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Reseña del libro Ernst Toller. Entre la II República y la Guerra Civil Española, de Ana Pérez (Editorial Comares, Granada, 2019)

Un escritor que con el arma de la palabra y en el frente de la cultura quiso ser también un soldado de la República Española

Fuentes: Rebelión

«He crecido hijo de gente acomodada. Mis padres me pusieron un cuello almidonado, me educaron en la costumbre de ser servido y me instruyeron en el arte de dar órdenes. Pero al llegar a mayor y ver lo que me rodeaba, no me gustó la gente de mi clase, ni dar órdenes ni ser servido. Abandoné mi clase y me uní al pueblo llano. Así, criaron a un traidor, le educaron en sus artes, y ahora él los delata al enemigo.»

Bertolt Brecht: Perseguido por buenas razones

 

Es un lugar común muy aceptado afirmar que hay obras que «llenan un vacío historiográfico». Siendo cierto en este caso también, el trabajo de Ana Pérez va mucho más allá y salda una deuda pendiente. La que tenemos, con el dramaturgo antifascista alemán Ernst Toller, aquellos que nos seguimos considerando herederos de la República derrota en 1939.

Toller fue un buen amigo de la España republicana. La visito en 1932, en 1936, poco antes de estallar el conflicto y finalmente en julio de 1938 cuando la guerra ya estaba prácticamente perdida para la República. De estas visitas podremos leer diversos textos periodísticos de gran interés histórico y humano sobre la realidad cotidiana del país en aquellos agitados años.

Siempre estuvo presente para Toller el paralelismo de la situación española con la de su Alemania natal. La historia de la República de Weimar era un elemento importante en su mirada hacia la joven República española. Sus temores, ante la beligerancia de unas clases sociales que, como en Alemania, veían peligrar su poder y privilegios, se materializarían finalmente en el golpe militar que dio inicio a la guerra. Fue entonces cuando, consciente de lo estaba en juego en los campos de batalla de España, no dudo ni un momento en poner toda su energía intelectual y patrimonio en la defensa de aquella causa. Él, que había sufrido en sus propias carnes, y como dirigente de la Räterepublik de Baviera, la sangrienta represión y la derrota de la revolución alemana, simpatizo rápidamente con las aspiraciones emancipatorias de la joven República. Toller salvo la vida, al ser detenido tras la experiencia revolucionaria en Munich, por su ya merecida fama de escritor. Aun así pago su activismo revolucionario con cinco largos años de cárcel durante los cuales produjo sus grandes obras literarias y se consagro dentro del fabuloso elenco de intelectuales de izquierdas del periodo de Weimar. Pertenecía a las clases altas alemanas y compartía con escritores y pensadores europeos de aquellos años el origen judío: Walter Benjamín, Ernst Bloch, Hannah Arendt, Georg Lukács, Gunther Anders, Sigfried Krakauer, Theodor Adorno, Simone Weil,… muchos de ellos pusieron sus plumas al servicio de la causa de los vencidos y oprimidos de la historia.

La Gran Guerra de 1914, las revoluciones que la sucedieron en Rusia en 1917, en Alemania en 1918, en Hungría en 1919 fueron para esa generación de intelectuales burgueses las causas fundamentales de la ruptura con su propia clase social y la toma de posición política al lado del proletariado revolucionario. La guerra de España supuso para todos aquellos intelectuales de entreguerras un momento álgido y trascendental de su compromiso político. Toller fue consciente como pocos de la importancia del momento histórico y de la lucha que se libraba en España. Es por eso que no dudo en tomar partido por la República y convertirse en un apoyo incesante para ella mientras duro la contienda.

En Toller, como aprecia Ana Pérez, podemos ver aquella fusión total entre literatura y compromiso político que caracterizo a muchos intelectuales en los años 20 y 30 del siglo pasado. Sus obras serán siempre respuestas que se corresponderán a sus preocupaciones políticas en cada momento histórico y a un compromiso insobornable con la lucha por la paz, la democracia y contra el fascismo. Lo hizo sin militar en ninguna organización política y defendiendo siempre la necesidad de un bloque amplio para oponerse al fascismo.

Exiliado de Alemania en 1933 cuando Hitler llego al poder y despojado de la nacionalidad, fue de los primeros en comprender la urgencia de la política que más tarde cristalizaría en los frentes populares. Uno de los textos más emblemáticos que Ana Pérez traduce es su vibrante intervención en el I Congreso de Escritores en Defensa de la Cultura en el Paris de 1935. La Guerra de España será también para Toller una complicada prueba para sus valores pacifistas. Ante una situación que ya no admitía ni matices ni neutralidades, Toller escogió el bando de los desheredados, de los que luchaban por romper las cadenas de opresión social frente a los que querían perpetuarlas. No entendió aquel combate como la «lucha entre hermanos» que algunas interpretaciones atávico-literarias gustan de airear, sino como una lucha internacional entre la democracia y el fascismo. La participación de las Brigadas Internacionales, en donde muchos intelectuales y artistas combatieron, demostraba el carácter universal de la lucha que se libraba en España. La defensa de la libertad del pueblo español era la defensa de la libertad de toda la humanidad amenazada por la barbarie fascista.

A finales de 1938 y después de haber recorrido los frentes de guerra, marcha de España con el objetivo de recoger fondos para una campaña que proveyera de alimentos a la hambrienta población de la zona republicana. Moverá cielo y tierra para conseguirlo pero ya es demasiado tarde y los acontecimientos militares se precipitan. Los frentes se hunden y en febrero de 1939 Catalunya ha caído. En marzo la zona centro-sur, último baluarte republicano se rinde a las tropas franquistas. La guerra ha terminado. Ernst Toller, hombre de gran sensibilidad y carácter depresivo no soporta la situación y se suicida en el Hotel Mayflower de Nueva York a los 45 años, en mayo de 1939. Caído el que consideraba último baluarte de la resistencia contra el fascismo no quiso sobrevivirle. Juan Negrín, presidente de la República, en justo y merecido homenaje al hombre que había unido su suerte a la del pueblo español, estuvo presente en el acto fúnebre de despedida.

Tres meses más tarde Alemania invadía Polonia y Europa se precipitaba a la catástrofe que él tanto había temido y contra la cual había luchado hasta el último instante de su vida. Hemos de agradecer a Ana Pérez que con este encomiable trabajo haya contribuido a restaurar la justa memoria de un escritor que con el arma de la palabra y en el frente de la cultura quiso ser también un soldado de la República Española. Fue sin duda uno de aquellos que como decía Brecht eran perseguidos por buenas razones.

Raül Valls i Lucea, Amical Antics Guerrillers de Catalunya

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.