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Un fantasma recorre Europa: el fantasma del ecologismo

Fuentes: Crisisenergética

El Manifiesto del Partido Comunista, redactado y publicado por Marx y Engels (1847-48), comenzaba diciendo: «Un fantasma recorre Europa: el fantasma del comunismo. Todas !as fuerzas de la vieja Europa se han unido en santa cruzada para acosar a ese fantasma: el Papa y el zar, Metternich y Guizot, los radicales franceses y los polizontes […]

El Manifiesto del Partido Comunista, redactado y publicado por Marx y Engels (1847-48), comenzaba diciendo:

«Un fantasma recorre Europa: el fantasma del comunismo. Todas !as fuerzas de la vieja Europa se han unido en santa cruzada para acosar a ese fantasma: el Papa y el zar, Metternich y Guizot, los radicales franceses y los polizontes alemanes.»

Hoy podríamos parafrasear totalmente el arranque del Manifiesto, pero cambiando comunismo por ecologismo. Sin embargo, habría que anotar algunas diferencias: lo que ahora se recorre ya no es la vieja Europa, sino el mundo globalizado. Y lo que hoy está en juego, no es el fin de un sistema de clases y de dominación de unos por otros: es la propia supervivencia de la Humanidad, incluyendo en ella a los oprimidos en muy primer lugar, pero también a los opresores, quienes mucho nos tememos no saben lo que están haciendo con su tremendo dominio. La burguesía y el capital, hoy hábilmente mutados en corporación multinacional de alcance global, han aprendido nuevas formas de lucha: si sale un enemigo, lo mejor es subsumirlo en el sistema, como se hizo con el movimiento «hippie» de los sesenta, que terminó en la sección de modas de primavera-verano de los grandes almacenes, en forma de camisas floreadas. Y en eso están ahora.

La industria del automóvil, posiblemente una de las más inútiles, ineficientes y contaminantes como medio de transporte, e incluso alguna organización ecologista de altos vuelos, comenzaron hace pocos años a sacar tandas de coches «ecológicos» -de uso privado, por supuesto- que reducían mucho las emisiones de CO2 y sufrimos en su día una avalancha. Avalancha, que todavía perdura, de coches en forma de árbol, mimetizados con la naturaleza, en perfecta integración con ella; ministerios que quitan impuestos de matriculación a quienes dicen o certifican a conveniencia que emiten menos por kilómetro recorrido (aunque luego vendan millones de unidades más y éstas se atasquen muchas más horas durante el mismo recorrido). Luego vinieron los híbridos, que bajaban algo el consumo, a cambio de producir dos motores en vez de uno, con mecánicas mucho más complejas y baterías mucho más pesadas, sin que estos aspectos se consideren contaminantes.

Ahora surge, para las grandes corporaciones industriales y energéticas, la inexcusable necesidad de ser la mitad de la mujer del César. El emperador, tras el frustrado intento seductor de un patricio romano enamorado de Pompeya, que fue descubierto y condenado, terminó repudiando a su esposa, con la frase famosa de «no basta que la mujer del César sea honesta; también tiene que parecerlo». En este caso, y con respecto al medio ambiente, parece que las grandes corporaciones industriales y energéticas se conforman con parecer honestas.

Y, para ello, se han lanzado, como no lo podría hacer jamás un simple pastor, por muy ecológico que fuese, a unas tremendas campañas de publicidad (otra de las actividades más perniciosas para el medio natural y el ambiente, ya que su propia existencia se basa en el fomento del consumo, aunque sea innecesario, como en el caso que se analiza), que no nos resistimos a comentar aquí por su interés público, como mecanismo de simple contestación. Lo incluido es una simple muestra de menos de una semana en un solo medio (El País) de una sola nación (España). La batalla de aparentar ser honesto con la naturaleza es muchísimo más vasta y de alcance global. No se trata de cambiar el modelo y ser verdaderamente honesto, en el sentido de Pompeya, sino sólo de aparentarlo. Tomen nota.

Pedro Prieto.

Madrid 31 de mayo de 2008.

