Estoy convencido de que Manuel Pizarro es hombre ducho en algunas actividades económicas y financieras sectoriales. Tengo más dudas de que cuente con criterios sólidos con respecto al manejo de los asuntos actuales de la economía pública, habida cuenta de que hace ya más de 20 años que rompió amarras con la Administración para dedicarse […]
Estoy convencido de que Manuel Pizarro es hombre ducho en algunas actividades económicas y financieras sectoriales.
Tengo más dudas de que cuente con criterios sólidos con respecto al manejo de los asuntos actuales de la economía pública, habida cuenta de que hace ya más de 20 años que rompió amarras con la Administración para dedicarse a tareas bursátiles y especulativas.
Experiencia política posee todavía menos, como no se la cediera su padre, que fue procurador de las Cortes franquistas, o su abuelo, que fue general de la Guardia Civil y gobernador civil de Teruel entre 1947 y 1954.
En todo caso, si hay una actividad para la que su predisposición natural resulta llamativamente nula es la diplomacia. Ejemplo: preguntado para que se manifieste sobre las famosas costumbres españolas que deberían asimilar los inmigrantes que quisieran instalarse entre nosotros si es que Rajoy llegara a presidente del Gobierno, el número dos de la lista del PP por Madrid responde, con aire cándido: «Una costumbre española es no robar».
La afirmación es, para empezar, disparatada, por escandalosamente falsa: la inmensa mayoría de los condenados en España por delitos contra la propiedad son aborígenes (como es lógico, por otro lado). Pero más fea y desagradable es la carga venenosa que lleva implícita sus palabras: porque si Manuel Pizarro considera que una de las costumbres españolas que los inmigrantes deberían asimilar es la de no robar, deja entrever que sospecha que no vienen con ella puesta.
En estos tiempos en los que todos nos hemos enterado de la inmensa fortuna personal que ha amasado en cosa de nada el propio Pizarro (un artista en eso de hacer cuentas para llegar a fin de mes), en que se ha sabido que el presidente de un gran banco tendrá este año unos ingresos personales de 5,3 millones de euros y que muchos otros del sector no le van a la zaga, huelga apuntarse a la célebre paradoja de Proudhon, «La propiedad es un robo», para que a uno se le suban los colores. Les cuadra casi más la célebre coplilla popular: «Es la virtud del trabajo / la desdicha del obrero / que quien trabaja no tiene / tiempo de ganar dinero».