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Un malentendido llamado Nietzsche (I)

Fuentes: Rebelión

Anticipo del próximo libro Nietzsche: el Agonista reaccionario. El pensamiento político de Nietzsche 1872-1878, de próxima aparición.

«El profesor Nietzsche fue uno de los filósofos alemanes más destacados de la actualidad, y es considerado el apóstol del Racionalismo moderno extremo y uno de los fundadores de la escuela socialista» (Obituario, The New York Times, 26 de Agosto, 1900, p. 7, col. 4)  

¿Se puede tener legítimamente una actitud anti-Nietzsche? «Anti» es un prefijo latino de origen griego que participa en la formación de adjetivos y nombres que significan «que es opuesto o contrario a…», aquello que finalmente posee propiedades antitéticas; pero también posee una segunda dimensión de significado, califica a los términos que le proceden con el sentido de aprensión, cuidado, de protección, de prevención, finalmente de lucha contra. La dimensión Anti-Nietzsche, [2] si puede llamársela así, debe ser al mismo tiempo, oposición y protección: oposición crítico-científica ante las consecuencias terribles y reaccionarias del pensamiento nietzscheano; protección ante la falsa imagen reconstruida por la hagiografía dominante en la academia sobre un pensador tan decisivo en la fundamentación tanto de la Kritik desde un Liberalismo aristocrático radicalizado a la Modernidad (en un signo opuesto a la de Rousseau) [3] como de la Posmodernidad. Necesariamente se debe partir de una doble refutación. Una doble refutación que simplemente restituye de manera total y concreta la figura de Nietzsche. Pensar a Nietzsche críticamente desde Nietzsche. Liberar a Nietzsche de ser el primer mártir de su propia táctica retórica. Donde comienza la auténtica crítica acaba la monumentalidad. Nada más, ni nada menos.

Pensar a Nietzsche como un pensador eminentemente político, o mejor, como un escritor totus politicus. [4] La Voluntad de Poder debe expresarse necesariamente como Politik, lo recuerda incluso tardíamente. [5] La tarea es liberar a Nietzsche, romper la perversa rutina de su esterilización académica y su domesticación posmoderna. No es otra cosa que dejar de (sobre-sub) interpretar a Nietzsche y comenzar a aceptar su palabra. Contrariando al gran archivista Foucault, sí tiene para nosotros un gran interés ser fiel a la letra de Nietzsche. Y esto implica una doble tarea ciclópea e inactual. En primer lugar una disección metapolítica de la obra publicada e inédita, una demostración que la filosofía de Nietzsche, contrariamente a lo que se ha sostenido en demasiadas ocasiones, es también una Filosofía ilustremente política. Parece un perogrullo, pero en el futuro Nietzsche será considerado, sin dudas, un autor clásico del pensamiento político occidental. [6] Su Filosofía práctica puede ser considerada una forma extrema y revolucionaria del Liberalismo aristocrático (Alexis de Tocqueville, Jacob Burckhardt, Hippolyte Taine). [7] Incluso redoblaríamos la apuesta blasfema: sostenemos (textualmente) que Nietzsche es un gran teórico de la Metapolítica (como lo comprendió Heidegger). Es un pensador no apolítico (como indicaría una lectura ingenua o de mala fe) sino überpolitisch, suprapolítico. Para decirlo de otra manera: la antipolítica nietzscheana es una (gran) Política.