* * *

Publicado en el diario español El País el 28 de mayo de 2008.

Publicado en el diario español El País el 2 de junio de 2008.

Abengoa es la empresa que, según parece, se ha visto más afectada por las críticas a la producción de alimentos para convertirlos en combustible para máquinas. Y, para ello, construye un esquema que consiste en poner en boca de otros que «el bioetanol es el principal responsable de la subida del precio de los alimentos» para a continuación, tachar esas afirmaciones de falsas y de manipuladoras.

Luego, cita a cuatro fuentes, para intentar demostrar lo que es una «evidencia» (frente a la manipulación, claro está) y es que ese impacto de la producción de los biocarburantes sólo tendrá un impacto de entre el 3% y el 6% del precio de los cereales, como si eso fuese insignificante.

Ante tamaña barbaridad y maniqueísmo, hay que colocar, por ejemplo, el propio titular del periódico que inserta el anuncio de dos días después. El País de 30 de mayo, en su sección de Internacional, titula: http://www.elpais.com/articulo/internacional/biocarburantes/causan/tercio/alza/precios/elpepiint/20080530elpepiint_2/Tes: «Los biocarburantes causan un tercio del alza de los precios«. Y quienes lo dicen son los manipuladores y falsarios de la OCDE y la FAO, organizaciones por lo visto sospechosas de militar en los sectores más radicales del ecologismo. Lo dicen estas instituciones en el informe que cita el periódico. ¿Cínicos los unos, citando a conveniencia, o falsarios tanto el mayor organismo económico del mundo occidental como el organismo de la ONU para la alimentación?

En otro gráfico del mismo artículo se ve la producción de maíz de EE. UU.: unos 320 millones de toneladas en 2007-08, de las cuales 165 millones de toneladas se destinaron a la alimentación; para exportaciones unos 40 millones de toneladas (evidentemente en su práctica totalidad también para alimentación, pues es el principal exportador del mundo de este alimento). Eso sumaría unos 205 millones de toneladas para alimentación. Y, para etanol, unos 70 millones de toneladas (más del doble que en la cosecha de 2004-05). Y se planifica que para la temporada 2008-09 el maíz para etanol llegue a los 100 millones de toneladas con menos producción que en 2007-08, de lo que resulta una disminución del maíz para alimentación de unos 30 a 40 millones de toneladas. Y, a pesar de tales cifras, Abengoa defiende el uso de alimentos de primera necesidad para dar de comer a las máquinas. Es asombroso, cómo se pueden retorcer los argumentos en beneficio de una inversión hecha en contra del sentido común.

La empresa, que quiere deslindarse de su posible responsabilidad en la subida de los precios de los alimentos, por dedicarse a producir etanol (es decir, a destinar alimentos para coches) admite que el impacto en los precios es «sólo» de entre un 3 y un 6 por ciento. Ello, en un momento en que los biocombustibles (incluido también al biodiésel) no llegan al 1% del consumo mundial de combustibles para automóviles. Por lo tanto, el creer que los biocombustibles no tendrán efectos mucho más adversos sobre los precios de los alimentos en el próximo futuro o que no tienen responsabilidad hoy mismo, toda vez que los especuladores de futuros en la bolsa, a la vista de los planes de llegar al 10% ó al 20% del consumo para automóviles, ya se han lanzado como lobos a comprar estos productos, conscientes de que los conductores occidentales pueden pagar por alimentos para sus coches lo que miles de millones no pueden pagar para su subsistencia, es un acto de una inocencia imperdonable o de un cinismo que merece una respuesta.

Por no mencionar lo que sucedería a los alimentos del mundo el día que el petróleo se agote (dentro de treinta a cuarenta años, esto es, mañana, en términos históricos) si es que los biocombustibles nacieron para sustituir a los combustibles líquidos fósiles para automoción (unos 50 millones de barriles diarios) y no para jugar a ecologistas de salón y sustituir el 10% ó el 20% de los mismos.

