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Un manifiesto que no es propiamente un llamamiento de ciudadanos que aspiren a la equidad y a la libertad

Fuentes: Rebelión

El manifiesto que corre estos días en la prensa y en la red no es propiamente, por usar la terminología común a las fuerzas nacionalistas (que no es la mía ni la más adecuada), un manifiesto español. Entre los firmantes hay varios ciudadanos catalanes. Pero, sobre todo, no es un manifiesto que ayude a la […]


El manifiesto que corre estos días en la prensa y en la red no es propiamente, por usar la terminología común a las fuerzas nacionalistas (que no es la mía ni la más adecuada), un manifiesto español. Entre los firmantes hay varios ciudadanos catalanes. Pero, sobre todo, no es un manifiesto que ayude a la ciudadanía libre de este país de países, a toda ella, también aquella que vive en Cataluña y que intenta construir, no sin dificultades, algo nuevo, más democrático, más justo y más solidario.

«España vive un momento crítico» se afirma de entrada en el escrito. Tienen mucha razón. Incluso toda ella. Las razones se agolpan para justificar la afirmación: paro estructural del 25%, desigualdades sociales en aumento, sufrimiento de los sectores más vulnerables, desahucios, aniquilación del estado de bienestar (el gobierno catalán es vanguardia indiscutida en este ámbito), número en ascenso de los trabajadores pobres, encarecimiento clasista de las universidades públicas, descanso social de décadas. Largo etcétera.

¿Por eso vive ese momento crítico? No, no son esos los puntos del manifiesto. Ninguno de ellos.

El secesionismo catalán, uso su expresión, éste es el nudo del texto, «pretende romper la convivencia entre los españoles y destruir su más valioso patrimonio: la condición de ciudadanos libres e iguales.»

Es posible, sigo el escrito, que el nacionalismo, todo nacionalismo (el español y el españolismo en lugar muy destacado), anteponga «la identidad a la ciudadanía, los derechos míticos de un territorio a los derechos fundamentales de las personas, el egoísmo a la solidaridad», que también desprecie -o no siempre recuerde o tenga muy presente- «el pluralismo social y político», y que cuando trata de establecer fronteras interiores arrincone «como extranjeros en su propio país a un abrumador número de ciudadanos.» Probablemente sea así (con diez matices que deberían introducirse pero no puede hablarse de todo), pero, sin disculpar o cegarse ante cualquier otra amenaza nacionalista que discrimine y orille a la ciudadanía, el nacionalismo español, el rancio españolismo de casi toda la vida, tiene en estas temáticas el primer premio de manera destacada y desde hace años, décadas y algún siglo. No hace falta recordar épocas recientes donde España afirmaba ser, por boca del fascismo (también del catalán desde luego), una, grande y libre.

El secesionismo catalán «se hermana con el populismo antieuropeo y promueve la derrota de la democracia española». No se ve que ese «secesionismo» promueva hoy por hoy la derrota de ninguna democracia (aunque ciertamente a algunos sectores nacionalistas catalanes les importa un higo la situación de los trabajadores/as de Extremadura, Aragón, Euskadi o Galicia) pero la primera tesis que se afirma no puede ser cierta. Si lo fuera, también estarán hermanados con ese populismo antieuropeo de derecha extrema Ciutadans y UpD (dos de los partidos citados en el manifiesto): pertenecen al mismo grupo parlamentario europeo que CiU. Por lo demás, y como es sabido, la mayoría de los grupos independentistas catalanes (ERC, CiU, dudo sobre los sectores independentistas de ICV o EUiA que no son la totalidad de Iniciativa y Ezquerra Unida) apuestan por el euro y, en algunos casos, por la UE neoliberal. Si eso es ser antieuropeos (tal vez consista en eso bien mirado), entonces lo son.

Evitar esa derrota (que no se ha razonado en el texto) es responsabilidad de todos y la primera obligación de los partidos políticos. ¿De qué partidos? ¿No saben los firmantes del manifiesto que hay partidos digamos españoles que están a favor de una respuesta solidaria frente a la situación actual, una solución que no abone separaciones y rupturas de un demos común pero que mueva algunos nudos de la estructura del escenario para mejorar la convivencia?