Y este estado de ánimo intelectual, este Stimmung no es un pecado de juventud: Nietzsche nunca modificó las líneas generales sobre la forma-Estado y la Política de su seminal texto «El Estado griego» (1871), confirmando las intuiciones de Salomé en su pionero libro sobre Nietzsche. Allí señala que en su última fase, Nietzsche regresa a algunas de las preocupaciones teóricas de la primera, la desfasada/ descartada fase juvenil, pero las aborda de una manera diferente e incluso de una manera más extrema y radical. [8] En un año tan tardío como 1888, Nietzsche todavía se proponía escribir una obra titulada spinozianamente Tractatus Politicus. [9] Y viceversa: las ideas políticas, incluso las argumentaciones sobre Poder y Estado, no quedan en absoluto confinadas a sus últimos años de madurez. En este caso, como en la gran mayoría de su Filosofía práctica, en Nietzsche no hubo cambio, sino acumulación, continuidad, endurecimiento y retorno, o en sus propios términos Anhäufung: el ideal político de Nietzsche al final de sus días, en 1888, era la forma-Estado dórica, la institución de la esclavitud y la sociedad basada en el sistema de castas. [10] Queda explícito que Nietzsche no es en ningún caso ni un pensador político indirecto e intermitente ni un filósofo político casual o no-deseado. Ni es un pensador de la Política «débil», formado a pura base de «epigramas relámpago y proclamaciones apoteósicas».

Muchos biógrafos decían que Nietzsche se hizo famoso, de la noche a la mañana, el mismo año en el que fue internado en un manicomio. Pero el pensador concreto, «real», desapareció inmediatamente detrás de la represión de su obra, detrás de la doctrina expuesta y combatida. No solo el redactor editorial del prestigioso diario The New York Times lo malinterpretó de manera grosera como podemos ver en la cita que encabeza este ensayo. El malentendido sobre Nietzsche nació el mismo día de su muerte. Detrás de la (mal comprendida) Retórica nietzscheana de las ideas caminantes e inspiradas yace un Sistema coherente y de largo aliento, otra intuición temprana de su amiga y discípula Salomé. [11] Como ella señala, testigo privilegiado del crecimiento enloquecido del Nietzsches-Kult, «desde que amplios círculos se han apoderado de él, ha sufrido el destino que amenaza a todo escritor de aforismos; algunas de sus ideas, aisladas del conjunto y con ello sujetas a interpretaciones arbitrarias, se han convertido en lemas y consignas de todas las tendencias, que resuenan en la lucha de opiniones, en la disputa de los partidos.» Muchos equívocos no-deseados (pero no todos) provienen del propio estilo aforístico de Nietzsche a partir de su etapa media (1878), el cual genera un efecto persuasivo que, como afirma Waite, [12] hace que la mayoría de los lectores (incluso los académicos) básicamente «confíen» en el significado literal de sus textos. La forma táctica del ensayo aforístico no deja lugar al clásico aparato erudito de citas, ni al apéndice bibliográfico, como señala en sus manuscritos póstumos «no se lo he puesto fácil a los que quieren sentir una satisfacción erudita, porque yo no contaba en definitiva con ellos. Faltan las citas.» [13] No en vano el propio Nietzsche define a sus libros como «Centauros», híbridos, donde la Filosofía, la Filología, la Historia de las religiones malviven adosadas al cuerpo de un animal político. Eso desubica al lector especializado o al académico: sus libros en realidad no hablan de lo que parecen hablar o si lo hacen la imagen del tema expuesto es simplemente el atril que el autor utiliza. Sus lectores son pocos, escasos, predestinados, a ellos se adapta el Gran Stil: «Yo escribo de tal manera que ni la plebe, ni los populi, ni los partidos de cualquier clase puedan leerme.» En su Nachlass anota premonitoriamente: «¿Qué tipo de hombres puede encontrarse mal al leer mis escritos? Prescindiendo, como corresponde, de aquellos que simplemente ‘no los entienden’ (como los cerdos cultivados y las gansas de la gran ciudad, o los curas, o los ‘jóvenes alemanes’, o todo lo que bebe cerveza y apesta a política). Ahí están, por ejemplo, los literatos que trapichean con el Espíritu y quieren ‘vivir’ de sus opiniones – pues han descubierto que hay algo en una opinión (o por lo menos en ciertas opiniones) que tiene valor en dinero, – contra ellos exhalan mis escritos un continuo hálito de gélido desprecio.» Como escribe irónicamente Wyndham Lewis, Nietzsche surgió para «representar a un polaco noble, con una locura salvaje en sus ojos, que anunciaba los secretos del Mundo y vendía pequeñas sendas que contenían tinta azul, que representaba como gotas de sangre azul auténtica, para deleite del populacho. Se fueron, se tragaron sus recetas y se sintieron muy nobles casi de inmediato.» [14] El Nietzschéanisme y la vasta Hagiografía paradójicamente viven sin Nietzsche.