En cuanto a la segunda inserción publicitaria, que tacha de manipulación el afirmar que el bioetanol provoca la desaparición de tierras destinadas al cultivo para alimentación humana y luego citados fuentes, quizá haya que recordar a la propia Abengoa, según la cual de lo que se trata es del cultivo de biocombustibles (no sólo de bioetanol) y del mundo como problema, no de Europa como excusa. El problema de los combustibles, como el problema de la contaminación que emiten u otros efectos sobre el entorno, no es asunto europeo, como pretende Abengoa; es mundial y, si el mundo se viene abajo, de nada servirá que Europa sea muy estricta y escrupulosa.

Conviene hacer tres comentarios sobre este anuncio, para colocarlo en su contexto:

  1. Quizá venga bien sacar a colación el gráfico antes mencionado del propio diario, de 30 de mayo de 2008 que alojó la propia publicidad. Helo aquí:

A la vista de este gráfico, tomado de datos de la OCDE y de la FAO, decir que el bioetanol no ocupa espacio y recursos antes destinados a la alimentación es tachar a estos organismos de manipuladores. Es algo intolerable, por lo que de interesada y viciada tiene su visión «europea» del asunto.

  1. Si se trata de un asunto «europeo» y ahí no se van a reemplazar tierras dedicadas a cultivos de alimentos, ¿por qué no hace Abengoa juramento de no utilizar ni materia prima ni bioetanol producido y elaborado fuera de Europa?
  1. Decir que «la principal fuente para alcanzar la producción adicional fijada hasta el año 2020 será la exención a la obligación legal de inactividad impuesta a las tierras de barbecho europeas» es afirmar, de forma muy gratuita, que el barbecho de las muy cansadas y castigadas tierras europeas, es cosa inútil y que las tierras pueden trabajar sin descanso y sin sufrir daños. Algo verdaderamente escabroso. Y, de nuevo, es la venda que oculta el propósito final: si sólo va a sustituir un 10% ó un 20% de los combustibles que alimentan las máquinas en 2020 y se sigue creciendo (y presumiendo de ello) a un 3% anual, antes del 2020 habremos aumentado (y no disminuido) nuestra dependencia de los combustibles fósiles tradicionales. Luego ¿cuál es el verdadero objetivo, aparte de hacer negocios con las primas?

Publicado en el diario español El País el 28 de mayo de 2008.

Endesa, la empresa energética española más carbonífera, que, sólo en España, produce lo siguiente:

Es decir, una de las grandes empresas contaminadoras españolas, de las más carboníferas en su ‘mix’ de producción de energía eléctrica.

Pues bien, a esta empresa no se le ha ocurrido otra cosa que gastarse un dineral en una campaña de márketing, pero no para hacer ver que su actividad es lícita y que la generación de energía eléctrica es una demanda social que ofrece «calidad de vida» a los ciudadanos, no. Ni siquiera ha hecho la campaña para explicar que va a dejar de contaminar o que tiene planes concretos para contaminar menos y ofrecer datos claros sobre sus planes. No. Lo hace apoyando a la Expo de Zaragoza sobre el agua y sobre la cantinela de la «ciudad sostenible», con tres eslóganes que ahora parecen letanías de obligado cumplimiento, sobre todo de más cumplimiento cuanto más se contamina. Son éstos:

«Reinventando todo» (no sabemos qué)

«Hacia una nueva conciencia» (no sabemos bien cuál)

Y ofrece la página web www.paraloshijosdetushijos.com donde, de nuevo, se reinventa todo a base de pedir opiniones a los lectores; hay un árbol de los deseos para dejar sugerencias y un resumen circular de la campaña que acompaña a los anuncios profusamente publicados en todos los medios de prensa y audiovisuales.

Tremendo.

Publicado en el diario español El País el 30 de mayo de 2008.

Repsol, la gran empresa energética española, también recurre a la imaginación de los publicistas, al parecer obligada a dar también buena imagen purista, y para descontaminarse y pasar el preceptivo bautismo ecológico.

En primer lugar, el uso del plural: dicen haber inventado la rueda (nada menos), haber llegado a la luna y haber descubierto las vacunas (no una, como Fleming, sino todas).