Hasta ahora, prosiguen y parece que se suben un poco los pantalones (hay muchos hombrecitos entre los firmantes), «el desafío secesionista no ha recibido la respuesta que merece». Ellos la van a dar parece. España, afirman, es hoy un Estado a la defensiva (¿España es un Estado para ellos?, ¿hemos leído bien?) y en «sus élites prevalecen el tacticismo y la resignación». ¡Cómo les lea Botín, Felipe VI, don Felipe ex Gas Natural o el senyor Fainé se van a poner de los nervios! ¿Tacticistas, resignados? ¡Pero si tienen negocios y mil intereses a su alcance! ¿Por qué van a resignarse?

No existe un auténtico debate público sobre el fondo gravemente reaccionario del nacionalismo, afirman, olvidando añadir que ese fondo de reacción es atribuible a todo nacionalismo (insisto: el español en el lugar más destacado) salvo en situaciones de opresión nacional o colonización, ni sobre «las consecuencias de su proyecto para la libertad, la igualdad y la seguridad de los ciudadanos.» Pero el debate, menor del necesario y muy dirigido-manipulado ciertamente por medios nacionalistas e independentistas, hace meses que está presente, con dificultades indudables, en la sociedad catalana. En cambio, apuntan, «proliferan maniobras opacas para ofrecer nuevos privilegios al nacionalismo a costa de la soberanía de los españoles.» ¿Maniobras opacas? ¿De quiénes? ¿Ofrecer nuevos privilegios? ¿Qué privilegios han sido concedidos hasta ahora? ¿Están diciendo que no se puede hablar de nada, que todo debe permanecer como hasta ahora y que aquí no se mueve nadie?

En estas circunstancias, el texto va yendo hacia lo programático, los abajo firmantes, ciudadanos «radicalmente comprometidos con los principios constitucionales de la libertad y la igualdad» (algunos, se mire como se quiera mirar, incluso muy generosamente, más bien poco o nada), entienden «que es imprescindible abrir un debate público que informe y comprometa al conjunto de los españoles». Adelante con él, nadie se opone. ¿Quién afirma lo contrario? «Nosotros asumimos la responsabilidad y pasamos a la acción.» Perfecto. Siempre y cuando la acción sea razonable, ayude a todos y no pretenda machacar a nadie ni imponer criterios uniformistas.

Reclaman al Estado, no ya al gobierno (¿están pensando en la Guardia Civil, en el CESID o en el Ejército de Tierra?), «que aplique toda la ley y advierta con claridad de las consecuencias de violarla». ¿Que aplique toda la ley? ¿Y eso cómo se hace y cómo se digiere? Lo de advertir con claridad: ¿es una amenaza no-democrática, un acto de chulería y punto?

Ninguna infracción, señalan, «debe quedar impune y ninguna sentencia puede ser desacatada.» Dejo lo de la sentencia aparte, porque creo que tiene que ver con el uso del castellano en la educación catalana preuniversitaria (asunto que, con buena voluntad, sería solucionable en dos tardes por parte de todos, también por parte de una consellera que no tiene interés alguno en superar ese punto más que rentable de agitación nacionalista) pero si toda infracción de la ley no debe quedar impune la mayoría de las élites políticas y económicas de este país (incluyendo las de CiU por supuesto y sistemas próximos como el PP) deberían estar en situación nada cómoda.

Los firmantes piden a los partidos políticos que se identifican con los principios de libertad, igualdad, justicia y solidaridad que demuestren su compromiso con hechos. Justicia, igualdad, solidaridad,…¿Y qué partido son esos? Para partirse de risa: el PP; el PSOE, UpD, Ciudadanos (se han olvidado del «Ciutadans»), esto es, los partidos del régimen de la restauración, y, además, «cuantas formaciones quieran preservar las bases de nuestra convivencia democrática». ¿Qué tendrá que ver la igualdad, la solidaridad, la justicia, la libertad, con las prácticas y políticas de esos partidos? ¿Se habrán inyectado algo en vena todos los firmantes, entre los cuales hay algunos nombres cuya presencia duele… y mucho?

Esos partidos y grupos deben, señala el manifiesto:

1. «Reivindicar la Constitución como consigna de ciudadanía y convivencia, sin renunciar a las reformas cíclicas que permitan que España sea una nación cada vez más integradora y de mayor calidad democrática.»