En segundo término, y de igual importancia, la rigurosa Kritik materialista-histórica-textual demuestra exhaustivamente la imposibilidad de localizar en Nietzsche un principio incluso accidental o mínimo de dimensión «pluralista» de la Política, pese a la distorsión hermeneútica del Nietzschéanisme [15] que intenta reconciliarlo ya sea con la agonistic’ Democracy, o peor, con vagos ideales anarquistas, un grueso equívoco que nace en el 1900. Nietzsche, como dice un especialista del calibre de Ottmann, es un opositor irreconciliable (por las dudas: unversöhnlicher Gegner) de la restringida Democracia liberal histórica de su época. Los autores que sostienen la idea de un Nietzsche aristocrático revolucionario, guiado por una madura Filosofía práctica reaccionaria, se pueden contar con los dedos de la mano y se encuentran, como debe ser, en los márgenes del márketing académico y con poco o nula presencia editorial e institucional. [16] La condición igualitaria elemental de toda Teoría política y moral contemporánea, es decir, la premisa de la Igualdad fundamental del valor o de la dignidad de cada persona, simplemente está ausente en la opera omnia de Nietzsche. Lo dice con claridad en su Nachlass: «la Doctrina política fundamental (Gran Política)… es siempre la Doctrina de la Desigualdad de derechos.»

El pensamiento de Nietzsche se establece sobre un suelo firme desde su inicio, un fundamento en el cual Política y Filosofía son no solo co-originarios sino equiprimordiales. Ambas han nacido inextricablemente unidas, junto con el Comercio y el intercambio mercantil, ya desde la misma Antigüedad griega, como sabemos. Y no solo es un guiño del filólogo desganado en Basilea a su propia profesión conservadora. Pero para visualizar esta perspectiva metapolítica es necesario abandonar el Nietzsche mutilado, eviscerado, eunuco, improductivo o el Nietzsche sobretravestido, es urgente eliminar el árbol hermenéutico para alcanzar el bosque de una visión total (real) del pensador. Es ya «otro» Nietzsche, pero otro Nietzsche mucho más fiel a su propia letra y espíritu. El mensaje es cristalino y a contracorriente: hay que intentar volver a pensar críticamente a Nietzsche en su totalidad concreta, en su dimensión exotérica y en su profundidad esotérica, fuera del canon posmoderno reduccionista (insostenible precisamente desde la misma genealogía) de «Apolo-Dioniso-Voluntad de Poder-Zarathustra-Übermensch.» El despreciar o ignorar los escritos anteriores a Zarathustra es otra marca de fábrica del Nietzschéanisme, violando la propia advertencia filológica de Nietzsche, quién decía que «así como no solo la edad adulta, sino también la infancia y la juventud tienen un valor en sí mismas y no hay que considerarlas en absoluto como ‘pasajes’ o ‘puentes’.» Heidegger, contrariando esta equívoca pero venerable tradición pseudointerpretativa posmoderna, ya que había trabajado en el Archiv-Nietzsche en las labores preparatorias para unas futuras obras completas, señalaba con razón que el auténtico filósofo, el «verdadero Nietzsche», sin mordazas ni tácticas retóricas, se encontraba en sus manuscritos, en su Nachlass no publicado. Sintomático que la dilatada trayectoria de la Hagiografía nietzscheana subestime o ignore sus propios manuscritos reduciéndolo a un esquelético canon. Y es que lo que no se desea es leerlo ad verbatim, literalmente: «Se debe leer a Nietzsche como se escucha la música» (Giorgio Colli); «Quien se toma a Nietzsche al pie de la letra está perdido» (Thomas Mann); «la individualidad de Nietzsche es irreducible [a un análisis histórico y semántico de sus textos]» (Foucault); «No se comprende en absoluto a Nietzsche si se considera lo que ha sido por escrito» (Sloterdijk) y siguen las firmas. Se ha llegado al extremo de que los propios hagiógrafos de Nietzsche reclaman que lo que escribió… ¡no sea tomado en serio! 

