Hay que tener paciencia. No se lee como una novela policíaca aunque el autor escribe mejor que bien, tiene un excelente gusto literario y la introducción contiene un breve cuento completo de Julio Cortázar que le da juego para la ejemplificación y contrastación de la tesis que defiende. Sé que los lectores de izquierda no […]
Hay que tener paciencia. No se lee como una novela policíaca aunque el autor escribe mejor que bien, tiene un excelente gusto literario y la introducción contiene un breve cuento completo de Julio Cortázar que le da juego para la ejemplificación y contrastación de la tesis que defiende.
Sé que los lectores de izquierda no tenemos, en general, buena relaciones con la filosofía analítica (mejor analíticas, en plural). No hay feeling histórico… y es una lástima. Deberíamos superar este prejuicio sin renunciar a nada: ¡no todo lo relacionado directa o remotamente con el positivismo o el neopositivismo lógico es un desastre cultural sin restos! Pensemos, por ejemplo, en la línea Wittgenstein-Sraffa-Gramsci. Ni la filosofía analítica es, sin más matices, la ideología anexa al capitalismo, al americanismo o al neoliberalismo salvaje en pie de guerra por la desigualdad creciente, ni se puede hablar de ella en bloque como un destino unido en lo universal, ni sus distinciones conceptuales son ganas de rizar el rizo, perder el tiempo y alejarse de lo más sustantivo, de los temas reales, de la vida, de la justicia y de la praxis, de los temas que escuecen en filosofía o en estudios afines, los que sería, simple inversión, el pan nuestro de cada día de las combativas filosofías praxeológicas, las nuestras. Para entendernos y diciéndolo muy rápido: ¿no hizo acaso análisis conceptual Aristóteles, uno de los maestros de Marx, en muchas de sus obras? ¿No hace el propio Marx análisis filosófico en una obra de vejez como la Crítica del programa de Gotha? ¿No hace análisis también en El capital? ¿No hay análisis filosófico en sentido amplio en muchos pasajes del Manifiesto Comunista? ¿No hizo análisis filosófico, del bueno y enrojecido, un marxista de la talla de Manuel Sacristán en muchos de sus prólogos, artículos, notas y presentaciones? ¿No hizo acaso análisis filosófico Francisco Fernández Buey en algunos de sus grandes libros?
Por lo demás, el rigor, el exceso de rigor, el vacío rizar el rizo que a veces se exhibe contra la filosofía analítica en muchas de sus variantes tampoco parece de recibo. La confusión y la imprecisión no ayuda a nadie ni a nada. Ni cuando hablamos y pensamos sobre ficciones literarias, sobre el lenguaje científico o los actos de habla, ni tampoco cuando nos referimos a la luchas de clases, a la composición orgánica del capital, a la plusvalía, al republicanismo, a la «teoría» del valor-trabajo o a la revolución democrática. Otra cosa es, como señalara hace años un pensador tan «analítico» como Nicholas Georgescu-Roegen, que algunos conceptos esenciales de las ciencias sociales tengan contornos de imprecisión, como también ocurre en las ciencias biológicas por ejemplo, y que exijamos, erróneamente si fuera así, si tomáramos esa actitud, la misma marcha del pensamiento y el razonamiento en determinadas temáticas menos formalizadas que en la demostración del teorema del Bolzano o la transfinitud numérica de los reales.
El autor del libro, Manuel García-Carpinero [MGC] es, además, toda una garantía. Profesor de la UB, profesor invitado en muchas universidades de renombre, es, seguramente, uno de los más importantes filósofos analíticos de España, Europa y el mundo. Cuando presentó su tesis doctoral hace ya unos 30 años, el director del trabajo, el profesor Daniel J. Quesada, no se equivocó al decir que más que una sola tesis era una investigación de dimensión 5. Cinco eran las tesis que se contenían en un único trabajo doctoral en opinión de otro gran filósofo analítico.
El libro, de hermoso título, Relatar lo ocurrido como invención, se estructura en una Introducción y cinco capítulos: 1. Actos de habla. 2. El discurso de la ficción y los actos de habla. 3. Mundos ficticios. 4. Referencia y ficción. 5. Metáfora, imaginación y ficción. Epílogo: ¿Aprender de la ficción? No es posible dar en tan pocas páginas un curso completo de introducción a la filosofía analítica del lenguaje, pero el autor ha hecho todo lo posible por introducir a lectores no puestos al día, como el autor de esta reseña, en este conjunto de problemáticas.
Mi preferido, no se lo oculto, el capítulo 5. Creo que hubiera interesado y encantado a Francisco Fernández Buey que también escribió sobre el tema, desde otra perspectiva, en La ilusión del método.
La finalidad del libro es enunciada por MGC en estos términos: «Esta obra tiene como objetivo presentar al lector interesado, de manera introductoria, algunos aspectos significativos del tratamiento den la filosofía contemporánea más reciente de estas cuestiones: qué distingue a la ficción de la realidad, cómo hemos de entender la referencia a personajes ficticias y a personajes no ficticios en las ficciones, qué relación existe entre las metáforas y las ficciones, qué diferencias y parecidos existen entre las ficciones visuales y las literarias» (p. 14).
Ni que decir tiene que cuando el autor habla de filosofía contemporánea se está refiriendo, concretamente, a la filosofía analítica contemporánea. A su juicio, esta filosofía, «proporciona materiales muy convenientes para abordarlas con suficiente precisión… las teorías de la referencia, de los actos de habla o de los significados pragmáticamente expresados de la filosofía del lenguaje contemporánea, teorías sobre la imaginación, las emociones y sobe las actitudes de primera persona de la filosofía de la mente, diversos elementos de la epistemología y la ontología contemporáneas». La mayoría de esos materiales son presentados y explicados por él aunque su objetivo «no es tanto defender mis propios puntos de vista sobre estos temas, cuando proporcionar esos materiales conceptuales al lector». Sea como fuere, lo admite a continuación, no lo oculta, el libro contiene también una toma de posición suya sobre estos temas «porque a mi juicio resulta más interesante y motivador presentar materiales introductorios de una manera comprometida, que hacerlo de una manera neutra».
