El pasado día 3 de febrero, CCOO y UGT firmaban, conjuntamente con el Gobierno Español y la CEOE, el llamado «Acuerdo Social y Económico para el crecimiento, el empleo y la garantía de las pensiones» (ASE), un nuevo ejemplo de su ya conocida práctica sindical de Pacto Social que tan negativas consecuencias tuvo siempre para […]
El pasado día 3 de febrero, CCOO y UGT firmaban, conjuntamente con el Gobierno Español y la CEOE, el llamado «Acuerdo Social y Económico para el crecimiento, el empleo y la garantía de las pensiones» (ASE), un nuevo ejemplo de su ya conocida práctica sindical de Pacto Social que tan negativas consecuencias tuvo siempre para la clase trabajadora del Estado Español y que resulta especialmente negativa en estos momentos de crisis económica y de recortes de derechos y de calidad de vida para los trabajadores y trabajadoras.
Dicho ACUERDO (ASE) es todo un ejercicio de cinismo, manipulación y sumisión de estas dos centrales sindicales al poder económico y político y un engaño y traición a la clase trabajadora. Lo que se vende como un gran pacto por el crecimiento, el empleo y las pensiones, no deja de ser simplemente un mero envoltorio para justificar la aceptación, por parte del sindicalismo españolista, de las propuestas del Gobierno y la banca, en materia de reforma de las pensiones. Lo que incluso de aquella eran líneas rojas que no estaban dispuestos a cruzar, de repente, se convirtieron en líneas verdes que se podían cruzar sin ningún riesgo. Este «sorprendente» cambio, por parte de las direcciones de CCOO y UGT, cabría preguntarse si es fruto de un daltonismo sobrevenido durante la negociación con el Gobierno, como consecuencia de haber ingerido alguno elixir maligno, u obedece a razones más materiales y científicas? Todo indica que tiene más que ver con esto último.
Estas dos centrales sindicales llevan, desde la llamada transición democrática, con algún que otro paréntesis circunstancial, haciendo de la política de pacto social el centro fundamental de su acción sindical. Esta práctica se ha acentuado en los últimos años, acompañada de un fuerte proceso de burocratización, sindicalismo de cúpulas y abandono de la movilización como forma de presión, participación y concienciación de la clase obrera, en la conquista y avance de sus condiciones de trabajo y de sus derechos. Sirva, como un ejemplo de esto último, los Acuerdos Estatales de Negociación Colectiva, firmados en los últimos años.
Una prá ctica sindical que guarda relación con una fuerte deriva y derechización ideológica, por parte de la dirección de estas organizaciones, con la renuncia clara a mantener una práctica y a hacer una interpretación marxista de la realidad social y económica, aceptando el actual sistema como el mejor de los mundos posibles y renunciando en la práctica la lucha de clases, en su sentido más profundo. Se convirtieron así en una especie de sindicatos oficiales del poder (político y económico), que se necesitan y retroalimentan mutuamente, perdiendo incluso la autonomía económica necesaria para hacer un sindicalismo de confrontación con el poder.
El momento en que se firma el ASE, y el contenido del mismo, es un claro ejemplo de todo esto. Sólo bajo estos presupuestos se pode entender que, en plena crisis económica, con un ataque brutal a la clase trabajadora de recorte de derechos y de precarización de sus condiciones laborales, se pueda pactar un ACUERDO en el que, en lo fundamental, y dejando al margen la literatura y declaraciones de buenas intenciones, sólo se tratan aquellos temas que le interesa el poder y que van en el camino del recorte de derechos (reforma de las pensiones), de proporcionar mano de obra barata y subvencionada a la patronal (contratos a tiempo parcial bonificados), se mantiene el recorte de los salarios vía negociación colectiva (referencia al AENC 2010-12) o se acaba eludiendo la reforma laboral que motivó la huelga general del 29 de septiembre.
Resulta sorprendente que un acuerdo que se vende como un gran pacto social para la salida de la crisis, no contemple los motivos que motivaron la misma y en coherencia con eso tampoco se adopta ningún tipo de medida que vaya en contra de quien la provocó, la oligarquía financiera, ni se formulen políticas estructurales que sienten las bases para un cambio de modelo económico. En dicho acuerdo nada se habla de mudar las políticas fiscales para incrementar los ingresos del Estado y combatir el déficit público por la vía de incrementar los impuestos a las rentas más altas y el capital, recuperar el impuesto de patrimonio, combatir el fraude fiscal o promover la desaparición de los paraísos fiscales. No se toca para nada el control de los sistemas financieros y de los movimientos especulativos de capital, el rechazo a la privatización de las cajas de ahorros o la necesidad de la creación de una banca pública que canalice recursos hacia el tejido productivo y las familias. Tampoco se toca nada relativo al avance de los servicios sociales, de la inversión pública productiva o de la oposición a la política de privatizaciones de las empresas y servicios públicos, es decir, un pacto en el que se sacrifican los intereses de la clase trabajadora, se consolida el modelo neoliberal y nada se le exige al capital financiero. Parece que no resulta pues excesivo calificar este acuerdo de traición a la clase trabajadora.