Notas:

[2] Precisamente es título y el espíritu del libro de Malcom Bull: Anti-Nietzsche; Verso, London, 2011.

[3] Dice Nietzsche: «en Política se ha tomado como guía desde hace 100 años a un enfermo: Rousseau».

[4] Intentamos una interpretación alternativa al Mainstream del Nietzscheanismo en nuestro libro: Nietzsche contra la Democracia. El pensamiento político de Nietzsche (1862-1872), Montesinos, Mataró, 2010; se trata de la primera parte de una revisión completa y puesta en escena de la Filosofía práctica nietzscheana.

[5] Nachlass, 14, 71, fechado en la primavera de 1888.

[6] Ottmann, en su precursor trabajo en lengua alemana de 1987, señalaba que «no se debe dudar del impacto político de sus pensamientos, y no se debe dudar del contenido político de la obra misma. Nietzsche tiene una Filosofía política», en: Philosophie und Politik bei Nietzsche, W. de Gruyter, Berlin, 1987, p. vii. En su conclusión no quedan dudas: Nietzsche es un maduro y profundo pensador político.

[7] En una carta de enero de 1887 a Peter Gast desde Niza, el Nietzsche maduro, demostrando la asombrosa coherencia y continuidad con el joven, comenta que está leyendo precisamente a toda la escuela histórica aristócrata-liberal de Tocqueville y Taine.

[8] Su obra es Friedrich Nietzsche in Seinen Werke, Konegen, Wien, 1894; pp. 40-41. Otro buen ejemplo de este retroceso enriquecedor en la propia autocomprensión nietzscheana es por ejemplo Dioniso, ausente en el llamado período «medio» y reciclado/ renovado en la madurez.

[9] El título planeado era: Del Señorío de la Virtud. Cómo se ayuda a la Virtud para que consiga el Señorío. Un tractatus politicus; allí, influenciado por Maquiavelo, afirma: «Este tractatus politicus no es para los oídos de cualquiera: trata de la Política de la virtud, de los medios y caminos que la llevan al Poder. Que la Virtud aspire al Señorío, ¿quién quisiera prohibírselo? Pero ¡cómo lo consigue – ! Uno no se lo cree… Por ello este tractatus no es para los oídos de cualquiera.»; Este tratado, como hemos dicho, trata de la Política en la virtud: le fija un Ideal

a esta política, la describe tal como tendría que ser si en esta tierra algo pudiera ser perfecto. Y ningún filósofo pondrá en duda el tipo de perfección que le corresponde a la Política; a saber, el Maquiavelismo. Pero el Maquiavelismo pur, sans mélange, cru, veri, dans toute sa forcé, dans toute son ápreté [puro, sin mezcla, crudo, verde, en toda su fuerza, en toda su aspereza], es suprahumano, divino, transcendente, los humanos jamás lo alcanzan, como máximo lo rozan»; existe el borrador de una carta dirigida a Brandes, fechada el 9 de diciembre de 1888, donde expone los planes de su «Gran Política» a realizar en la Alemania bismarckiana y apunta hacia las oportunas relaciones a mantener tanto con el gran Capital judío como con los oficiales del ejército prusiano.

[10] Véase a Cancik, Hubert; Nietzsches Antike: Vorlesung, J. B. Metzler, Stuttgart/Weimar; 1995, p. 147.

[11] En el Plan editorial para su nunca escrita obra «La Voluntad de Poder», Nietzsche escribe como tarea para el Libro III: «Expresión precisa del Sistema: Psicología, Historia, Arte, Política»; Nachlass, 14,137; en el mismo libro debía exponerse una Fisiología de la Política; véase: Nachlass, 16, 86.