Supongo que reivindicar la Constitución es vindicar toda la Constitución. Si es así, sin olvidar lo mucho que había que tachar (por ejemplo, la última y socialmente criminal reforma, sin ser no lo único), no se ve que muchos de los firmantes tengan en cuenta esa Constitución que citan día, tarde y noche en temas relativos a los principios de los cuales hacen gala.

Sea como fuere, ¿cabe o no cabe una reforma de la Constitución en sentido federal que permita una mayor integración y armonía entre los pueblos de Sefarad? Item más: ¿debemos seguir sacralizando como niños ingenuos de siete meses una Constitución que todos sabemos en qué condiciones se formuló, se redactó, se impuso y se pactó?

2. «Rechazar cualquier negociación que con el pretexto de evitar el conflicto que plantea el secesionismo catalán limite la soberanía del conjunto de los ciudadanos y el ejercicio de sus derechos.»

El punto hay que traducirlo: ¿están diciendo que en ninguna circunstancia cabe una consulta a la ciudadanía catalana sobre tal o cual acuerdo? ¿Y por qué eso no es posible? ¿Por qué merma eso la soberanía del conjunto de los ciudadanos españoles? ¿Cuáles de sus derechos son alterados? ¿No cabe una aceptación conjunta y democrática que permita avanzar entre todos pensando en nuevos escenarios?

3. «Alcanzar un pacto público, solemne y conciso que establezca un compromiso transversal de unidad de acción frente al secesionismo y garantice la decisión de someter al referendo común cualquier alteración de las bases constitucionales».

¿No decían respetar la Inmaculada Constitución? ¿Todo cambio constitucional exige un referendo común? Que así sea si así parece (está claro que está formulado así para evitar cualquier cambio). Pero, ¿por qué no han dicho ni pío muchos o la gran mayoría de los firmantes cuando se han alterado puntos constitucionales de calado con nocturnidad, alevosía y agresión a los ciudadanos y ciudadanas trabajadoras?

Finalmente, se dirigen a todos los ciudadanos españoles, a todos, sin exclusiones, también a los catalanes: «Les pedimos que trabajen organizadamente por la deslegitimación intelectual y política del nacionalismo y que se movilicen con nosotros en defensa de la comunidad de libres e iguales que es responsable de la época más justa y fértil de la historia de España.»

Nacionalismo, de nuevo aquí, es todo tipo de nacionalismo. Hablar de ésta como la época más justa y fértil de la historia de España es prueba, irrefutable, de que los firmantes deben vivir en otra galaxia, se sitúan en la derecha más cegada o que no quieren ver lo que está a los ojos de todos: que estamos viviendo una de las épocas menos justas y fértiles de la historia de España. Es decir, la inversión de lo que dicen. ¿Y si se tratara, no es una conjetura desafortunada, de seres jupiterinos que han adquirido poco a poco formas humanas? ¿Y si detrás de Vargas Llosa, por ejemplo, este gran escritor, este admirable intelectual comprometido, tan preocupado por la solidaridad, la justicia y la equidad en Venezuela, hubiera algún ser vivo de lejano planeta que hubiera adquirido su forma? ¿Seguros que no? No sé, no sé, tengo dudas por lo que voy leyendo.

Sólo así se entiende que queriendo ayudar (así lo señalan o declaran) enturbien aún más, con algún toque de chulería impresentable de derecha extrema, la atmósfera ciudadana. La de aquí y la de allí. Sobre todo si se piensa en términos republicanos democráticos federales, en el respeto a todos los pueblos y ciudadanos de Sefarad, y en la necesidad de solidaridad y hermandad en libertad entre pueblos diversos pero no tan distantes ni en lenguas, ni en cultura, ni en historia, ni en vínculos ni siquiera en la necesidad de transformar nuestro país de países de forma justa, equitativa y solidaria, una forma que entre todos ya podemos imaginar y que en ningún caso pasa ni debe pasar por la destrucción de ningún demos ni por el aplastamiento de nadie. Como soñaba Salvador Espriu: que Sefarad viva eternamente en paz, libertad, equidad y justicia.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.