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Corrupción en Canarias

Un escándalo para la estabilidad del régimen

Fuentes: Rebelión

Aquí, en estos peñascos Atlánticos, los problemas nunca se resuelven, se ocultan, se tapan y se pudren. Y sólo cuando rocambolescamente salta a la luz pública es, entonces, cuando se activa el protocolo de emergencia, encargado de contrarrestarlo a través de burdas manipulaciones, absurdas declaraciones, oportunismo electoralista o simplemente se culpabiliza a otro. Y punto […]

Aquí, en estos peñascos Atlánticos, los problemas nunca se resuelven, se ocultan, se tapan y se pudren. Y sólo cuando rocambolescamente salta a la luz pública es, entonces, cuando se activa el protocolo de emergencia, encargado de contrarrestarlo a través de burdas manipulaciones, absurdas declaraciones, oportunismo electoralista o simplemente se culpabiliza a otro. Y punto final.

Los recientes casos sobre presuntas irregularidades y corruptelas en este «Paraíso adánico» han tenido como denominador común y origen unas denuncias interpuestas a través de la iniciativa particular, o dicho de otra manera, no ha sido el resultado de una actuación de oficio de la recién creada fiscalía anticorrupción en Canarias, ni siquiera hubo un mínimo gesto por esclarecer y tomar medidas desde el Parlamento de Canarias, ni tan siquiera ocasionó una leve o imperceptible preocupación en el seno del Gobierno de Canarias. Estas instituciones, que deben velar por salvaguardar las Leyes y la Constitución, han actuado en este asunto con una descarada desidia e indolencia al permitir, por un lado, la vejación del principio de igualdad para que unos empresarios pudieran acudir a un concurso público en libre concurrencia y transparencia y, por otro, ha manifestado cierta inequívoca muestra de permisivilidad en el traslado de información privilegiada. En definitiva que el Gobierno, y el Parlamento de Canarias, una vez más, no supo o no quiso reaccionar ante una denuncia que había sido expuesta con todo lujo de detalle en la propia Cámara autonómica. Por tanto, todos, unos por acción y otros por omisión, son co-responsables directos de la situación creada.

Esto nos lleva a considerar que los mecanismos de control establecidos no se ejercen o no sirven absolutamente para nada. Y tanta responsabilidad tiene quien ejecuta esas acciones que rebasa o bordea los marcos legalmente fijados como quienes desde la oposición contemplan, permiten e incluso participan en tales extraños y turbios asuntos.

Y mucho nos tememos que ahora los partidos políticos institucionales -sencillamente por la proyección social de esa espectacular puesta en escena con siete detenciones, dos encarcelaciones y la incorporación de nuevos imputados que viene a reconfirmar ese ambiente irrespirable- intentarán convertir este asunto en un tema de primer orden a nivel mediático y en un arma electoralista basada en una superficial promesa inquebrantable de lucha sin cuartel a la corrupción. Y lo curioso del caso es que en estas ínsulas baratarias suceda lo que suceda nadie se da por aludido y ni mucho menos terminan por asumir la responsabilidad que por sus obligaciones le corresponden y todos siguen la senda marcada por el irresponsable Adán Martín de culpabilizar siempre a otros de sus propios errores.

No nos engañemos, y que no nos engañen, la corrupción en estas «Canarias», cada día menos nuestras, lleva instalada desde hace varias décadas. Sólo hay que repasar las hemerotecas y las grandes fortunas amasadas por aquellos que vinculados al mundo de la política nunca han trabajado o los grandes imperios empresariales surgidos al calor de lo público, de las oportunas recalificaciones del suelo, de las generosas especulaciones, de las concesiones apañadas y de las múltiples gracias otorgadas desde la Administración… Y que ha sucedido, lo mismo que pasará ahora, pues nada.

Este sistema «economicocrático» que se extiende y controla absolutamente todos los ámbitos de las instituciones de un Estado de Derecho se fundamenta básicamente en la articulación de redes corruptas organizadas. Y por tanto, la responsabilidad y culpabilidad es siempre mucho más amplia que las de aquellos desgraciados que quedan atrapados en cepos circunstanciales. El silencio, la complicidad y la connivencia de muchos, incluida la de aquellos que no son de levantar alfombras, son los verdaderos responsables. Pues, cuesta mucho creer que un par de inmorales o que un grupito de desalmados puedan actuar a su libre antojo con tanto descaro sin contar el apoyo de mucho otros tiburones que se dedican y participan de la misma actividad.

De todos modos, estos amigos del bien ajeno que juegan al fácil negociete del rápido enriquecimiento están acostumbrados a nadar en ríos muy revueltos y a obtener suculentas tajadas, aunque sea en condiciones de extrema y compleja adversidad. Y es que en este asunto, me refiero al caso eólico -como ha sucedido en muchos otros- ellos, los corruptos, es decir, los eternos corruptos, sobreviven siempre a cualquier naufragio. Saben perfectamente que no resulta nada fácil, ni mucho menos es conveniente para el sistema, el deshacer la tupida trama tejida sobre este archipiélago, ni tan siquiera es necesario ir más allá de lo debido, tan sólo necesitan una ofrenda, un sacrificio, que permita la estabilidad del sistema y de sus redes, pues, de lo contrario todo, y todos, saltaría por los aires. Así que este estancado hedor descompuesto que asfixia a estos peñascos Atlánticos en las últimas décadas necesitaba de un mecanismo regulador para la supervivencia del orden y del régimen. Una supuesta entrada de brisa fresca para que todo volviera a la normalidad. Y es que el caso «Eolo» no es más que una escenificación puntual de ese sacrificio necesario para la estabilidad de un sistema corrupto y que sirve al mismo tiempo para hacer creer a la ciudadanía que el sistema funciona y ofrecer un oportuno escudo protector a esos corruptos que se frotan sus manos sucias. Todo lo demás, es simplemente palabrita de político.