[12] Geoff Waite: Nietzsche ‘s Corps/e; Duke University Press, 1996, en especial su capítulo «Channeling beyond Interpretation», p. 123 y ss.

[13] Nachlass, 19, 55.

[14] Wyndham Lewis: The Art of Being Ruled, [1935] Reed Way Dasenbrock, Santa Rosa, 1989, p. 113.

[15] Se debe a Rudolf Steiner el haber acuñado el término Nietzscheanismus ya en 1892; véase su artículo: «Nietzscheanismus», en: Litterarischer Merkur, 2, 4, 1892, p. 105-8. El primero que habló de «nietzscheanos de izquierda» a nivel académico fue Alasdair Macintyre en su conocido libro After Virtue de 1984.

[16] En lengua alemana, el centro nervioso de la investigación sobre Nietzsche, el trabajo de Henning Ottmann, op. cit., inaugura una nueva senda en la reconstrucción del Nietzsche político; en lengua inglesa a partir del trabajo crítico de Nancy Strong de 1975: Friedrich Nietzsche and the Politics of Transfiguration; podemos señalar los trabajos pioneros de: Bruce Detwiler, Nietzsche and the Politics of Aristocratic Radicalism (Chicago, 1990); Meter Berkowitz, Nietzsche: The Ethics of an Immoralist (Cambridge, 1995); Peter Bergmann, Nietzsche ‘the Last Antipolitical German’ (Bloomington, 1987); Fredrick Appel, Nietzsche contra Democracy (Ithaca, 1999); Ansell-Pearson, Keith, Nietzsche contra Rousseau, Cambridge University Press, 1991; An Introduction to Nietzsche as Political Thinker, Cambridge U.P., London, 1999. en los últimos tiempos los trabajos de William Preston: Nietzsche as Anti-Socialist, Humanity Books, New York, 2001; Don Dombowsky, Nietzsche’s Machiavellian Politics (Basingstoke, 2004); Malcom Bull: Anti-Nietzsche; Verso, London, 2011; William H. F. Altman. Friedrich Wilhelm Nietzsche : the philosopher of the Second Reich, Lexington Books, Maryland, 2013 y Hugo Drochon: Nietzsche’s Great Politics, Princeton University Press, New Jersey, 2016; en francés la compilación política de textos nietzscheanos de Dupuy, René-Jean, Politique de Nietzsche, Armand Colin, Paris, 1969; el momento anti-Nietzsche francés comienza con casi solitario ensayo de Sautet, Marc, Nietzsche et la Commune, Le Sycomore, Paris, 1981; le acompaña casi una década después la obra de Luc Ferry y Alain Renaut: Pourquoi nous ne sommes pas nietzscheens (1991); en italiano el intento de lectura «marxista» de Máximo Cacciari: «L’impolitico nietzscheano», en: Friedrich Nietzsche, Il libro del filosofo, Savelli, Roma 1978, pp. 105-12; Roberto escobar con su Nietzsche e la filosofia politica del XIX secolo, Il Formichiere, Milano, 1978; Nietzsche e il tragico: politica dell’esperienza e volontà di potenza, Il Formichiere, Milano, 1978; y su último trabajo: Nietzsche Politico, M & B Publishing, Milano, 2003; los trabajos de Luigi Alfieri: Apollo tra gli schiavi. Filosofia e società nel giovane Nietzsche , Milano, Franco Angeli, 1984; la obra de Domenico Losurdo: Nietzsche e la critica della modernità, Roma, Manifestolibri, 1997. y su monumental Nietzsche, il ribelle aristocratico. Biografia e bilancio critico, Bollati Boringheri, Torino, 2002; Franco Livorsi: Friedrich Nietzsche, Franco Angeli, Milano, 1985. reconstrucción sobria y completa del pensamiento político de Nietzsche, y su reconstrucción del concepto de Política: I concetti politici nella Storia. Dalle origini al XIX secolo, Giappichelli, Torino, 2003; además los ensayos de Francesco Ingravalle

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