Está pendiente otro de los grandes acuerdos que forman parte de esta política de recortes y de exigencias de la patronal y del capital financiero europeo, me estoy refiriendo al acuerdo en materia de negociación colectiva, del que ya se adelanta algo en el ASE. Este pacto en materia de negociación colectiva, que se presenta a cara descubierta a los trabajadores como un intento de vertebrar y racionalizar los convenios colectivos, en el fondo lo que busca es cerrar el círculo de la concentración del poder, en sus tres principales pilares, económico, político y sociolaboral. El económico ya se está haciendo vía privatizaciones cajas de ahorros, empresas y servicios públicos o reformas laborales o de las pensiones. El político a través de leyes que vacíen de contenido las competencias autonómicas. El sociolaboral se busca lograrlo a través de una mayor centralización de la negociación colectiva, potenciando los convenios marco estatales negociados por las cúpulas sindicales de CCOO UGT y prácticamente sin control ni participación de los propios trabajadores y trabajadoras afectados, eliminando o vaciando de contenido los convenios provinciales que son los que reúnen, como norma general, masa crítica suficiente, posibilidades de participación y de movilización de la clase trabajadora y , a mayores, y en esto está una de las claves, participamos y tenemos un peso importante en estos convenios otras fuerzas sindicales que no compartimos su modelo sindical. En definitiva, control absoluto de todo el relativo a la fijación de las condiciones laborales por parte de las cúpulas de CCOO y UGT e intento de eliminación de sus competidores en el campo sindical. En esta estrategia hay intereses comunes entre patronal y sindicatos estatales, la patronal porque sabe que este modelo de negociación va contribuir la uno deterioro en las condiciones laborales y salariales, con el consiguiente aumento de sus beneficios y debilitamiento de la clase obrera, y estas centrales sindicales porque así verían reforzado su poder y control sobre un arma que es fundamental para la movilización, presión y avance de las condiciones laborales de la clase trabajadora.
En definitiva, estamos ante un Acuerdo, Pacto Social, que tiene una gran trascendencia para el movimiento obrero, superior a pactos sociales anteriores, por cómo y cuando se da. Estamos a hablar de un pacto que se hace en plena crisis económica, que no cuestiona el modelo neoliberal, que acepta recortes importantísimos en materia de derechos laborales y que se firma después de realizar una huelga general. Es un acto de entrega, de sumisión al poder, de renuncia al debate ideológico por parte del sindicalismo estatal. Un Gran Pacto a favor de la desmovilización y la desideologización de la clase obrera. Un gran pacto que contribuye a debilitar las tres grandes armas del movimiento obrero para compararse con el capital, organización, movilización e ideología, en la búsqueda de la conquista de un modelo económico y social más justo, solidario y democrático que contribuya su liberación como clase. Un gran pacto que deja a la izquierda española en tierra de nadie, con la contradicción de tener que rechazar este pacto al tiempo que evita criticar a las organizaciones sindicales que lo firman y actúan como los colaboradores necesarios del neoliberalismo.
Afortunadamente para la clase trabajadora d e Galiza y Euskadi, y para las fuerzas políticas de la izquierda nacionalista actuantes en ellas, estamos implantadas, con peso y capacidad movilizadora, centrales sindicales con una práctica claramente contraria a esta política de pacto social, que buscamos a través de la participación, de la movilización, del combate ideológico y de la autonomía financiera, hacer de nuestras organizaciones sindicales herramientas útiles para la clase trabajadora, en su confrontación con el poder, en la defensa de sus intereses de clase, de los que forma parte sin duda la defensa del reconocimiento del carácter plurinacional del Estado Español y el derecho a decidir por nosotros mismos, en un contexto de plena soberanía política de nuestras respectivas naciones.
Sería bueno, para la clase trabajadora de todo el Estado Español, que el sindicalismo de clase, combativo, no pactista, se fuera reforzando en las otras naciones del Estado, en detrimento de la representatividad de CCOO y UGT, a cara descubierta a restarle la capacidad formal que hoy tienen para determinar muchas de las condiciones laborales y sociales de la clase trabajadora del Estado, amparándose para eso en la centralización de la negociación colectiva y en el propio marco competencial, absolutamente centralizado en materia de legislación laboral y social.
Ante esta crisis, ante este ataque tan descarado y brutal contra los nuestro s derechos e intereses como clase, tenemos que tomar conciencia de que los fundamentalistas del neoliberalismo, tanto en el campo económico como político, no sólo no van a renunciar a su modelo económico si no que buscan profundizar en él la costa de debilitar a la clase trabajadora y a los Estados. Tenemos que mentalizarnos que estamos en una lucha de poder, con un fuerte contenido de clase, una lucha en la que está en juego cual va a ser el modelo económico y social que se imponga a cara descubierta el futuro, o el actual modelo capitalista neoliberal, profundamente injusto y antidemocrático, o un joven modelo de organización social y económica favorable a los intereses de la mayoría social, que sea garantía de un reparto igualitario de la riqueza y del disfrute en condiciones dignas de derechos fundamentales de la población (trabajo, enseñanza, salud, pensiones, vivienda, energía, etc.). Ese cambio de modelo sólo lo podremos conquistar desde la organización, la movilización social y el debate ideológico, del que debe formar parte también la participación de los trabajadores y trabajadoras en los procesos electorales, dándole la importancia que realmente tiene nuestro voto, apostando por aquellas fuerza políticas sensibles nuestras reivindicaciones como clase y que están de nuestro lado en esta lucha contra el neoliberalismo y el capital financiero.
Suso Seixo es Secretario General de la CIG
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