No es un impuesto a los bancos sino a sus operaciones financieras. Ni es un impuesto a la inversión financiera porque no grava el patrimonio de activos financieros. Un impuesto indirecto que pretende hacer menos atractiva la especulación con productos financieros al hacer pagar un tributo, un porcentaje del volumen de la transacción. El acuerdo […]
No es un impuesto a los bancos sino a sus operaciones financieras. Ni es un impuesto a la inversión financiera porque no grava el patrimonio de activos financieros. Un impuesto indirecto que pretende hacer menos atractiva la especulación con productos financieros al hacer pagar un tributo, un porcentaje del volumen de la transacción.
El acuerdo de Presupuestos Generales del Estado para 2019 entre el gobierno del PSOE y el grupo parlamentario Unidos Podemos incluye una novedad: ingresos por un nuevo Impuesto a las Transacciones Financieras (ITF). El ITF es un tributo a las compraventas de productos financieros.
No es un impuesto a los bancos sino a sus operaciones financieras. Ni es un impuesto a la inversión financiera porque no grava el patrimonio de activos financieros. Tampoco es un impuesto por beneficios pues no grava las rentas del capital financiero. Es un impuesto indirecto que pretende hacer menos atractiva la especulación con productos financieros al hacer pagar un tributo, un porcentaje del volumen de la transacción.
En 1971, James Tobin, premio Nobel de Economía, propuso implantar un impuesto uniforme a las transacciones de divisas para reducir la frecuencia en sus compraventas y rebajar el elevado riesgo de la especulación a corto plazo. Se conoció como Tasa Tobin que, lamentablemente, no se aplicó.
Más de un cuarto de siglo después, el movimiento internacional ATTAC propuso un Impuesto a las Transacciones Financieras (ITF) para frenar a los mercados financieros. Años después, el Nobel de economía Joseph Stiglitz escribió que el ITF era viable, pues las nuevas tecnologías lo hacen muy factible. El ITF es un impuesto técnicamente posible, además de útil económica y socialmente. No hay ningún obstáculo técnico o similar por lo que implantarlo solo requiere voluntad política de los gobiernos, pero lamentablemente brilla por su ausencia.
En septiembre de 2011 la Comisión Europea (CE) propuso un impuesto específico a las transacciones financieras, un ITF. La propuesta fue rechazada por algunos países miembros y el impuesto no pudo ser implantado en la Unión Europea, pero en 2013, 11 países miembros acordaron establecer un ITF común por acuerdo reforzado eran Alemania, España, Italia, Francia, Portugal, Grecia, Eslovenia, Bélgica, Austria, Eslovaquia y Estonia. Poco después, Estonia abandonó el acuerdo y quedaron solo diez. Hubo muchas reuniones de los países comprometidos con el ITF y finalmente, tras tanta reunión, idas y venidas, el ITF se aparcó sine die. Pero dos estados crearon su ITF nacional, Francia e Italia. Y ahora se suma España. Tres reducidos ITF locales, pero todo es empezar.
Se esfumó de hecho el establecer en diez países europeos un impuesto indirecto común contra el arriesgado delirio de la especulación financiera. Desapareció porque Emmanuel Macron, presidente de Francia muy amigo de bancos y banqueros, puso como condición, para aceptar un ITF común a diez estados miembros, que ese tributo no se aplicara a las transacciones financieras a corto plazo. Justo donde se perpetra la mayor y más arriesgada especulación financiera, la que genera beneficios rápidos, pero también puede causar grandes pérdidas y provocar inestabilidad y crisis de graves consecuencias para las poblaciones.
ITF y más medidas para acabar con la dictadura de las finanzas
Ciertamente, un ITF mucho más ambicioso que el incluido en los Presupuestos Generales españoles de 2019 gravaría muchas más operaciones financieras como compraventa de pagarés, deuda pública, cédulas hipotecarias, derivados, seguros de cambio, participaciones preferentes… pero no es así. Este ITF español muy modesto solo se aplicaría a la compra de acciones españolas. Es un ITF de mínimos que sólo grava esa compra con un tipo impositivo del 0,2%. Pero ese muy modesto ITF acordado, aún tan moderado, supone algo positivo: abre un resquicio en el intocable fiscalmente mundo de la especulación financiera y es una pequeña victoria contra el hermético dogma neoliberal.
Se ha calculado que ese ITF español podría recaudar de 400 a 500 millones de euros anuales. No es mucho, pero es empezar, pues, a diferencia de otras actividades económicas, las transacciones de productos financieros no pagan impuestos. Una injusticia flagrante, más aún cuando el volumen de esas operaciones financieras en la economía global, el casino financiero, es ya el equivalente a 70 veces el PIB mundial, la riqueza producida en el planeta en un año. Una locura especulativa y un riesgo descomunal que un ITF más ambicioso frenaría cuanto menos en parte. El modesto ITF español es un muy reducido paso hacia una mayor justicia fiscal, pero es un ITF.
No hay duda de que un ITF más ambicioso es parte de la solución, pero no es la solución. No es la purga de Benito que todo lo cura. Además de un ITF más ambicioso, que disuada de perpetrar algunas transacciones financieras, hay que prohibir la especulación con derivados en mercados de materias primas (alimentos, por ejemplo) y también de energía. Además urge separar la banca comercial de la de inversión, para garantizar los ahorros de la gente en riesgo por la incesante especulación de los bancos de inversión. También debe limitarse el apalancamiento financiero, regular la banca en la sombra, suprimir las guaridas fiscales (antes, ‘paraísos fiscales’), equiparar los impuestos al capital a los del trabajo… Ciertamente, queda mucho por hacer y parece imposible. Lo es hasta empezar a trabajar y hasta que se consigue.