Reflexiona antes de obrar para no cometer tonterías Pitágoras Hay cosas que desafían toda lógica y todo tiempo. El presidente de la Comunidad Autónoma de Galicia es una de ellas. Manuel Fraga (Don Manuel, como gusta ser llamado por sus súbditos) nació el siglo pasado y nació fascista. Pese a su vetusta edad no llegó […]
para no cometer tonterías
Pitágoras
Hay cosas que desafían toda lógica y todo tiempo. El presidente de la Comunidad Autónoma de Galicia es una de ellas. Manuel Fraga (Don Manuel, como gusta ser llamado por sus súbditos) nació el siglo pasado y nació fascista. Pese a su vetusta edad no llegó a tiempo para fundar la Falange, así que en cuanto pudo lo que hizo fue afiliarse a ella.
Durante años fue un miembro muy destacado del régimen fascista de Francisco Franco (alias, Paco Chapas). secretario nazional de diversas cosas, ministro, embajador y no sé qué más. Tras la muerte de su mentor, Fraga llegó a ocupar la vicepresidencia en el primer gobierno del delfín del dictador.
En aquellos años desempeñó también el papel de mamporrero del reino (ministro de gobernación) y se vio implicado en los asesinatos de Montejurra, en los que tres personas fueron asesinadas por paramilitares, y en la masacre de Vitoria, donde la policía acabó con la vida de 5 trabajadores y otros 150 fueron heridos. Pero al igual que pasó impunemente de la dictadura a la «transición», tampoco estos hechos le causaron mayor problema.
Fraga fundó en 1977 el partido de extrema derecha Alianza Popular (PP), junto con otros seis ex-ministros de Franco. Su objetivo, luchar mejor contra lo que denominó «los más peligrosos enemigos de España: el comunismo y el separatismo». Y con el tiempo llegó a ser presidente de la Xunta de Galicia. Territorio que convirtió en un coto de caciques y especuladores, que controlan el voto y a sus votantes como en los buenos tiempos.
Seguidor de las doctrinas del fascismo internacional, Manuel Fraga se ha distinguido en los últimos años por negar el Holocausto judío y los crímenes de la Inquisición española. Se vanagloría de no haber usado jamás un preservativo, de ser un misógino deslenguado y un grosero con las minorías sexuales. Dicen de él que «le cabe el Estado en la cabeza», y la verdad es que a juzgar por sus características es posible que le quepan no uno sino varios.
Ahora Don Manuel ha anunciado que se presentará por última vez a las elecciones gallegas. Y resta ver si esta estirpe de líderes caciquiles se extinguen en Galicia o si podrán seguir apoyándose en la manipulación de los paisanos y en una injusta ley electoral. Fraga ha anunciado que su sucesor será elegido en un congreso extraordinario (siempre son de agradecer las ‘formas democráticas’, ¡gracias Don Manuel!). Y Acebes, ese títere veraz, ha dicho que el PP no se plantea por el momento el relevo, pues Manuel Fraga «es el mejor líder para Galicia y hay una enorme confianza de los gallegos en él».
Visto lo visto, digo como Loyola de Palacio (haciendo una paráfrasis de sus sabias palabras) que «todos esperamos que Fraga se muera cuanto antes. No digo que lo maten, digo que se muera, porque dudo que cambie mientras viva. Lo importante es que cuanto antes haya libertad en Galicia. La única solución sería un cambio de Fraga, que no veo probable. Yo no le deseo la muerte a nadie, pero la única solución sería que Fraga desaparezca«.