.