Al lector le interesará saber, lo hemos comentado de entrada, que MGC se ayuda de un cuento de Cortázar de 1959, «Continuidad de los parques», que se reproduce en las páginas 15-16. Su brevedad, como hemos indicado en las primeras líneas de esta reseña, le permite citarlo en su totalidad «lo que nos ayudará a acabar de introducir los temas del libro y, a lo largo del mismo, ilustrarlos con una ficción todos cuyos detalles presuponer que el lector comparte conmigo». El análisis detallado del cuento de Cortázar se presenta en las páginas 16-19. Conviene centrarse en esta aproximación para lo que viene a continuación.
No es posible en estas breves líneas (tampoco conviene) hacer un resumen de lo expuesto. El libro nos espera para ser estudiado, subrayado y para tomar apuntes. Para aprender con esfuerzo. Algunas observaciones marginales:
1. Ilustraciones heterogéneas.
Tiene que ver, probablemente, con el sentido del humor de la tradición analítica pero la unión de ejemplos muy heterogéneos puede causar algún estupor al lector. Un ejemplo, este que se presenta al tratar de la idea de mundos posibles en el tercer capítulo: «Cuando pensamos en las consecuencias de que los nazis hubiesen ganado la segunda guerra mundial, o en las que nuestro equipo favorito hubiese marcado en aquella ocasión fallada, imaginaos cursos que el mundo podría haber seguido, distintos al mundo real» (p. 73). Victoria de los nazis, gol victorioso de nuestro equipo victorioso… Tal vez existen otras ilustraciones de la idea explicada menos distantes desde un punto de vista poliético. El ejemplo futbolero acaso resta dimensión óntica al primer y horrible mundo posible.
2.Inferencia.
Uno de los actos de significación que llevamos a cabo habitualmente es el de inferir, señala el autor. Inferir, prosigue, «es un acto de significación multiproposicional; inferir es comprometerse con la verdad de una proposición (la conclusión del argumento) a condición de que sean el caso una o varias proposiciones (sus premisas)». La expresión «que sean el caso» puede confundir. Pero es evidente que la inferencia correcta permite comprometerse con la verdad de la conclusión si y sólo si todas sus premisas son verdaderas. Nada nos garantiza que la conclusión lo sea si alguna o muchas de las premisas del argumento no lo son.
3. Sobre Orwell.
Ocurre lo mismo que en lo señalado en el primer punto. El sentido del humor analítico lleva a MGC, al ilustrar las teorías fregeana y milliana de la referencia, a poner estos ejemplos: 1) George Orwell participó en la Guerra civil española. 2) GO escribió poesía; 3) Franco condecoró a George Orwell. Mil ejemplos, referentes a otros mil mundos posibles, hubieran podido sustituir lo que se afirma en la proposición 3. Lo mismo puede señalarse del análisis que hace el autor de unos versos de una canción de Sabina: «Huyendo del frío busqué en las rebajas de enero/ y hallé una morena bajita que no estaba mal». No estoy seguro que la interpretación que se nos da de la expresión «rebajas de enero» sea la única posible, pero sí lo estoy de que que hubiera sido mejor usar otros versos menos masculinos, por decirlo amablemente.
4. Más allá de la filosofía analítica.
No se trata de negar las importantes aportaciones filosóficas de esta corriente principalísima de pensamiento. Nadie niega el caudal de sus aportaciones en mil temáticas. No se trata de descalificarla por prejuicios ideológicos o por viejas batallas trasnochadas y confundidas, pero sí que cabría señalar que la filosofía analítica es una parte, no un todo aislado, y que, probablemente, algunas de las temáticas aquí tratadas permitirían una aproximación más plural y completa desde otras perspectivas y tendencias filosóficas. No todos los filósofos que han escrito cosas de interés sobre el lenguaje han estudiado, visitan o han impartido conferencias en Oxford, Cambrigde, Harvard o Stanford, o publican en determinadas revistas, las únicas que merecen la pena.
Un apunte final sobre sendas películas de Adrian Lyne y Eric Rohmer será del interés del lector. También la aproximación de MGC, un gran cinéfilo por cierto, a una película no olvidada de Alain Resnais, L’année dernière à Marienbad., de 1961. O a Providence, de 1977.
En síntesis: un libro no fácil, que no puede leerse de cualquier modo, pero que explica y argumenta con cuidado, pensando en todos los lectores potenciales. Un ensayo que permite una aproximación sustantiva a las temáticas, argumentos y tesis de una de las principales corrientes de la filosofía contemporánea. No es poco… ¡y en menos de 200 densas páginas!
Incomprensiblemente, no creo que sea por decisión del autor no hay incorporado un índice analítico y nominal. Sería conveniente en futuras (y más que probables) reediciones. También en mi opinión, pensando en los lectores menos puestos en los diversos y numerosos avatares y conceptualizaciones analíticas, un glosario básico de términos serviría de ayuda.
Anímense: pónganse, disfruten y recomienden. Si pueden, organicen un seminario sobre el libro. Sacarán frutos… ¿Dónde se imparte? ¡Avísenme por favor!
Madrid, Cátedra, 2016, 195 páginas.
Fuente: El Viejo Topo, diciembre de 2017.