Durante todo el fin de semana he tenido (al igual que cientos de miles de ciudadanos) la oportunidad de vivir la Asamblea Ciudadana «Sí se puede» de Podemos. En mi caso particular, gracias a la tecnología, por lo que agradezco el trabajo realizado por el equipo técnico, pues desde hace dos años me encuentro en […]
Durante todo el fin de semana he tenido (al igual que cientos de miles de ciudadanos) la oportunidad de vivir la Asamblea Ciudadana «Sí se puede» de Podemos. En mi caso particular, gracias a la tecnología, por lo que agradezco el trabajo realizado por el equipo técnico, pues desde hace dos años me encuentro en Ecuador; aunque ahora no es el momento de hablar de la emigración que ha creado la peor generación de políticos castosos y casposos que posee y ha poseído el país.
Sin duda alguna el evento ha sido el proceso participativo más amplio, plural, inclusivo y democrático que ha vivido el país, no solo en el fin de semana, sino en mucho tiempo. Gracias a éste, los ciudadanos cansados de sátrapas hemos podido dibujar ciertas líneas sobre las cuales versará este nuevo proyecto político, que sin duda alguna y al margen de las proyecciones, estadísticas y encuestas, es una opción de gobierno real por y para la ciudadanía.
El lunes 20 toda la prensa hablará o debiera hacerlo de este proceso asambleario, aunque mucha de ella lo siga haciendo con el único interés de continuar sirviendo a su amo, y usando los medios solo para sembrar dudas y desconfianza en el proceso.
Todo esto me hace pensar y replantearme mi militancia personal al tiempo que recuerdo la de muchos compañeros y compañeras que llevamos años cansados de formar parte de organizaciones caducas. Somos muchos/as los que durante años hemos dicho que «hay que irse», que «no somos la muleta de nadie», mientras que alguno nos decían que «fuera no había nada» (vaya que sí hay). Desde la distancia espero que esta situación esté cambiando, pues hemos podido comprobar que fuera hay mucho, mucho más que dentro, aunque no todo es una cuestión de cantidad. La calidad importa mucho, y se ha podido ver en Vistalegre.
Hoy de nada sirve hablar de lo que pudo ser y no fue, lo cierto es que la situación es la que es. No importa como se ha llegado hasta aquí, la cuestión es que seguimos aquí, seguimos apuntalando organizaciones castosas (unas más y otras menos) con un pacto entre IU-PSOE en Andalucía. Es cierto que como CUT dijimos que no, pero ahí estamos. La actual coyuntura debiera incitarnos a actuar con rapidez, a decidir con astucia política, pero lo que es más importante con pericia y compromiso social y comunitario (como siempre hemos tenido y tenemos). Ya es tiempo de cambiar de compañeros de viaje, pues los actuales nos llevan hacia donde no queremos ir; al menos la mayoría.
Las anquilosadas estructuras políticas tienen un gran expertise para tomar decisiones circunstanciales en momentos complejos, aunque poseen más para cambiar de imagen a pocas fechas de unos comicios. No obstante, ha llegado la hora de acabar con eso, de nada vale romper un pacto a cuatro meses de una elecciones municipales, de nada vale remover puestos, de nada vale cambiarlo todo para que nada cambie; no se puede ser parte, cómplice o títere.
Ya es hora de volver a sentir orgullo al ponerse la camiseta, como decía Pablo el sábado. ¿Recuerdan los compañeros/as de la CUT cuando sí éramos capaces de ponernos las camisetas de IU? ¡Cuánto tiempo! Alea jacta est. Llegó la hora de ponerse la camiseta (otra, pues no sentimos los colores de la que llevamos), es ahora o no será nunca.
Como organización política y sindical siempre jugamos el papel de levadura, lo movilizamos todo y siempre otro rentabilizó nuestro esfuerzo (nunca nos importó). Un esfuerzo de cientos y miles de compañeros que una y otra vez dicen que ya es la hora. La hora de seguir siendo levadura, no nos convirtamos en casta. Nuestros fundadores siempre dijeron «los primeros en el sacrifico y los últimos en el beneficio», demostrémoslo, no nos aferremos a ningún sillón.
Creo que al igual que el pueblo catalán tenemos derecho a decidir. Siempre hemos defendido el derecho a la autodeterminación, pero sobre todo el derecho a decidir; y me remito nuevamente a lo que dijo Pablo parafraseando a los hechos contra el decoro «cuando en democracia todo se puede decir, la censura es el consenso». Ya no es tiempo de consenso, es tiempo de decisión, y las decisiones se toman en asambleas «abiertas» (como siempre hemos hecho) o en votación abierta (como siempre hemos demandado).
Como ya he dicho el momento es clave, y para el pueblo andaluz más aún. Treinta y cinco años de monogobierno socialista que ha llevado a Andalucía a los peores rankings de su historia ya es bastante, máxime cuando somos cómplices de los dos últimos. Cerca está el 4 de diciembre, día en el que se cumplen 37 años del levantamiento popular pidiendo autonomía, volvamos a pedir autonomía en 2014. Los militantes, afiliados, simpatizantes, votantes y vecinos, quieren ser oídos, queremos ser oídos; de modo que agradecerán que se les (nos) consulte si quieren seguir siendo muleta de alguien, o por el contrario queremos seguir siendo levadura.
Aún podemos ser protagonistas de nuestra historia y artífices del cambio, un cambio necesario para todos y demando por muchos. Propiciemos el cuatro de diciembre un amplio y abierto referéndum en el que todos, sin excepción ni argucias, podemos decidir dónde vamos a militar.
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