Pasan luego a informar a los lectores de que están desarrollando combustibles a partir de las microalgas y otros cultivos. Eso si, Repsol se distancia de Abengoa y afirma que ellos con la alimentación no juegan, ya que las microalgas no son aptas para el consumo.

Y, para darnos alguna pista sobre el estado de tan prometedores desarrollos, concluyen con un eslogan: «Inventemos el futuro».

Es decir, la empresa que, supuestamente, debe vigilar por la seguridad energética de los españoles (aunque también la de los argentinos, en parte la de los brasileños, ecuatorianos, peruanos y portugueses, que es donde tiene sus principales operaciones de upstream y downstream, que consumen; la empresa que factura casi 56.000 millones de euros al año y produjo en 2007 más de un millón de barriles equivalentes de petróleo al año, ahora resulta que está depositando el futuro en las microalgas como fuente de energía.

Del millón de barriles diarios, ni palabra. De sus planes de expansión (si es que puede o se lo permiten los múltiples competidores, a la búsqueda del escaso combustible fósil) para adquirir yacimientos fósiles, nada. Del supuesto descubrimiento en la plataforma continental brasileña frente a Río de Janeiro de 33.000 millones de barriles en reservas, que disparó sus acciones en bolsa, ni una palabra.

Aquí y ahora, de lo que se trata es de asomar la patita ecologista en prensa para quedar como un señor.

Para no haber problema con los recursos fósiles, la verdad es que se les ocurren investigaciones muy raras. ¿Será que lo que buscan como locos, más que ganar en reservas probadas, en explotación o en beneficios es, solamente, no emitir CO2?

Publicado en el diario español El País el 30 de mayo de 2008.
El gigante industrial alemán, también obligado por la necesidad de parecer honesto, lanza una campaña publicitaria en la que reconoce que el planeta está «hambriento de electricidad».

Hasta ahora, ese hambre se satisfacía yendo a la compra y metiendo en la cesta centrales de carbón (sobre todo), centrales hidráulicas, centrales de gas, ya fuesen de ciclo combinando o no, centrales de derivados del petróleo y centrales nucleares. De todas ellas, más o menos contaminantes o muy tremendamente contaminantes, sabe mucho Siemens.

Pero ahora la multinacional germana se ha puesto las pilas y abre la espita de la energía eléctrica «limpia»: la eólica, que dice no daña al planeta, aunque la foto con la que trata de demostrarnos su respeto, lo que muestra es una gigantesca siembra de molinos de miles de toneladas de hormigón bajo el suelo marino, con maquinarias gigantescas, para luego soportar miles de toneladas de acero en forma de bosque artificial en medio del océano, de los que penden cientos de toneladas de fibra de vidrio o fibra de carbono, con toneladas de engranajes y de bobinas gigantescas de cobre, bien engrasadas con aceites contaminantes de litio o similares.

A eso lo llama «suministro de energía eficiente», cuando los parques eólicos más eficaces ofrecen unas 3.000 horas (entre un 22% y un 34% de factor de carga) de generación de las 8.760 horas que tiene el año, durante las cuales el planeta «hambriento» se tiene que alimentar sin descanso.

El concepto de reducciones «considerables» de CO2 no suele considerar las emisiones extras que se producen por la propia fabricación, transporte, instalación y mantenimiento de estos mecanismos, que son industria pesada, muy pesada, y que exigen además mecanismos de almacenamiento, si se quieren presentar como alternativas, los cuales tampoco están incluidos en los estudios sobre emisiones.

De nuevo, aquí se trata de no tocar el modelo de crecimiento infinito; no sólo de calmar el «hambre» de electricidad en el mundo, sino de fomentarlo si se puede (la publicidad y el márketing están para eso y no para otra cosa). Pero, eso sí, pareciendo honestos y preocupados por el medio, como la mitad de la mujer del César.

Fuente: http://www.crisisenergetica.org/ficheros/fantasma_ecolog_europa.pdf